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    El regreso de Wilson

    Sr. Director:

    Cumplidos 31 años del regreso de Wilson, recientes declaraciones del periodista Gerardo Sotelo respondiendo a preguntas sobre su libro “Las cartas contra el pecho. El regreso de Wilson”, presentado el 25 de mayo pasado, me obligan a advertir la pretendida formación de opinión sesgada del eventual escritor.

    No le cuestiono a Sotelo la validez de los documentos que cita; sí su interpretación con distorsiones exegéticas y extracciones aisladas y desintegradas de actitudes y discursos de Wilson.

    El 26 de mayo, invitado a repasar su libro en “Montevideo Portal”, se le recuerda un relato donde él cuenta que Wilson manda una señal a los militares de canjear su candidatura a cambio de asegurarles la impunidad.

    Sotelo lo confirma y resume que Wilson no quería revisionismo del régimen fundamentando su respuesta en un documento de Por La Patria (el movimiento de Wilson) de diciembre de 1983 que decía: “los militares están tirando mucho de la piola y no se dan cuenta de que algún día la gente se va a hartar. Todavía están a tiempo de volver tranquilos a los cuarteles”. Sotelo expresa que “eso significaba una sola cosa: no va a haber revisionismo”.

    La simple comprensión lectora de esas palabras para nada indica el no revisionismo. Muestra la voluntad de que los militares dejaran el gobierno expresada desde el resultado del plebiscito constitucional y elecciones internas de noviembre de 1980 y 1982 respectivamente, cuando triunfaron las posturas de rechazo al régimen y tanto Wilson como otros dirigentes sugerían que aquél debía organizar la transición sin especificar el modo ni incluir el perdón o la negación de una revisión. Basta recordar la conocida frase de Wilson en su discurso del 30 de abril de 1984 en la Federación de Box de Buenos Aires: “De que se van, se van”.

    Lo peor de las respuestas de Sotelo se nota en dos preguntas consecutivas del entrevistador: 1.-“Pero él (Wilson) les propone a los militares un pacto, algo así como ustedes no me proscriban, déjenme competir en las urnas y yo los perdono y no hago revisionismo”. Y 2.- “La idea es decir te perdono todo hacia atrás, pero no me proscribas”.

    Sotelo responde afirmativamente en las dos oportunidades y el 28 de mayo en el programa “Rompkbzas” de radio El Espectador, ratifica que Wilson ofrecía el no revisionismo o perdón a cambio de su desproscripción.

    Basa tal respuesta en las siguientes palabras documentadas de Wilson, procedentes de una entrevista en la que Radio Nederland le pregunta (y que el entrevistador de “Rompkbzas” incluye en su interrogante a Sotelo) si tiene cuentas personales a cobrar en su vuelta al país (Sotelo interrumpe agregando “en su llegada al poder”): “Yo no tengo obsesión de cuentas, porque mi cuenta personal es grande. ¡Y es grande, eh! Porque incluyo en mi cuenta la mía, la de mi familia, pero además la de gente que sufrió más que nosotros y aún de la gente que murió y que integraba el círculo de nuestros amigos más entrañables. Pero quiero más a mi país que a mi cuenta personal. Mi país es más importante. Y si para restituirle a la sociedad de mi país la posibilidad de un desarrollo armónico y solidario, si para asegurar el destino nacional yo tengo que olvidar mi cuenta, la olvido y la olvido orgullosamente… Estos son caminos de ida y vuelta. Nosotros en un momento determinado podemos decir vamos a pensar hacia el futuro y no seguir con los ojos en la nuca creyendo que lo importante es cobrar alguna cuenta, grande o pequeña. Pero lo cierto es que no son sólo hechos del pasado… Son cosas que están ocurriendo hoy y que se anuncia van a seguir ocurriendo mañana (Sotelo vuelve a interrumpir agregando “la proscripción de Wilson”). Y entonces, cuando se nos dice fijen criterios de generosidad (Sotelo interrumpe nuevamente: “¿qué sucederá con los militares que violaron los derechos humanos en la dictadura?”), bueno, estamos dispuestos a hacerlo, pero a condición de que en el otro bando se advierta un intento, por lo menos, de hacer cesar esto que nos ocurre” (Sotelo insiste: “la proscripción de Wilson”).

    Sin considerar las interrupciones y agregados de Sotelo, estas mismas líneas permiten descartar que Wilson haya ofrecido la no revisión y perdón al régimen a cambio de su desproscripción. Sin embargo, mientras se le formula la pregunta, Sotelo introduce esos agregados a fin de justificar que Wilson propuso la no revisión a cambio de lograr su candidatura.

    Una cosa es que se fijen criterios de generosidad y otra es disponer hechos de generosidad hacia quienes violaron los derechos humanos. Cuando Wilson menciona como condición que se note un intento de hacer cesar lo que ocurre no es su desproscripción, sino el cese de las violaciones a los derechos humanos, detenciones, clausuras de órganos de prensa, muertes, proscripciones, etc.

