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    El terror es la verdad

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2136 - 19 al 25 de Agosto de 2021

    por Rodolfo M. Fattoruso

    La noción central del totalitarismo descansa en un elemento que en otros regímenes es instrumental, que es el terror, esto es, la acción continua de la ley suprema permanentemente manifiesta bajo la forma de violencia. Estoy viendo Los orígenes del totalitarismo (Editorial Taurus) de Hannnah Arendt y me suscita algunas reflexiones que se escapan del encuadre del libro, pero que entiendo amplían su comprensión. Una de ellas tiene que ver con la secuencia que define la lógica operativa del totalitarismo, y la concibo así: si la teoría o ley cósmica (la lucha de clases como motor de la historia, por ejemplo) fuera una divinidad pagana, la propia existencia del mundo sería todo dios en sentido spinocista; el mundo aparecería como una suerte de panteísmo omnicomprensivo; quiero decir: lo que es, es todo, todo el tiempo, y es una sola cosa en sus diversos atributos y modos desde el radical núcleo ontológico hasta el más humilde y fronterizo de sus derivados. La forma de ser de la teoría totalitaria, el modo que tiene de presentarse en el escenario de la historia es por excelencia el terror; esto pretende significar que no es que el terror sea asumido como el medio para obtener un fin —amedrentar a la población—, sino que el terror es el leguaje propio, la natural comunicación entre la realidad y la ley cósmica que supuestamente la orienta; es la esencia de la dominación totalitaria, su principio primordial, la chispa divina, el big bang puesto en acción.

    Y me quedo con la metáfora de la física: no hay un big bang acotado que explote de manera controlada y con un fin visible; la explosión es algo que se lanza en todas las direcciones, que configura un impulso incesante, un movimiento continuo que, una vez que empezó a manifestarse en la historia como ley, en ese mismo instante tiene vida propia, copiándose mecánicamente a sí mismo en su continuo peregrinar por las nuevas regiones del mundo; no hay rincón al que no haya llegado o al que tarde o temprano no pueda llegar. También la teoría cósmica, la teoría histórica y el terror son uno, y lo mismo con el movimiento que no cesa; por el solo hecho de existir el movimiento que alguna vez se puso en marcha, el terror continúa en movimiento y no tiene previsto detenerse hasta no llegar a esa zona de infinito en la que imaginariamente comenzaría a replegarse hasta llegar a ser nada. Dice Arendt en el capítulo 13: “El terror es la realización de la ley del movimiento; su objetivo principal es hacer posible que la fuerza de la naturaleza o la historia corra libremente a través de la humanidad sin tropezar con ninguna acción espontánea. Como tal, el terror trata de ‘estabilizar’ a los hombres para liberar a las fuerzas de la naturaleza o de la historia. Es este movimiento el que singulariza a los enemigos de la humanidad contra los cuales se permite desencadenarse al terror, y no puede permitirse que ninguna acción u oposición libres puedan obstaculizar la eliminación del ‘enemigo objetivo’ de la historia o de la naturaleza, de la clase o de la raza. La culpa y la inocencia se convierten en nociones sin sentido; ‘culpable’ es quien se alza en el camino del proceso natural o histórico que ha formulado ya un juicio sobre las ‘razas inferiores’, sobre los ‘individuos incapaces de vivir’, sobre las ‘clases moribundas y los pueblos decadentes’. El terror ejecuta estos juicios, y ante su tribunal todos los implicados son subjetivamente inocentes; los asesinados, porque ellos nada hicieron contra el sistema, y los asesinos, porque realmente no asesinan, sino ejecutan una sentencia de muerte pronunciada por algún tribunal superior. Los mismos dominadores no afirman ser justos o sabios, sino solo que ejecutan un movimiento conforme a su ley inherente. El terror es legalidad si la ley es la ley del movimiento de alguna fuerza supranatural, la naturaleza o la historia” (pág. 373).

    En este encuadre toda discusión está perdida antes de empezar. Nunca se puede conciliar con un totalitario; se podrá discutir la teoría, si tal raza es mejor que otra, si se justifica o no hablar de razas, o si la historia va en una dirección o en otra, si es el proletariado o es la economía o la cultura o a la materia o el espíritu aquello que marca los cambios en la historia o define su evolución, podrá discutirse lo que se quiera, pero lo que no va a cambiar es la naturaleza íntima de la teoría, la sustancia ideológica que habilita todos los crímenes, todos los excesos, a saber: el terror viene de la esencia, es el movimiento por el que la teoría se hace patente; un hombre se hace patente caminando en dos piernas y hablando; su acción en movimiento lo define. El terror es la verdad puesta en acción, en movimiento, y es lo que define y explica al totalitarismo y que obviamente lo sustenta. Y conviene bien con el socialismo en cualquiera de sus acepciones, es un gran equiparador. Llega a la simplicidad más esencial a todas las cosas, es el igualitarismo absoluto, es el calvario de lo igual todo el tiempo.