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    En 10 años se multiplicaron las niñas que juegan al fútbol; para autoridades todavía es “tabú” y persisten prejuicios

    Hasta el año 2002 las niñas no tenían permitido jugar en los equipos de varones de la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI). Cuando finalmente se autorizó, solo se admitía el ingreso de una niña por categoría. Un año después las autoridades de la organización se dieron cuenta de que la restricción era un “disparate”, y la eliminaron. En 2005, ONFI decidió crear el Departamento de Niñas. En ese momento había 42 inscriptas; hoy son más de 2.000.

    Pero el avance es lento y los prejuicios persisten. La idea de que el fútbol es un deporte para varones, las dudas de los padres, la falta de oportunidades para practicar o competir, y las “cabezas conservadoras” entre los dirigentes de los clubes son factores que impiden que las niñas se integren en forma masiva al deporte más popular de Uruguay.

    “Las nenas disfrutan igual que los varones hacer un buen pase, un buen dribling, un gol. Hay que entender eso para entender el déficit que tenemos a nivel de país”, dijo a Búsqueda el presidente de ONFI, Jorge Burgell. “No les estamos dando todas las posibilidades a las niñas para que puedan jugar”.

    Actualmente hay 70 equipos de fútbol infantil femenino, repartidos en unos 45 clubes. A las categorías sub 13 y sub 11 —que terminaron la semana pasada la décima temporada consecutiva— se incorporó, este año, la categoría sub 9.

    La tendencia no es aislada. “En los últimos 25 años por lejos el deporte de mayor crecimiento en todo el mundo es el fútbol de mujeres, y va a seguir creciendo”, afirmó Burgell. Hasta el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ha dicho que “el futuro del fútbol se conjuga en femenino”.

    Para eso, no obstante, todavía hace falta derribar varios prejuicios. En Uruguay “tenemos mucho retraso”, sostuvo Burgell. Y lo que sostiene es una autocrítica, asegura. “Es una autocrítica a ONFI y a algunas estructuras medias dominadas por hombres, y hombres conservadores”, que “no abren del todo las puertas a las niñas como queremos”.

    No obstante, en comparación con una década atrás, las cosas han mejorado. “Diez años atrás, cuando dábamos los primeros pasos con las niñas, había gente que te discutía, que te decía que las niñas no tienen que jugar”. Ahora, ya no lo discuten en voz alta. Pero mantienen sus reservas y, a la hora de decidir, no lo impulsan. “Siguen convencidos de que es un deporte para varones”.

    Es que la sociedad en general “todavía ve al fútbol como una cuestión masculina”, sostiene Burgell. “Si una niña quiere jugar fútbol, lo primero que se piensa es que es una rara. Y en la casa lo primero es tratar de disuadirla”, señaló. “Es una mirada conservadora porque toda la vida hemos visto jugar a los hombres y lo hemos ligado a lo masculino”.

    José Luis Yeraci es el encargado del Departamento de Niñas de ONFI. En su opinión, “hay demasiada tradición o tabú”, y “lo peor” es que “se inicia en la propia familia”.

    “Cuando te frena tu papá o tu mamá, es lapidario. Porque te está frenando alguien que te está guiando en la vida. Es el déficit más grande que tenemos”, afirmó. Yeraci dijo que en el “99% de los casos” los padres con hijas que juegan al fútbol cuentan que al principio le dijeron que no. “Siempre primero tratan de disuadirla”. Si la chiquilina insiste, terminan “enganchándose”, porque ven “cuánto disfruta”.

    Los de afuera son de palo.

    De hecho, terminan convirtiéndose en un dolor de cabeza para el técnico. Es que a diferencia de otros deportes menos populares, en el fútbol todos conocen las reglas, y todos opinan. Padres, hermanos y tíos les gritan indicaciones a las niñas —no con la violencia que se da en los partidos de varones, pero sí con pasión—y protestan por las decisiones del juez.

    “Lo primero que nos enseñó el técnico es que los de afuera son de palo”, dijo Sofía, jugadora de la categoría sub 11 de La Escuelita de Las Piedras, que el domingo 23 de noviembre disputó la semifinal contra Nacional de San José. En el entretiempo, el técnico de Nacional, el equipo rival, insistió con lo mismo: “¡En el partido me escuchan a mí! El técnico soy yo. Los consejos del tío y el papá no importan, los escuchan después del partido”.

