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    El todo y la nada

    N° 1921 - 08 al 14 de Junio de 2017

    La estrategia del Frente Amplio, como la de cualquier partido que esté en el poder, es conservarlo a como dé lugar. La táctica empleada por este partido para cumplir ese objetivo ha sido muy inteligente y, sobre todo, tremendamente eficaz.

    Como antes el Partido Colorado, hoy el Frente Amplio es el único partido “catch all” (“agarra todo”) que queda en Uruguay. Desde la centroderecha hasta la izquierda más radical, abarca casi todos los carriles electorales que se ofrecen al ciudadano.

    El último ejemplo de la aplicación de esta brillante táctica es el intenso “debate” que promovió la semana pasada el ministro de Economía, Danilo Astori, al culpar al gobierno anterior —que él integró como vicepresidente de la República— por los desastres en el gasto que terminaron con un desorden generalizado de las cuentas públicas.

    Mencionó al ex presidente José Mujica y a los ex presidentes de Ancap, Daniel Martínez y Raúl Sendic, para identificar a los responsables. “Tuvimos discrepancias con el presidente de la República (…) en el plano impositivo y también en la situación de algunas empresas”, dijo Astori en una entrevista con el periodista de Búsqueda Andrés Danza. Véase la dimensión de las “discrepancias”: los impuestos y las empresas públicas. ¡Nada menos!

    Como si el anterior gobierno hubiera sido dirigido por un partido diferente al Frente Amplio, el ministro agregó: “Nosotros, con los que estaban en el Ministerio de Economía incluidos —Fernando Lorenzo y Mario Bergara (ex ministros), y Luis Porto, Alejandro Antonelli y Jorge Polgar (ex subsecretarios)—, advertimos sobre el efecto negativo, que luego se verificó, del manejo que tenían algunas empresas”, pero “la advertencia no se tradujo en medidas concretas por parte de quienes tenían la posibilidad de tomarlas”.

    Después, cuando la caballería frentista se le vino encima, asumió in totum su corresponsabilidad en la debacle. Pero el efecto ya se había generado. ¿De qué habla hace una semana todo el sistema político, los comentaristas, los politólogos, los encuestadores y la ciudadanía interesada en estos asuntos? De la “pelea” entre líderes frentistas. Hablan los frentistas, por supuesto, ocupando las portadas de la prensa y los titulares de las radios y la TV. Pero también los orientadores de los partidos de la oposición, que parecen incapacitados para colocar temas propios en el eje de los debates públicos.

    ¿Daña al Frente Amplio que se exacerben las inocultables discrepancias de sus múltiples sectores? En absoluto. En realidad, ocurre todo lo contrario: los espacios que se dedican a la “feroz” interna frentista refuerzan su condición de único partido “catch all”. Los ciudadanos —especialmente esa enorme cantidad que responde “no sabe/no contesta” en los sondeos de opinión pública— sienten que votando a Astori no están votando a Mujica o que votando a los comunistas no están votando a Nin Novoa. Pero, al final, nadie da un paso al costado y todos los votos van al Frente Amplio que, de sobra, cumple con su objetivo estratégico de permanecer en el poder.

    Todo esto es mérito del Frente Amplio. Pero también es culpa de la oposición, que aunque por momentos no parezca advertirlo, representa a la mitad del país. Y, al menos por ahora, ningún dirigente de esta parte del sistema político alcanza la estatura de estadistas que, en la coincidencia o en la discrepancia, tuvieron los ex presidentes Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle Herrera y Jorge Batlle.

    El Partido Nacional, el principal del arco opositor en las actuales circunstancias, tiene a un líder joven, Luis Lacalle Pou, que “se cuida” de meter el cuchillo a fondo porque siente que la presidencia le caerá en las manos como una fruta madura en el 2019. No será tan fácil. Cuentan que hace poco, durante una reunión partidaria, un importante legislador blanco golpeó la mesa en presencia de Lacalle Pou y exigió que el Partido Nacional no se limite a ir “de La Tahona a Carrasco”. Puede que el reclamo sea un poco injusto teniendo en cuenta los enormes esfuerzos que Lacalle Pou está haciendo para sacudirse esa imagen que le endilgan otros. Sin embargo, los blancos no deberían echar en saco roto el reclamo del legislador si quieren ganar las próximas elecciones.

    ¿Y el Partido Colorado? Tiene a uno de los más serios y mejores senadores de la oposición, Pedro Bordaberry. Pero ya anunció que se retirará. Y, aunque no lo hiciera, el histórico “partido de gobierno” uruguayo precisa un terremoto interno para soñar con alguna chance de mejorar su paupérrima base electoral. Que, ciertamente, no logrará si se mimetiza con el Frente Amplio, como insinuó la semana pasada en este semanario su nuevo secretario general, el criador de pollos y diputado Adrián Peña.

    Sanguinetti, que no quiere pero sería el candidato ideal para enfrentar la dramática situación del partido, declaró el domingo 4 a la periodista Valeria Gil en “El País” que “los blancos solos no le ganan al Frente Amplio”. Eso es muy cierto. También lo es que esta oposición dividida, fragmentada y, en ocasiones, enfrentada por nimiedades, tampoco le gana al Frente Amplio.

    Pablo Mieres, líder del Partido Independiente, es otro de los más meritorios senadores de la oposición. Ha denunciado al Frente Amplio sin pelos en la lengua por su conducta vacilante, cuando no favorable, respecto a la dictadura venezolana. Y ha puesto con vehemencia y claridad los puntos sobre las íes sobre el fantástico descalabro de Ancap. No obstante, cuando la semana pasada el diputado Gonzalo Mujica convocó a una reunión de todos los no frentistas, sorprendió al resolver “no aparecer en esa foto” para reivindicar sus raíces de “izquierda democrática” que, por más que hubiera concurrido, nadie le habría negado.

    En la entrevista de “El País”, Sanguinetti también “ninguneó” a Edgardo Novick, cuyo Partido de la Gente ya marca más que el Partido Colorado en algunas encuestas. “Es una aventura personal. (…)Novick es una figura individual; no estamos hablando de un partido con una construcción ideológica ni con un pensamiento. Simplemente, es una persona que tiene la aspiración de la presidencia”, dijo Sanguinetti. Puede ser. Pero, como mínimo, es una novedad para la ciudadanía que observa a una oposición aletargada y somnolienta.

    El 13 de mayo de 1940, cuando presentó su gobierno en la Cámara de los Comunes, Winston Churchill les adelantó a los diputados qué se proponía hacer para enfrentar a Hitler y al nazismo. “¿Me preguntan en qué consiste nuestra política? Se los digo: hacer la guerra en el mar, en la tierra y en el aire, con todo nuestro poder y con toda la fuerza que Dios pueda darnos; hacer la guerra contra una monstruosa tiranía, sin igual en todo el sombrío y lamentable registro de crímenes de la humanidad. Esa es nuestra política. ¿Me preguntan cuál es nuestra meta? Se los contestaré con una palabra: la victoria. La victoria a cualquier precio, la victoria a pesar de todos los errores, la victoria por largo y difícil que pueda ser el camino; pues sin victoria no sobreviviremos”.

    Salvando las obvias y enormes distancias de personajes, situaciones y circunstancias, un espíritu como ese es el que precisa la oposición si quiere sacar al Frente Amplio del poder. De otro modo, en el 2020 habrá un cuarto y merecido gobierno frentista gracias a la notable estrategia electoral de sus dirigentes y a la mirada corta de la oposición.