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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSin brújula. Según ese libro sabio que es el diccionario, brújula es el instrumento que tiene una aguja imantada que señala siempre hacia el norte, sirviendo de orientación, de guía. Se cree que los chinos conocían la brújula desde el siglo X antes de Cristo y luego su uso se extendió a todo el mundo.
Perder la brújula es perder el tino. Es no dar en el blanco. Aplicado a cosas cotidianas y relacionado con la política, sin brújula es andar sin rumbo, errático, a los tumbos. Ese parece ser el derrotero del gobierno uruguayo que a un año de ser electo no parece arrancar. Se lo nota trabado, trancado, debido a su compleja acumulación de fuerzas, que no logra cambiar su propio ADN, que sirvió para ganar, pero no para gobernar. Recordar que es el tercer gobierno consecutivo con mayorías parlamentarias propias, casi sin espacio para los que pensamos diferente o tenemos otros puntos de vista.
A veces parece que no se escuchan. Se buscan complejos silogismos y razonamientos para explicar lo inexplicable. Repasemos algunos ejemplos.
1 - El ministro de Relaciones Exteriores, Rodolfo Nin Novoa —explicando la posición del gobierno hacia el terrorismo y el Estado Islámico y sus diferencias con otros sectores del Frente Amplio—, manifestó: “El programa del Frente Amplio condena especialmente el terrorismo y enfáticamente el terrorismo de Estado. Esto del Estado Islámico es doblemente condenable porque es un estado que hace terrorismo”. Con esta afirmación está reconociendo lo que nadie en el mundo reconoce como tal; darle categoría de Estado al Estado Islámico.
2 - El ministro de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto Murro, en el lanzamiento del “Diálogo Social”, expresó que “este gobierno era el más dialoguista de toda la historia”. Hacer tal afirmación es por lo menos temeraria e imprudente. Sin fundamento. El Uruguay independiente comenzó a gestarse en los hechos referentes al Éxodo del Pueblo Oriental de 1811, luego la Declaratoria de la Independencia de 1825 y que culmina con la Convención Preliminar de Paz de 1828. Decir que este es el gobierno más dialoguista en 200 años de historia es demasiado imprudente. Incluso, en ese mismo acto de convocatoria al “Diálogo Social” —diseño de políticas públicas y privadas de largo plazo— se deja expresa constancia que es un diálogo muy especial, fragmentado, sectario, pues se omite a los depositarios genuinos de la ciudadanía. Se deja afuera a los partidos políticos representantes de la otra mitad del país. Se excluye a la oposición. Para hacer políticas de largo plazo hay que convocar a todos.
Lo dicho; andamos a la deriva, con dificultad para acertar, sin sensatez en la dirección del país. Ojalá cambiemos. Se está a tiempo.
José Luis Bringa
CI 1.780.180-1