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Una clara mayoría de uruguayos (42%; respuestas espontáneas) piensa que entre los países sudamericanos el más amigo de Uruguay es Brasil. Estas opiniones son una robusta mayoría absoluta entre los que expresan opinión al respecto (Cuadro 1). Siguen, de lejos, Argentina (15%), Venezuela (8%), Chile y Paraguay (3% cada uno). Ningún otro país es mencionado por más del 2% de los encuestados.
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Estos juicios son compartidos por todos los grandes grupos sociales. Las inclinaciones ideológicas solo modifican algún acento, pero tampoco ellas cambian el orden de las amistades regionales percibido por los uruguayos. Entre los que se consideran de izquierda el 12% dice que Venezuela es el más amigo de Uruguay, porcentaje que se reduce a 8% entre los que se consideran de centro, y a 5% entre los que optan por la derecha. Pero en todos los casos Venezuela es el país mencionado en tercer lugar, detrás de Brasil y Argentina.
El país menos amigo
Una mayoría significativamente mayor, 61%, piensa que el país menos amigo de Uruguay es Argentina (el 84% entre los que expresan opinión). Las menciones a otros países son muy pocas. Con al menos 2% de menciones espontáneas solo se encuentran Venezuela, Brasil y Colombia, cada uno, precisamente, con 2% (Cuadro 2).
Aunque no se dispone de series de respuestas anteriores que permitan comparaciones sistemáticas, es probable que este 61% de uruguayos que percibe espontáneamente a Argentina como el país menos amigo de la región sea un valor excepcionalmente elevado, tal vez más alto que en ningún otro momento del último siglo (con la posible excepción de las etapas más complejas de las relaciones argentino-uruguayas durante el primer peronismo, hacia 1950).
Todo indica que esta circunstancia excepcional surge del impacto de los conflictos que comenzaron con (o que se explicitaron claramente a partir de) la construcción y operación de la primera planta uruguaya de celulosa (“pastera”) sobre el río Uruguay durante el gobierno de Tabaré Vázquez, la ex Botnia. La planta fue recibida con una muy fuerte oposición de los residentes de Gualeguaychú (enfrente a la planta, del lado argentino), oposición apoyada por el gobierno entrerriano y por el gobierno nacional argentino. Según algunos observadores estos gobiernos (el provincial entrerriano y el argentino) no se habrían limitado a apoyar esa oposición; la habrían promovido activamente, al menos en parte por razones político partidarias.
Sea como fuere, a estos conflictos se sumaron luego otros problemas de distinta naturaleza: prácticas comerciales restrictivas de Argentina, incompatibles con el espíritu y la letra del Mercosur; desacuerdos y controversias sobre el dragado de los ríos compartidos, y últimamente sobre las operaciones del puerto de Nueva Palmira. El desarrollo de estos conflictos, aunque con altibajos en su virulencia, fue claramente acumulativo, y también fue ocasionalmente salpicado con episodios diplomáticos tensos de muy alta visibilidad. El ejemplo tal vez más espectacular fue el comentario del presidente José Mujica sobre la vieja terca (la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner) que según él sería peor que el tuerto (su difunto marido y ex presidente, Néstor Kirchner).
Como en el caso anterior (el del país más amigo), estos juicios también son esencialmente comunes a todos los grandes grupos sociales, y también entre las diferentes inclinaciones ideológicas. Entre los que se consideran de izquierda el 4% menciona a Colombia (2% en el centro, cero entre la derecha), pero como se aprecia en el Cuadro 2, las opiniones son muy similares.
Para vivir en la región: si no es Uruguay, entonces Brasil
Casi cuatro de cada diez uruguayos (38%) dicen que si no vivieran en Uruguay, pero sí en la región, preferirían vivir en Brasil; esto es una mayoría absoluta de los que expresan opinión (Cuadro 3). En segundo lugar aparece Chile (17%), y luego Argentina (12%); ningún otro país recibe más de un 2% de menciones espontáneas.
Todos los grandes grupos sociales preferirían vivir en Brasil. Sin embargo, contrariamente a lo ya observado para las preguntas anteriores (los países más y menos amigos), en este caso algunas características sociales de los encuestados diferencian las respuestas. Entre los menos educados (los que tienen a lo sumo educación primaria, que usualmente también son los uruguayos de más edad) el segundo país preferido para vivir es Argentina (12%), y el tercero es Chile (6%). Pero entre los que tienen alguna educación secundaria, y también entre los que accedieron a alguna educación terciaria, completa o no, el segundo país preferido para vivir es Chile. Entre los de educación media es el 19% (porcentaje que triplica al registrado entre los menos educados), y entre los que llegaron al nivel terciario casi tres de cada diez (29%) piensan de esa manera. Este porcentaje quintuplica al correspondiente entre los menos educados.
Dos conclusiones preliminares
Entre las elites latinoamericanas la evidencia disponible muestra que hace ya unos cuantos años que se consolida esta idea: Chile es, muy probablemente, el primero de los países de la región que podría llegar al primer mundo (el de las democracias ricas). Los juicios de los uruguayos sobre el país de la región en el que desearían vivir (fuera de Uruguay), claramente diferenciados según educación, son consistentes con esa idea.
El conjunto de los uruguayos con alguna educación terciaria es mucho más grande que el conjunto de las elites uruguayas, cualquiera sea el sentido preciso que razonablemente se pueda atribuir al término. Pero en un sentido muy general, los de educación terciaria son un público bastante más reducido y “elitista” que los demás. Chile no es un país vecino, y la información que circula sobre el país y sus circunstancias es mucho más reducida que la referida a Argentina y Brasil.
Solo los más informados y atentos (en general: los que tienen más educación formal) registran la situación con la que las elites en sentido estricto hace ya tiempo que están familiarizadas: Chile encabeza el grupo de los aspirantes a llegar al primer mundo. Por eso los más educados ven en Chile más y mejores oportunidades para ellos mismos y para sus familias que las disponibles en otros países de la región. Consistentemente con esa conclusión, según varios observadores calificados, en Uruguay hace ya algún tiempo que entre los más educados (en la academia, en el mundo empresarial) se observa cierto brain drain, una emigración de los capacitados y talentosos selectivamente orientada hacia Chile. El resultado de la encuesta sería una ilustración directa de este punto.
Una segunda conclusión (bastante más conjetural) apoyada en los resultados anteriores apunta en una dirección muy diferente. Si la discusión anterior sobre el país menos amigo es aproximadamente correcta, las opiniones registradas hoy son excepcionales y (para decirlo concisamente) notablemente anti argentinas. Este clima de opinión es una consecuencia directa de las acciones y discursos de los gobiernos locales y nacionales de ambos países. Se puede discutir sobre la cuota parte de responsabilidad que le toca a cada uno, pero es claro que nadie es enteramente inocente (aunque algunos carguen con más culpas que otros). Con apenas un poco de mala suerte es posible que para desandar este camino y deshacer estos climas de opinión se necesite tanto o más tiempo que el que llevó para construirlos en primer lugar. La conclusión es melancólica: los pecados de los gobiernos, independientemente de sus intenciones (tal vez más miopes y cortoplacistas que genuinamente destructivas), serán pagados lentamente por argentinos y uruguayos durante todo ese tiempo, todos un poco más pobres (económica, social, culturalmente) que lo que de otro modo podría haber sido.