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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa hora argentina. Una carta mía publicada en Búsqueda hace varios meses contestaba un artículo periodístico firmado, muy negativo para el pueblo argentino, condenado al continuismo del sistema instalado por los K., según el periodista. Se me disculpará la vanidad de haber anunciado la posibilidad de un cambio. El tema de fondo lo vislumbró el médico alemán Brendel, instalado en Uruguay durante 30 años. “Pude comprobar la capacidad que tienen los países para sobrevivir en medio de calamidades” (no es versión textual). El Uruguay no se agota en la histeria corporativa y partidista contra un flamante gobierno electo por amplísima mayoría. Ante tal espectáculo prosperan muchos que piensan en una impotencia congénita de los uruguayos.
Argentinos y uruguayos padecemos vicios viejos; no es momento de describirlos. La sociedad argentina acumula vicios, el consumismo, vanidades, fracturas regionales de toda clase, corrupción extendida, adicciones terribles, sexualidad estúpidamente colocada como bien supremo e incompatible con el capítulo de familia, trabajo, derechos y deberes de la propiedad, etc. etc. Pasa desapercibido el capítulo de talento, la solidez cultural, la generosidad extrema, la hospitalidad. Tal hospitalidad nos permitió sobrevivir y criar familia durante la dictadura militar y, a pesar de la publicidad oficial que aconsejaba no atender a extranjeros sospechosos, que éramos “tupamaros”. Hubo grandeza en la sociedad argentina en momentos tremendos. Hubo grandeza política a la salida de la dictadura. Radicales, socialistas, intransigentes, se solidarizaron activamente con los exiliados. Los radichetas pagaron un ómnibus para traernos a votar en el ‘84, aun sabiendo la proporción elevada de frentistas. No fue así con los peronistas, que salieron de la dictadura sin aprender nada del pasado.
Los K hicieron todo para corromper el alma argentina. Dos datos merecen destaque: el temor acumulado determinó que los votantes escondieron a encuestadores en puerta de urna su verdadero voto. Encuestadores del macrismo tenían en manos diferencia de 8 puntos en favor de Scioli, todavía algunas horas después del cierre de las urnas. Ese es el dato terrible. La gente teme, escondió su voto.
Cristina metió temor en todas las cabezas, así como cooptó cabezas de intelectuales con la bonita mentira de izquierdismo, de derechos humanos, etc.
Cristina hizo lo mismo que el Sr. Adolfo Hitler, un maestro de muchos políticos del sur. Este señor llamó a su agrupación minoritaria con el título de nacional-socialismo, y así embaucó a muchos intelectuales alemanes en el año ‘29. Ya poderoso, con el sartén por el mango, hizo la noche de terror, degollando a los ingenuos que reclamaban cosas y molestaban. En Argentina no fue necesario el degüello. Cristina disfrutó de medios masivos para meter una prédica de terror, y bastó el terror larvado. Empresarios y prensa discordante fueron aplastados por la diatriba y por los inspectores de la DGI que cercaban al rebelde.
Llegó la hora de la verdad. No valen comparaciones con el fracaso de Alfonsín cercado en 1984 por el ejército civil peronista, por el ejército oficial incambiado de la dictadura, por la parte aristocrática de la Iglesia y carente de una estructura partidaria vigorosa. Alfonsín fue una paloma entre halcones, pero él mismo perdió con algunos partidarios pervertidos. Otra Argentina tenemos en 2015. Empresariado heterogéneo, pero encuadrado en el marco internacional que lo obliga a competir y a depurar filas. Una Iglesia renovada como nunca. Un sindicalismo fragmentado, en parte solidario con Macri y con Massa. Finalmente, el peronismo cambiado, parte importante asqueado de la dictadura virtual de los K. Y, finalmente, Macri ha formado pacientemente un equipo humano, fundado en las viejas reglas del respeto mutuo, del nadie es dueño de nada en la política, sino sólo un compañero con más experiencia. Más difícil por la banalidad, por la droga, por la corrupción en las filas del Estado, por lo menos cabe señalar que nunca había existido tanto poder organizado para ordenar la Argentina. Cabe la esperanza.
Confesemos en Uruguay que estamos en el proceso inverso: nunca ha habido tal caos dentro del gremialismo y dentro de los partidos políticos, dentro de todos los gremialistas, dentro de todos los sectores partidarios.
Pero existen reservas morales, existen cabezas frías, existe talento dentro del gobierno y fuera del gobierno. Confesemos desesperanza por la chatura de los medios masivos de prensa, radio, TV, etc.
Silos Piedracueva
CI 2.027.875-2
Jaureguiberry (Canelones)