Sr. Director:
Sr. Director:
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáUn poco de comparación del transporte público en Montevideo con el de Japón. He tenido la suerte de conocer varias ciudades del mundo y trasladarme dentro de ellas. Las últimas y más espectaculares han sido las ciudades de Japón. Conocidos por su orden, respeto y prolijidad, creo debemos aprender mucho de ellos, y el transporte público es un buen punto de referencia en el que estamos a años luz de ellos.
No voy a aburrir con toda la red de transporte que cuenta Japón y me enfocaré específicamente en la experiencia vivida con los ómnibus urbanos.
Para empezar, las paradas de ellos tienen las columnas y una pared de cristal que da hacia la calle. Se encuentra en el cordón de la vereda y este cambio tan pequeño es magnífico. Primero, que protege de ruidos y aún más importante, de salpicadas en los días lluviosos. Y segundo, al estar las columnas en el borde de la vereda, ni el techo ni las paredes estorban el tránsito de los peatones.
Las paradas también cuentan con un dispositivo mecánico que avisa las líneas que se están acercando a la parada. Por lo que no hay necesidad de tener una vista de águila, o como muchas veces ocurre en Montevideo, caminar para ver qué línea se encuentra detrás de la que está detenida en primera fila, ya que además, como la parada tiene una puerta a la calle, el ómnibus debe detenerse en el lugar indicado.
Ya la experiencia esperando es gratificante, teniendo un buen refugio y sin temor a perderlo por una distracción, ya que el conductor para en cada parada, haya o no gente para abordar o descender. La única vez que vimos que se salteaba una parada fue porque nadie había solicitado el descenso y porque no había nadie ni siquiera cerca de la parada, e incluso así aminoró la marcha. Esto no generó ningún retraso en el horario establecido de la línea.
Cuando llega el ómnibus a la parada, primero se abre la puerta delantera al lado del conductor, por la cual descienden todos los pasajeros que deseaban descender en dicha parada. En caso de que haya muchos para descender, no es hasta que se baja la última persona que no se abre la otra puerta, la cual está ubicada en el medio, una puerta amplia y a una altura ideal, ya que el ómnibus tiene un sistema de suspensiones que inclinan el lado por el que ascendemos y descendemos para que sea más fácil subir y bajarse de la unidad. Esta inclinación vuelve a la normalidad una vez que se pone en marcha.
Lo primero que notamos al subir a la unidad, que son considerablemente más cortas y con menos capacidad que las que se ven en Montevideo, es lo amplio que es y que, lógicamente, están aclimatadas con aire acondicionado. Luego vemos que no hay nadie cobrando. Primero te subes y luego pagas cuando te bajas. Esto, sumado a otro punto que explicaré en instantes, facilita muchísimo la velocidad de carga y descarga en cada parada, incluso cuando sólo permite hacer una cosa a la vez.
Se perciben los asientos acolchonados y limpios, sin boletos en el suelo ni grafittis en las paredes o respaldos, y con silencio. Sí, las unidades son silenciosas y no hay gente gritando por celular ni recibiendo mensajes continuamente; tampoco hay ningún adolescente escuchando música. Al tomar asiento, nos damos cuenta de que en la parte delantera del ómnibus hay un monitor, dos máquinas y un conductor uniformado que va, ocasionalmente, dando relato por altoparlantes de la parada que se aproxima. En el monitor se puede encontrar mucha información, entre ellas dónde estás y cuáles son las próximas cinco paradas, cada una de ellas con un lugar de interés turístico o de importancia para los propios ciudadanos. Va rotando la pantalla que se muestra, donde nos indican el valor del viaje, que es considerablemente más caro que en Montevideo, pero haciendo una comparación con la calidad del servicio, nuestro boleto parece caro.
También se explica que hay que pagar con cambio justo, si es que no se dispone de un medio electrónico de pago. Allí es que entendemos que una de las máquinas es para pagar el boleto, donde cuenta con un lector para tarjetas similares a la STM, y un recipiente para monedas, donde se paga con el cambio justo. Para ello está la otra máquina, que lo que hace es dar cambio cuando no tienes justo. Este es el otro punto importante que facilita el ingreso y la salida de la unidad. No tienes que manejar dinero en la calle, ni tampoco estarás expuesto a las inclemencias del tiempo porque no hay demoras al subir, y siempre tendrás cambio justo para pagar pues hay una máquina para ello. Por lo que al momento de bajarse y pagar el boleto, lo hace realmente fácil y demora un segundo, tanto la forma manual como la electrónica. Tampoco se generan residuos ya que el recibo o es electrónico, o simplemente lo abandonas allí.
