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    Nº 2141 - 23 al 29 de Setiembre de 2021

    Hace un año, la soja en Chicago valía en el entorno de los 360 dólares por tonelada. Todo indicaba que los astros se alineaban a favor de una reducción fuerte de los stocks mundiales y una demanda de China muy fuerte. Los analistas de mercado de entonces hablaban de “varios años” de precios altos y de un futuro brillante para las materias primas, especialmente las agrícolas. Nos ayudaba el dólar barato y las tasas de interés casi en cero. En cuanto a lo que valía producir una hectárea de soja de primera, los costos por hectárea eran de unos US$ 540 (sin considerar la renta de la tierra), con lo que con un precio a futuro de US$ 370 se equiparaban los costos con 1,46 toneladas por hectárea. La soja de primera suele rendir entre 2,5 y 2,8 toneladas por hectárea, por lo que estaba asegurado el resultado. Si se agrega la renta de la tierra, digamos unos 800 kg de soja por hectárea, los costos aumentan en US$ 300, por lo que el costo de producción salta a US$ 836 y el rinde de equilibrio sube a 2,2 toneladas por hectárea. Es decir que la cuenta es muy fina para los que arriendan.

    La sequía cobró un peaje cruel de rendimiento, porque el promedio nacional cayó a 1,8 toneladas por hectárea. Los precios subieron fuertemente a la cosecha, llegando a los US$ 500, pero no todos lograron vender su cosecha (por magra que sea) a esos precios. Como país, el resultado de la soja dejó a mucha gente con gusto a poco, y a otros tantos debiendo. La soja Chicago tuvo un pico en el entorno de los US$ 545 y hoy vale en el eje de los US$ 466.

    Los costos para hacer soja este año subieron, y se estiman (sin considerar la renta de la tierra) en US$ 573 por hectárea. Si se agregan los mismos US$ 300 de renta, estamos en US$ 873. Con un precio de venta a futuro en el entorno de los US$ 450, los costos se equiparan en 1,94 toneladas por hectárea. Y ahora viene la parte difícil: estamos a las puertas de una nueva sequía, con características similares a la del año anterior. Si sacamos el mismo rinde promedio a nivel nacional, el que hace soja cambia la plata y gana unas monedas. Es una cuenta muy justa y con riesgos muy altos. Naturalmente quien tiene campo propio está en una situación mejor, pero no es que haga una fortuna. Algo parecido pasa con los cultivos de invierno: los costos de la campaña 2021 se dispararon y con ello los rindes de equilibrio, y esto expone al sector a que cualquier traspié con el clima genere consecuencias difíciles de lidiar.

    Así pues, del futuro venturoso que teníamos hace un año hoy nos encontramos a mitad del camino del auge de los precios sin haber podido capturar mucho de las promesas que nos deparaba un cuadro de oferta y demanda global de aquel entonces. La soja cayó casi US$ 100 en dos meses sin que el cuadro de oferta global haya mejorado mucho como para explicar esa caída (es casi 1/5 del valor). Entonces, ¿que está pasando? La mitad de la producción de soja prevista para el 2021/22 todavía ni se ha sembrado y las estimaciones de oferta para países como Brasil y Argentina son si se quiere muy optimistas. Aun así, el mercado de soja lleva semanas bajando en forma sostenida y el escenario internacional ha cambiado un poco. China, que se llevaba todo a cualquier precio, ha decidido tomarse un tiempo porque está también lidiando con otros problemas en su economía.

    Es cierto que la suba de los costos de los insumos agrícolas está en parte justificada por algunos problemas logísticos globales y por el auge de la agricultura a nivel mundial. Pero, como dice un amigo economista, nunca hay que olvidarse de que los granos responden mucho a precio y siguen un modelo teórico que llamábamos de telaraña dinámica, donde hay una retroalimentación de los precios y las cantidades. Lo llamativo de la coyuntura actual es que los precios no suban, siendo que el cuadro de oferta y demanda sigue tremendamente ajustado. En otras circunstancias, con estos números, la especulación financiera se estaba haciendo una fiesta y los precios estaban volando por el aire. Tal vez la nueva normalidad también llegó a los mercados de materias primas y ahora bajos stocks no son más sinónimo de altos precios.

    Los años venturosos de la agricultura se están empezando a topar con los primeros nubarrones. No hay que dejarse engañar con los números. Como me dijo hace poco un agricultor: ves pasar millones, pero cuando se pasa el cedazo quedan monedas. Es como andar en bicicleta a piñón fijo: la frenada puede ser muy dolorosa.