Pocos segundos después los niños se levantan y ensayan una variada rutina de posiciones y estiramientos: solos, tomados de las manos, sosteniéndose con un pie o apoyados en sus espaldas, con más o menos éxito, pero siempre imitando a su profesora u observando las ilustraciones del libro que está apoyado junto a ellos, donde una cariñosa vaca también ensaya las posiciones.
Tras más de 45 minutos de posturas físicas y ejercicios de meditación, los alumnos se aprontan a terminar la clase. Sentados en ronda, con los pies descalzos, las piernas cruzadas, los ojos cerrados, la cabeza inclinada y las manos en namaste, es el fin de una actividad que apunta a que desarrollen desde muy temprana edad una capacidad física, mental y emocional que los favorezca en su aprendizaje a nivel general.
Su avance cruzará otro mojón el 7 y el 8 de noviembre, cuando se organicen en Montevideo las “Primeras Jornadas de Yoga en la Infancia y la Adolescencia”. Enfocadas en capacitar a docentes y educadores que quieran aplicar la práctica en sus clases, su objetivo es “generar un espacio de sensibilización, promoción y difusión” de la importancia del yoga como herramienta complementaria, en el ámbito educativo, para el desarrollo integral de los niños y adolescentes
“Se trata de hacer ruido para que en la enseñanza estén atentos de que existe esta herramienta y de que hay cada vez más gente que la está aplicando”, explica a Búsqueda Yolanda Bruzzese, licenciada en Artes Visuales en el Instituto Nacional de Bellas Artes, pero también formada como profesora de yoga luego de un intenso periplo por Argentina, Italia e India.
Aunque Bruzzese enseña en el Incre la técnica como una materia de Primaria incorporada a la currícula, también lo hace en los colegios privados como actividad extracurricular y en las escuelas públicas incluyéndola dentro de la materia de Artes Visuales, de la cual es profesora.
En ese último caso sienta a los alumnos en ronda y les imparte posturas y ejercicios durante diez minutos con la intención de relajarlos y concentrarlos previo al comienzo de la clase.
“Me han inspeccionado en las dos escuelas públicas donde enseño y la dos inspectoras están totalmente de acuerdo. Las directoras y obviamente muchos docentes también lo están”, asegura. La inspectora de la escuela Nº 193 José Luis Zorrilla De San Martín, uno de los centros donde enseña, “quedó impresionada” al ver su desempeño, porque “sin subir la voz” logró comunicarse adecuadamente con 30 niños.
Bruzzese, quien desde 2005 forma a docentes para que enseñen yoga en las escuelas y liceos, explica que aunque hasta ahora la gran difusión de la práctica se da en el ámbito privado, hay un interés creciente en los establecimientos públicos. “Los docentes lo creen favorable, muestran más disposición y lo que buscamos ahora es difundirlo más”.
En esa búsqueda ya cuentan con el aval del Ministerio de Educación y Cultura, que auspició la organización de las jornadas de noviembre, y también con el visto bueno de los jerarcas de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP).
“Creo que debemos prestar atención a todas las prácticas que colaboran para el aprendizaje de los chiquilines. Hay cosas que funcionan y que también pueden tener su espacio. Debemos ser abiertos a nuevas prácticas y no cerrarnos ante lo tradicional, porque está comprobado que la educación hoy pasa por muchos carriles diferentes”, dijo a Búsqueda Wilson Netto, presidente del Consejo Directivo Central (Codicen) de la ANEP.
Miedo.
El Incre, el Colegio Cuarahí, el Colegio Lagomar, el Instituto de los Jóvenes (Idejo), Life School, el Colegio Juan Salvador Gaviota y el Colegio San Leonardo son algunos de los establecimientos privados que incluyen el yoga en sus programas extracurriculares. Desde la Asociación de Institutos de Educación Privada (Aidep) afirman que el número va en aumento.
“Cada vez hay un mayor interés en las instituciones educativas por incentivar actividades que desarrollen física y mentalmente a los jóvenes. En ese sentido el yoga tiene cada vez mayor presencia”, indicó a Búsqueda su presidenta Zózima González.
