Nº 2089 - 17 al 23 de Setiembre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl talante genial de George Bernard Shaw no debería inducir al asombro; su vasta producción teatral, sus ensayos, sus certeras observaciones acerca de las flaquezas de la naturaleza humana y de los dobleces del poder constituyen un patrimonio apreciable de nuestra cultura. Pero, aun así, el hecho de pensar que desde su escepticismo radical y contestatario compusiera la que sin duda es su mejor obra en el mismo año en que se canoniza a Juana de Arco resulta, en un sentido muy inesperado, admirable.
Es sabido que Shaw siempre usó su trabajo para hacer comentarios sociales acérrimos. Era un socialista fabiano y buscaba destacar los problemas sociales. Su trabajo es a menudo divertido e inteligente, y nunca exento de la intencionalidad de un mensaje por lo general crítico. Continuamente involucra intelectualmente a su audiencia y ofrece diálogos estimulantes y varias líneas argumentales que juegan en los bordes del absurdo solo para subrayar las partes que menos le gustan de la realidad. La mayoría de sus piezas teatrales publicadas abundan en vastos y punzantes monólogos y muchos de sus personajes a menudo se involucran entre sí en debates intelectuales. Busca no solo entretener, sino invitar al debate, al pensamiento que no se conforma fácilmente, que no se detiene ante lo recibido o lo reciente.
Nada de esto parece ocurrir con su Santa Juana, que es todo un homenaje que viene de lo más íntimo del corazón de un agnóstico orgulloso. La obra se desarrolla entre 1429 y 1431, con un epílogo ambientado en 1456. Durante este tiempo, la Guerra de los 100 años se desataba entre Inglaterra y Francia y las fuerzas inglesas habían ocupado varias ciudades y pueblos franceses. La obra comienza con Juana pidiéndole a un noble francés, Robert de Baudricourt, que le proporcione armadura, un caballo y soldados. Juana es una adolescente de un pequeño pueblo rural, pero ha tenido visiones de santos diciéndole que es su destino llevar a las fuerzas francesas a la victoria y asegurarse de que el Dauphin (heredero al trono) sea coronado oficialmente como rey. Robert duda en apoyarla, pero cede cuando la ve capaz de inspirar a los hombres a luchar por ella. Determinada por este permiso, viaja a Chinon, donde el Dauphin ha establecido una corte informal. A pesar de un intento de engañarla, ella identifica fácilmente al Dauphin, lo que alienta a otros a verla como guiada por Dios. Juana convence al Dauphin de que liberará la ciudad de Orleans y lo coronará en la catedral de Reims. Liderando tropas, Juana va a Orleans, donde las fuerzas francesas están frustradas, y triunfa ruidosamente.
La victoria francesa en Orleans cambia el rumbo de la guerra, lo que preocupa a los líderes ingleses. Al principio de la guerra, los ingleses habían formado una alianza con los borgoñones, una facción francesa que se opuso a la casa real a la que pertenecía Carlos. Warwick, un noble inglés, se encuentra con Cauchon, un obispo de Borgoña. Ambos hombres están de acuerdo en que Juana es peligrosa y debe ser eliminada. Aquí la acción de la obra se adelanta dos años, hasta 1431. Juana fue capturada por las fuerzas de Borgoña y vendida a los ingleses, y será juzgada por herejía. Sin desanimarse, Juana defiende su decisión de usar ropa de hombre e insiste en que sus voces son realmente las voces de los mensajeros divinos.
El epílogo tiene algo de historia, mucho de fantasía teatral y bastante de verdad sustancial: 25 años después de la hoguera se lleva a cabo una investigación sobre el juicio de Juana y se han revocado los cargos; se la declara inocente. Su espíritu aparece en una visión de Carlos, quien ahora gobierna con éxito como un fuerte rey francés. Juana ha sido definitivamente reivindicada. Es la apoteosis.
Pero la coda tiene todavía un ajuste más. En la última escena aparece un hombre vestido con ropa de 1920 y anuncia que Juana ha sido declarada santa. Emocionada por todos los elogios y el reconocimiento, Juana sugiere que tal vez debería volver a la vida. Sin embargo, todos sus aliados aparentes la abandonan de inmediato, excusándose porque dicen que no es una buena idea. Al final de la obra, Juana se queda sola, preguntándose cuándo el mundo estará listo para abrazarla por completo.
Es, como dije, la más insólita y la más perfecta obra de Bernard Shaw.