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    El otro liderazgo regional

    Nº 2208 - 12 al 18 de Enero de 2023

    Después de la asunción el domingo 1º de enero del nuevo presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, empezaron a circular en las redes sociales mapas de América del Sur pintados de dos colores diferentes, según la orientación ideológica de los gobiernos de cada uno de los países. Allí Uruguay parece como si fuera una pequeña isla, junto con Paraguay en el centro y Ecuador en el norte, en un inmenso mar de administraciones que se identifican con la izquierda.

    Algunos analistas políticos, que se dicen independientes pero que con sus juicios aventurados dejan en evidencia su orientación ideológica, aprovecharon ese cambio de signo en la región para vaticinar años muy complicados para los que no sean de izquierda. Otros, los directamente militantes, utilizaron esa marea roja que crece en el continente para vaticinar un triunfo del Frente Amplio en las próximas elecciones de 2024.

    Allá ellos, no vale la pena entrar en la manija. Cada cual que se haga cargo de lo que dice y de lo que escribe. Pero vale la pena referirse a la nueva coyuntura política reflejada en ese mapa que está circulando por las redes para hacer referencia a una oportunidad que a nuestro entender tiene por delante el presidente uruguayo Luis Lacalle Pou. Más todavía teniendo en cuenta los intentos golpistas durante el último fin de semana de algunos seguidores del expresidente brasileño Jair Bolsonaro y su viaje a Estados Unidos para no pasar la banda presidencial a Lula.

    Todavía restan dos años enteros de gobierno para Lacalle Pou y eso en política es mucho tiempo. Es cierto que Argentina puede cambiar de orientación ideológica a fines de este año, ya que varias encuestadoras están dando como muy probable una derrota electoral del peronismo, pero para eso también falta casi un año.

    Entonces, este es un buen momento para que Lacalle Pou asuma un mayor liderazgo regional, el otro liderazgo, el que tiene que surgir en representación de una masa importante de ciudadanos demócratas de distintos países de la región que quedaron en minoría y que pueden ver en Uruguay y en su presidente un refugio ideológico o también económico para llevar adelante sus emprendimientos.

    Lacalle Pou mantuvo en 2021 un fuerte intercambio en una cumbre internacional con el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y también en forma indirecta con el mandatario venezolano Nicolás Maduro. En esa oportunidad se mostró firme, aplomado, y con sus palabras en respuesta a los desplantes cubanos y venezolanos dio voz a una cantidad significativa de sudamericanos que se sentían huérfanos de líder.

    Pero luego, con una segunda ola de la pandemia de Covid, se redujo la cantidad de cumbres entre presidentes de distintos países y la agenda internacional de Lacalle Pou pasó a un segundo plano. Durante meses casi no hubo encuentros fuera de fronteras que generaran la atención pública continental ni viajes de los mandatarios al exterior. El tema casi excluyente fue el Covid, donde Uruguay tuvo buenos y malos momentos, pero el protagonismo internacional que había logrado Lacalle Pou en aquella cumbre se perdió.

    Ahora, con esta nueva realidad continental, sería un buen momento para que el presidente intentara reflotarlo. Tiene con qué hacerlo porque ya ha mostrado cualidades para el contrapunto político con los que están en las antípodas de su pensamiento. Se mueve bien en ese terreno, se lo ve muy sólido cada vez que lo ocupa.

    Lo que le falta es, justamente, ocuparlo un poco más. Durante este año que recién comienza es probable que la agenda regional suba en intensidad e importancia, como lo demuestran los últimos hechos acontecidos en Brasil y la inminente contienda electoral en Argentina. Sería algo positivo que Lacalle Pou junto con su equipo de asesores y ministros se pongan a trabajar en una proyección internacional mucho más elevada, con él como principal protagonista. Es el momento, tiene con qué hacerlo, y desaprovecharlo sería un error estratégico importante, más teniendo en cuenta que su imagen quedó golpeada después del “caso Astesiano”. El avión está esperando en la pista, pronto para despegar.