Nº 2210 - 26 de Enero al 1 de Febrero de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLas trayectorias que siembran los gobernantes son medulares en la historia de cada país. Más importantes resultan cuando se ha padecido una dictadura con un posterior traspaso pacífico del poder que consolida la restauración democrática. Desde 1985 contribuyeron sin distinciones partidarias todos los presidentes. Ante un acontecimiento internacional, al que se acude como respaldo institucional del país, omitir a un mandatario vivo no es serio ni responsable.
Con buen criterio el presidente Luis Lacalle Pou buscó que Uruguay se destacara durante la asunción del nuevo presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. No por razones protocolares sino como imagen de unidad y respaldo a las instituciones y a la democracia luego del intento de golpe de Estado de seguidores del presidente saliente, Jair Bolsonaro. Pensó que una forma contundente era viajar acompañado de expresidentes. Invitó al colorado Julio Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000) y al frenteamplista José Mujica (2010-2015). Aceptaron y viajaron en un avión privado que le facilitó a Lacalle Pou un empresario brasileño.
La intención fue buena, pero dejó afuera a su padre, el expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera (1990-1995), por lo cual Uruguay no fue representado por todos los expresidentes vivos, sino solo por el colorado y el frenteamplista. La omisión no es menor y desconcierta. El ignorado fue el primer presidente nacionalista luego de la recuperación de la democracia. Desde adolescente desarrolló una carrera política que lo convirtió primero en diputado y senador y luego en presidente. Tras cesar como mandatario fue de nuevo senador y presidió el Directorio del Partido Nacional en dos ocasiones (1999-2004 y 2009-2011).
Cuando Lacalle Pou asumió un amigo me hizo un comentario que creí acertado: hereda la inteligencia estratégica de la madre, la exsenadora Julia Pou, y el talento y oficio político de su padre. Pero con el paso del tiempo ni chicha ni limonada. En varios temas no dio respuestas concretas, claras ni creíbles, por citar los hechos más recientes derivados del “caso Astesiano”. Sobre el viaje a Brasil nadie sabe con certeza por qué solo invitó a representantes de dos partidos y dejó afuera a su padre. Nadie lo sabe porque no hubo una explicación del presidente a los ciudadanos, como correspondía y era su obligación.
Fuentes cercanas a la presidencia especulan con dos razones: a) que el presidente entendió que con su presencia ya estaba representado el Partido Nacional o b) que las relaciones personales con su padre no atraviesan el mejor momento.
Vayamos por partes. Si el primero de los argumentos fuera acertado, Lacalle Pou olvidó que es el presidente de todos y no de quienes votaron al Partido Nacional, aunque haya sido su plataforma para llegar al poder. Al asumir, en su discurso ante la Asamblea General, se comprometió a respetar el derecho de todos: “El de quienes tienen simpatía por nuestro gobierno y el de aquellos que hubieran preferido que gobernaran otros…”. Así remarcó que se debe a todos sin distinción de divisas partidarias. También dijo algo que su reciente omisión no consideró: “Somos herederos de una larga historia, y tenemos la responsabilidad de cuidarla y continuarla”.
El presidente de la República tiene prohibida toda participación partidaria. Su cargo lo inhibe de realizar actividades de ese tipo y no puede ignorar el artículo 77 numeral 5º de la Constitución: “El presidente de la República y los miembros de la Corte Electoral no podrán formar parte de comisiones o clubes políticos, ni actuar en los organismos directivos de los partidos, ni intervenir en ninguna forma en la propaganda política de carácter electoral”. Si consideró que en ese viaje además de su condición de presidente representó al Partido Nacional, violó la prohibición constitucional.
No lo sabemos ni lo sabremos porque en este asunto como en otros el presidente optó por no dar explicaciones para, en cambio, abonar especulaciones. De repente consultó a su padre y este, por la razón que fuere, rechazó acompañarlo. Si así hubiera ocurrido, bien pudo explicarlo e invitar a la vicepresidenta Beatriz Argimón.
Por otra parte sorprende que ni Sanguinetti ni Mujica —dos veteranos bichos políticos— se hayan sorprendido por la ausencia de Lacalle Herrera y que no condicionaran viajar a que también los acompañara.
Alguien podrá suponer que lo ocurrido no tiene importancia, que es secundario frente al desempleo, la inflación o la inseguridad. También se podrían desarrollar teorías conspiradoras que le atribuyan a la oposición pretender la desacreditación del presidente.
Un hecho demuestra la importancia interna de la omisión. El jueves 12 lo planteó en Cartas al director el exdiputado nacionalista en tres ocasiones sucesivas (1990-2005), Arturo Heber Fullgraff. Es hijo de Alberto Heber, exintegrante del Consejo Nacional de Gobierno y primo hermano del actual ministro del Interior, Luis Alberto Heber. De opositor no tiene un pelo.
En esa enérgica carta dijo: “Mucho se ha comentado, con elogios, la invitación del presidente a los expresidentes Sanguinetti y Mujica para que lo acompañen a la toma de posesión del nuevo presidente de Brasil. (…) El señor presidente de Uruguay concurre como tal y no en representación de ningún partido político. Sanguinetti y Mujica lo hicieron como expresidentes, uno electo por el Partido Colorado en dos oportunidades y el otro por el Frente Amplio en primera vuelta y luego en ballotage. No obstante, se omitió consciente o inconscientemente participar de la invitación al expresidente Luis Alberto Lacalle de Herrera, que fue el primer mandatario, luego del período de gobierno cívico militar, en ser electo en plena democracia sin partidos ni ciudadanos proscritos por el Partido Nacional. Otro grueso error diplomático que además desacredita e ignora, sin razón, a un expresidente, causando incredulidad en el ámbito político regional e internacional”.
Así nos va.