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    El olvido inexplicable

    N° 2060 - 20 al 26 de Febrero de 2020

    —Te acordás de la Plaza de Mayo, / cuando el que te dije salía al balcón… / Tanto cambió todo que el sol de la infancia / de golpe y porrazo se nos alunó… (…) Te acordás, hermana, que desde muy lejos / un olor a espanto nos enloqueció… / Era de Hiroshima, donde tantas chicas / tenían quince años como vos y yo…

    Hubo un año, 1945, cuando dos hechos —uno cercano, otro lejano— conmovieron al mundo y en particular a los argentinos: la llegada de Perón al poder y la primera de las bombas atómicas lanzadas por los aliados sobre Japón que pusieron fin a la II Guerra Mundial.

    Ese mismo año, a sus 15, María Elena Walsh, nacida en un caserón de Ramos Mejía en febrero de 1930, publicó su primer poema, Elegía, en la revista El Hogar, mientras escribía crónicas cotidianas en el diario La Nación. Dos años después, con el sufrimiento de la muerte de su padre encima —un ferroviario inglés que tocaba el piano e impulsó desde la niñez la afición por las artes de su hija—, editó su primer libro de poemas, Otoño imperdonable, que despertó la admiración de Juan Ramón Jiménez, quien la invitó a pasar una temporada en su residencia de Estados Unidos.

    No fue para ella una experiencia feliz.

    —Cada día tenía que inventarme coraje para enfrentarlo, repasar mi insignificancia (…) Con generosa intención, con protectora conciencia, Juan Ramón me destruía (…) ¿En nombre de qué hay que perdonarlo? En nombre de lo que él es y significa, más allá del fracaso de una relación.

    Lo que me arriesgo a decir ahora es que muy pocos saben —y me disculparé si no es así— que, en 1963, ya madura, María Elena compuso en música y letra el tango El 45, del que reproduje al comienzo un par de versos, y que es difícil de hallar no solo en las discográficas, sino en las biografías más abarcadoras que sobre ella se han escrito.

    Al menos para mí, toda una curiosidad.

    El 45 tiene una melodía armoniosa y pegadiza y figura en la antología Las mejores 250 letras de tango, del historiador Héctor Ángel Benedetti; sin embargo, y pese a su efímero éxito inicial, solo lo grabó la propia María Elena, con la orquesta de Oscar Cardozo Ocampo, en 1968: además de las referencias a Perón y a Hiroshima, el tango describe la vida cotidiana de la década de 1940, el ideal de belleza masculina en los cadetes del Liceo Militar y el placer de escuchar boleros, música elegida para el disfrute por la aristocracia porteña de entonces:

    —Te acordás, hermana, de aquellos cadetes, / del primer bolero y el té en el Galeón, / cuando los domingos la lluvia traía / la voz de Bing Crosby y un verso de amor.

    María Elena Walsh escribió versos, fue novelista, cantautora, compositora y dramaturga, impregnada por la cultura popular inglesa —herencia paterna— que captó en canciones como Hampty Dumpty o ciertas construcciones verbales que caracterizan al nonsense británico. El escritor Leopoldo Brizuela llegó a compararla con Lewis Carroll, fue nombrada Ciudadana Ilustre de la ciudad de Buenos Aires y Raúl Alfonsín la designó para integrar el Consejo para la Consolidación de la Democracia, entre 1985 y 1989. Alcanzó la fama por sus obras infantiles —en las que hizo popular, entre otros, al personaje Manuelita—, pero creó canciones y obras de teatro para adultos, caso de Novios de antaño y Fantasmas en el parque, así como hizo guiones para programas de televisión de los que, además, participó. Junto con su producción casi inabarcable creció su personalidad tímida y rebelde a la vez, que terminó imponiendo su libertad al hacer público su lesbianismo y convivir sin tapujos con sus tres parejas estables al paso de los años: la folclorista Leda Valladares, la cineasta María Herminia Avellaneda y la fotógrafa Sara Facio, quien la acompañó hasta su muerte.

    Dejó la vida, luego de una larga enfermedad, el 10 de enero de 2011. No ha dejado de recibir homenajes diversos hasta hoy.

    Queda, en todo caso, el misterio de El 45 y su olvido e, incluso, sospecha de ocultamiento. ¿Tal vez por su condición de antiperonista en un país de tantos resentimientos que laten a diario? Parece excesivo, pero…

    —Te acordás que más tarde la vida / vino en tacos altos y nos separó… / Ya no compartimos el mismo tranvía, / solo nos reúne la buena de Dios. / Te acordás, hermana, qué tiempos aquellos… / Tenías quince años, lo mismo que yo.