Respecto al ámbito público, Bruzzese asegura que muchos docentes que se capacitaron con ella ya imparten el yoga como introducción a sus materias, tanto en la capital como maestros de escuelas del interior ubicadas en Cerro Largo, Durazno y Rivera. Sin embargo admite que para que realmente logre instalarse como método de aprendizaje es necesario que el sistema en su conjunto supere ciertos prejuicios.
“Al no conocerla, la práctica les genera a docentes y autoridades esa idea de miedo, como que se trata de algo misterioso. Acá en Uruguay la palabra yoga asusta un poco y no debe ser así”, dice, mientras espera que las jornadas ayuden a “desmitificar” la disciplina, pues el yoga que se practica en Occidente a nivel de educación no se hace con un enfoque religioso sino en la búsqueda de beneficios para la salud.
“En Argentina, un país con preeminencia católica, hay en estos momentos una petición al gobierno de la Capital Federal para incluir las técnicas de yoga en las escuelas públicas. En Italia me contrataron para dar clases de yoga en la educación pública y pese a que también es un país muy religioso estaban abiertos totalmente”.
Mochilas.
La palabra yoga proviene del sánscrito ioga, que refiere a “unión”. Originada en la India hace más de 5.000 años, los principios de la práctica se difundieron en un principio a través de la transmisión oral y luego mediante escritos. En algunos casos las personas practican el milenario sistema asociado a religiones como el hinduismo, el budismo y el jainismo. Sin embargo, generalmente se utiliza desprendido de conceptos divinos, simplemente con la intención de equilibrar el cuerpo, la mente y el espíritu para lograr un bienestar absoluto.
Bruzzese, pionera en Uruguay del yoga como método educativo, comenzó a practicar la actividad a los 18 años, luego de que le diagnosticaran una escoliosis grave con la cual corría riesgos de quedar paralítica, escoliosis a la que define como “muy pronunciada y que después de tanto yoga hoy se nota muy poco”.
Más allá de sus beneficios estrictamente físicos, como el corregimiento de la columna vertebral, el desarrollo de habilidades motoras y el control adecuado de la respiración, para la docente el yoga es esencial en la educación, pues ayuda a los alumnos a sobrellevar sus problemas emocionales, reduciéndoles el estrés y mejorándoles el humor.
“En esta época los niños y jóvenes cargan mochilas emocionales, entonces para cargar esas mochilas el yoga es súper beneficioso porque armoniza cuerpo, mente y emociones. Trabaja los tres planos”, apunta, y destaca su valor para fines académicos. “Vos podés estar dando una clase de matemática y antes de comenzar podés realizar unos minutos de yoga. Te aseguro que los alumnos van a estar mucho más tranquilos y concentrados después de eso. Veo los resultados todos los días y pese al tiempo que hace que enseño aún me asombra la reacción de los chicos”.
Sus palabras resultan mucho más comprensibles al ver su segunda clase de yoga del día, en este caso para los alumnos de 6º año del Incre. Son las 15:00 y un grupo de niñas llega a la entrada de la carpa. Una de ellas parece demasiado acalorada para la relativamente baja temperatura que rodea la tarde. Con la cara roja y la boca entreabierta en busca de aire, dice a Bruzzese que no se siente muy bien.
Junto al resto del grupo, se quita los zapatos y comienza a caminar sobre la colchoneta azul rodeada por el dulce humo de incienso. Se acuesta boca arriba y se deja llevar por las indicaciones de la profesora en una técnica conocida como yoga nidra, que consiste en alcanzar un estado de sueño consciente a través de instrucciones sistemáticas.
Pronto, los ruidos que llegan desde el recreo de los alumnos de liceo quedan atenuados por el absoluto silencio adentro de la carpa.
La frontera entre la vigilia y el sueño que domina a los alumnos permanece durante varios minutos y, tras despabilarse, los niños completan la rutina con un diverso abanico de posturas. El semblante de la niña acalorada ya tiene otro gesto, bastante menos agobiado y con una distendida sonrisa que le ocupa la cara mientras el “oooooommmmm...” vuelve a apoderarse del Prado.