N° 1952 - 11 al 17 de Enero de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSe cumplen este mes 80 años de la formación del primer gobierno del general Francisco Franco, hecho que tuvo lugar en Burgos exactamente el 30 de enero de 1938. Hasta entonces había una junta militar que se constituyera en ocasión del Alzamiento, pero su carácter episódico y las propias necesidades de la guerra demostraron enseguida que se hacía imperioso contar con la estructura de un gobierno que no solamente administrara debidamente las vastas zonas que ya estaban liberadas, sino que permitiera fijar bases sólidas para la conformación del Estado que debía forjarse en la paz que los triunfos auguraban ya como muy cercana. La Junta de Defensa eligió al más joven de sus generales para presidirla, precisamente Franco, a quien se le otorgaron poderes supremos sobre la totalidad de las fuerzas.
El problema que enfrentaba el Alzamiento, conforme lo veían sus impulsores, era organizar la retaguardia y avanzar sobre un programa de reconstrucción nacional que pusiera en movimiento las fuerzas productivas y establecer el orden jurídico y moral del país. La acción de los rojos, que así se llamaba entonces a los republicanos desde el bando nacional, comenzó en 1931 con una serie de cambios que fueron firmemente resistidos por los sectores tradicionalistas de España, especialmente los vinculados a la religión (hubo quema de iglesias, ejecución de religiosos, profanación de santuarios), siguió con las ocupaciones de fábricas y comercios y alcanzó niveles de crisis con el estímulo a los separatismos; a todo ello se sumó el enfrentamiento sin solución de los partidos políticos, lo que habría de derivar en un cuadro de zozobra e incertidumbre que llevó a muchos sectores a reclamar la presencia de un Estado firme en valores y firme en el ejercicio de sus deberes como para restaurar la que consideraban la antigua fe de España en su destino y en su identidad. Se creía en esos ambientes que había que ganar la guerra para ponerles fin a los peligrosos empujes del comunismo; y, como bien lo explica Stanley Payne en su libro El régimen de Franco, 1936-1975 (Alianza Editorial, 2005) era necesario ganar espacios reales de gestión administrativa y jurídica para preparar el terreno que permitiera organizar el país luego de la contienda.
Considero que este fue el punto de inflexión del proceso iniciado en los ambientes tradicionales de la sociedad española cuando el Frente Popular accedió al gobierno y enseguida se dio al cumplimiento de sus propósitos en todos los factores del poder. La decisión de intervenir militarmente para derrocar a ese gobierno dejó de ser una simple respuesta policial de los generales rebeldes para convertirse en un resuelto proyecto de construcción política orientado, según se proclamaba por parte de los actores, a libertar al país de los intentos disgregadores de la fallida experiencia que fue la República y crear estructuras de cohesión nacional, de trabajo organizado, de fidelidad a los principios tradicionales de España.
El general Franco, jefe supremo de todos los ejércitos, se convirtió así en jefe del Estado con atribuciones especiales y nombró un elenco de once ministros para hacerse cargo de los asuntos que se presentaban como acuciantes, siendo los más destacados el de Relaciones Exteriores, a cargo del monárquico general Francisco Gómez-Jordana, que también resultó vicepresidente del gobierno, en quien recayó la delicada misión de mantener tratos con las potencias de la época y en especial con la Santa Sede, de la que se esperaban gestos o al menos indicios de convalidación de la nueva realidad; el otro cargo sensible fue el de Interior, que Franco confió a su cuñado Ramón Serrano Suñer, que habría de tener actuación decisiva años más tarde para escurrir el compromiso de secundar a Alemania e Italia en la desquiciada aventura militar desatada por Hitler. Franco nombró también un ministro de Defensa, pero retuvo para sí todos los detalles de la guerra.
Apenas 19 meses duró este primer gobierno, pero fue el tiempo suficiente para cumplir con sus metas estratégicas, asistir a la victoria del 1º de abril de 1939 y habilitar los esquemas funcionales de lo que sería, en su perspectiva, la reconstrucción de la vida de la nación.
Para seguir en detalle todo este proceso de colisiones y proyectos recomiendo el libro de Payne, tal vez el más lúcido e informado de los estudiosos de la Guerra Civil española y de sus consecuencias.