Es interesante también recalcar que cada vez que un pasajero paga su boleto, el prolijo conductor agradece por el altoparlante a cada uno de ellos, con una expresión y ánimo que parece estar orgulloso y contento de su labor. No se distrae con música o programas en la radio; tampoco chusmea el celular de vez en cuando.
Cuando se acerca el momento en que deseas descender y tu parada es la próxima, se nota que no hay un botón de descender, sino decenas de ellos. Cada asiento tiene un botón al alcance de la mano, lo que permite que la gente no se levante hasta que la unidad no se haya detenido y abra la puerta delantera. Esto en materia de seguridad vial, sobre todo para niños y personas mayores, es mucho más seguro que estar corriendo y apurado esquivando gente para apretar el botón a tiempo.
La experiencia es totalmente grata. Parece mentira que un sistema en dos tiempos sea más eficiente que el sistema que se usa en Montevideo, pero es así.
Al ser unidades más pequeñas puede haber más frecuencias, hacen menos ruido y visualmente hasta contaminan menos. Si bien Japón tiene calles más estrechas que Montevideo, en muchas zonas el tamaño de las veredas son idénticos.
Es interesante que cambios tan pequeños afecten tanto el servicio que se les da a los pasajeros. Que esto es algo que tienen muy olvidado. Los pasajeros somos clientes; que no haya alternativas no justifica que deban tratarnos mal.
El primer día que volví del viaje y tomé un 116 desde Buenos Aires y Misiones (esta parada no tiene refugio alguno y las decenas de personas que esperan los múltiples ómnibus que paran allí, estamos a centímetros de los vehículos) hasta mi hogar, bromeé con tristeza con mis compañeros de viaje. Obviamente tuve que caminar hasta mitad de cuadra, pues corría el riesgo de que subieran allí y se fuera la unidad cuando arrancaran los ómnibus que tenían delante. Al subir luego de pagar el boleto, el guarda hizo un comentario de mal humor, preguntando en voz alta “¿no quieren caminar?”, aludiendo a las personas que se negaron a caminar, o no lo vieron, y pararon el ómnibus donde correspondía. Había dos personas entre una multitud de gente hablando por celular, que por suerte no podía escuchar lo que hablaban pues el conductor y el guarda tenían una cumbia de fondo en un volumen considerable. La temperatura en la unidad tenía demasiados grados más de una temperatura acogedora, y no era por el aire acondicionado, sino simple calor corporal.
También me da mucha pena ver el mal estado de las unidades. Y sin siquiera hablar del estado en el que está el interior de las mismas, basta prestar un poco de atención a las luces, que por leyes viales deben de permanecer encendidas y en buen estado, muchos cuentan con luces quemadas. Los invito a prestar atención a las luces de los ómnibus y también de taxis, pues da vergüenza la cantidad de conductores profesionales que ni siquiera tienen las luces en condiciones. Luces que son increíblemente fáciles de revisar, pues la mayoría de estas unidades salen de un mismo estacionamiento cada día. La Intendencia tendría que poner de vez en cuando a un inspector en la puerta de estos lugares y les aseguro que el aparato recaudador subirá notablemente.
No pretendo que las cooperativas obtengan los niveles de excelencia que hay en Japón. Pero mejorar un poquito el servicio sería muy placentero.
El transporte urbano es malo. Personalmente si puedo ir caminando, lo prefiero a esperar un ómnibus. Cada vez hay más autos en Montevideo, nos quejamos del tránsito, pero no tenemos muchas alternativas reales que puedan suplantarlos. Las cortas distancias en ómnibus se alargan en tiempo.
Y sin embargo, con muy poco se puede cambiar mucho. He mencionado cambios que no requieren análisis de frecuencias ni recorridos de las líneas, que creo también deberían ser modificados. No puede ser que entren tantas unidades al mismo tiempo a Ciudad Vieja. Las colas de ómnibus que se forman en las paradas dentro de Ciudad Vieja demoran más que lo que demora la gente en subir y apretarse como sardinas.
Tampoco pretendo que se modernice la flota para que los ómnibus se inclinen para poder subir más fácil. Pero con parar cuando se les pide y en el lugar indicado, estarían haciendo una gran diferencia.
Cada vez que sube el boleto los montevideanos ponemos el grito en el cielo y muchos coincidimos que el boleto no es caro, sino que el servicio es lamentable.
Tengo gran esperanza que le llegue esta carta pública al nuevo intendente, el ingeniero Daniel Martínez, que asumirá como intendente de Montevideo el próximo 9 de julio, y tome algunas de estas ideas de un pueblo que está muy avanzado respecto al nuestro, pero por sobre todo, están muy avanzados en materia de transporte.
Marcelo Michelini
CI 4.255.833-0