    Wilson estaba estableciendo condiciones de negociación, algo natural para salir de la dictadura, y Sotelo olvida el discurso que Wilson pronunciara el 30 de abril de 1984 en la Federación de Box de Buenos Aires: “Es verdad que hay que negociar, también es verdad que para negociar es menester ser fuerte y exhibir su fuerza. Y además hay que negociar con convicción de triunfo. No entiendo un estilo de negociación que proclame en voz alta lo que se pretende y simultáneamente también en voz alta diga me da igual. ¡Que paren de matar y después veremos!”. Y sobre su candidatura, Wilson se expresó en dirección diametralmente opuesta a Sotelo, ofreciendo declinar su candidatura (proclamada con la fórmula presidencial en compañía de Carlos Julio Pereyra el 17 de diciembre de 1983 por la Convención Nacional) a cambio de que rigiera “integralmente la Constitución de 1967 sin ningún agregado y ni coma de menos, un gobierno popular libremente elegido sin proscripciones de individuos ni de partidos; si de hoy por delante están contemplados todos los reclamos que al pie del Obelisco formuló la totalidad de la ciudadanía, el precio de mi candidatura es pequeño y yo lo doy. Si a cambio de esto es toda la libertad, entonces Ferreira no es candidato”. (“Se llamaba Wilson”, Diego Achard, págs. 493, 500, 501 y 508). En acto seguido se juntaron rápidamente más de 600.000 firmas para demostrar el respaldo popular a su planteamiento y exigir la respuesta del régimen que nunca llegó, con la complicidad de que el Partido Colorado (PC), dirigido por Sanguinetti, y el Frente Amplio (FA), conducido por Seregni, una vez regresado Wilson y encarcelado por el régimen se fueron a pactar el no revisionismo con la dictadura al Club Naval para ellos acceder a elecciones ventajosas ofrecidas por aquélla.

    Sotelo adiciona que Wilson se sentía traicionado por Sanguinetti y Seregni siendo lo más fácil de suponer si se cree que Wilson buscaba satisfacer ambiciones personales de poder, pero en realidad traicionaron la proclama del Obelisco y especialmente a sus militantes colorados y frenteamplistas, ocultándoles la verdad hasta hoy.

    Luego Sotelo concluye que si le retiraban la proscripción y ganaba las elecciones, no habría sido revisionista con los militares relacionando esta parte de su respuesta con un supuesto dilema de Wilson ante la “ley de caducidad”, asignándole estas  palabras imaginarias: “como ustedes transaron en el Club Naval, yo no tengo más remedio que votarla”. Omite Sotelo que la impunidad nació en el Club Naval y que Wilson no se limitó a votar la ley como recurso residual consecuencia de la conducta Sanguinetti-Seregni. Wilson generó e impulsó la ley debido a que el 3 agosto de 1984, el PC y el FA por una parte y los representantes de la dictadura por la otra, lograron un entendimiento que generó obligaciones a cumplir y derechos personales a exigir por cada parte, tal que una de ellas (comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas) se obligó a entregar el gobierno, mientras la otra (PC-FA, Sanguinetti-Seregni) a no efectuar revisiones a la dictadura.

    La asestada final a la falacia de Sotelo se la propina una conversación telefónica de Wilson con dirigentes blancos en mayo de 1983, ocho meses antes de la entrevista de Radio Nederland, cuando la dictadura planteaba un diálogo a representantes de los partidos políticos pero simultáneamente había metido preso al convencional blanco Carminillo Mederos Galván y clausurado “La Democracia” por seis meses. Estando dividido el Directorio en cuanto a la asistencia al diálogo, se le preguntó opinión a Wilson (estaba en Brasil durante su exilio), que entendía no estaban formadas las condiciones para el diálogo (“Wilson. Una comunidad espiritual”. Carlos Luppi, págs. 265 a 277). Luego, el Directorio resolvió por mayoría dialogar y Wilson al final de esa larga conversación telefónica, decía a los dirigentes Alberto Zumarán, Alembert Vaz, Horacio Terra y León Morelli (éste último es de quien Sotelo se jacta haber recibido los documentos que mal interpreta; ¿le habrá solicitado esta conversación grabada?): “Es lamentable la decisión del Directorio. Por este camino me temo que el partido termine aceptando aquello que juró no aceptar. Si en alguna oportunidad pretenden hacer una farsa electoral con proscripciones, etc., no por lo que a mí me importa ser candidato, que me importa un carajo, pero lo que me interesa es que el partido no debe aceptar que los nombres se los dirijan desde afuera. Si a alguno se le ocurre tal camino, voy a deshacer todo arreglo de ese tipo, llego a Montevideo y pido que me metan preso”. (“La Onda Digital”, Nº 722).

    Esto demuestra las condiciones que exigía Wilson para dialogar, importándole poco y nada su candidatura ante el mantenimiento de los principios exhibidos a la población en las elecciones internas de 1982, confirmados en la Proclama del Obelisco de 1983; todo ello coherente con la no concurrencia del Partido Nacional a pactar al Club Naval, cuando otros que también participaron de la Proclama del Obelisco concurrieron concediendo posiciones que según la proclama no eran concedibles.

    Este análisis permite deducir que Sotelo persigue exonerar de responsabilidad al PC y al FA, cuando dirigidos por Sanguinetti y Seregni respectivamente acordaron con la dictadura en el Club Naval autorizar tácitamente que los responsables de violaciones a los derechos humanos no comparecieran ante la Justicia a cambio de elecciones favorables para ellos, ofrecidas por los representantes del régimen. El periodista equipara en forma irreal e injusta la conducta de Wilson al comportamiento de Sanguinetti y Seregni, de tal forma que quien haya escuchado o leído sus respuestas divulgadas en las entrevistas puede creer que Wilson pensaba y obraba bajo los mismos criterios que los pactistas.

    Vale la pena preguntarse, ¿por qué siempre, próximas las fechas importantes en que Wilson con su palabra y ejemplo dejó tallados principios de actuación política coincidentes con los del Partido Nacional y la patria misma, aparecen personas iluminadas negando su eficacia y nivelando a tabla rasa todas las actitudes? Además, para ocultar su tendencioso fin, exaltan a Wilson en presentaciones y anuncios como un “gran ciudadano, íntegro, gigante, vengador de la República y caudillo de todos, etc.”, al mismo tiempo que mediante palabreríos sin fundamento inducen al concepto contrario.

    Del árbol caído todos hacen leña pero en este caso hay quien pretende hacerla del árbol erguido y frondoso.

    Fernando Patrón