    Es que “el fútbol es el deporte que todos conocemos”, dice Yeraci. Por eso, no falta el padre que opine sobre la formación del equipo, o la posición donde debería jugar su hija. “El técnico me dijo que juegue de nueve, pero papá me dice que tengo que jugar de punta”, dice Sofía confundida. Igual, conoce las reglas. “No tenemos que hacerles caso a nuestros padres, solo al técnico”, repite como de memoria.

    Ese domingo, la cancha del Club Nacional en San José era una fiesta. Decenas de niñas disputaban semifinales y finales en las tres categorías. Las canchas estaban rodeadas de familiares acomodados en reposeras que, entre tortas fritas y choripanes, alentaban a las niñas. Una de las hinchas más entusiastas contó, orgullosa, que tenía a sus dos nietas en la cancha. “Lloran por jugar, les encanta”, relató sonriente.

    “Jugar al fútbol no te hace menos femenina. Eso me dice mi madre”, dijo convencida Katerine, que tiene 11 años y empezó a jugar cuando tenía ocho. ¿Por qué eligió el fútbol? “Vi la pelota y me inspiró”, responde. Su compañera de equipo, Micaela, tiene 10, y juega desde los seis años: “Me encanta, es muy divertido”.

    Aunque menos violento, el fútbol de niñas no está exento de protestas. Para Belén, su equipo perdió “porque el juez les cobró muy mal”. Además, las otras “jugaban para competir” y no para “divertirse”, se quejó. Igual, las protestas son más discretas. En 100 partidos, solo hubo una niña expulsada. Enojadísima con el juez, le dijo algunos “improperios”, recuerda Yeraci.

    Selene juega de arquera, y aunque dice que el fútbol le gusta mucho, aclara que no se divierte tanto cuando juega con varones, porque no le pasan la pelota. “Son bastante egoístas y solo se la pasan entre ellos”, dijo fastidiada. Por eso, cuando juega partidos mixtos, pide para ir al arco.

    “Las chiquilinas no disfrutan igual que los varones. Disfrutan más”, afirmó Yeraci. Es que los niños tienen más presión, tanta que a veces dejan de disfrutar el juego.

    “Como los varones tienen la posibilidad del profesionalismo, de vivir de eso y salvar a la familia con una transferencia al exterior, hay una presión extra”, coincidió Burgell. “En los varones las familias focalizan esperanzas ilimitadas, y eso les perjudica lo que para ellos es un juego”. Eso no pasa con las niñas. Si alguna se luce y termina jugando en el exterior, es “una aventura de vida” o una oportunidad para estudiar fuera del país, explicó Burgell.

    ¿Solo para varones?

    Al contrario de lo que pasa en Uruguay, en Estados Unidos el soccer es un deporte fundamentalmente de mujeres. Mientras las chicas lo practican desde pequeñas en los colegios, los varones se dedican al fútbol americano, al béisbol o al básquetbol. Esto demuestra que en definitiva es un tema de “cabeza social”, y no de que el deporte sea más apto para un sexo u otro, sostuvo Burgell.

    “Si acá una niña quiere jugar al fútbol, los padres van a intentar disuadirla. En Estados Unidos tenemos el polo opuesto. Si un varón quiere jugar al fútbol, los padres van a tratar de disuadirlo y le van a decir que busque algo más masculino. Y los dos están equivocados”, afirmó.

    En la Asociación Uruguaya de Fútbol Infantil (AUFI), que depende de ONFI, se admiten niñas en equipos mixtos, pero su presidente, Ruben Silva, estima que son “apenas medio centenar”, informó el diario “El País” en una nota publicada en agosto.

    Aun cuando ONFI tiene la política de promover la integración de las niñas en el fútbol, Burgell dice que todavía hay clubes que no les permiten el ingreso. Algunos sí lo admiten pero luego los técnicos no están de acuerdo y no las aceptan en todas las categorías.

    Para las autoridades de ONFI, la clave está en la iniciativa que tengan los dirigentes de los clubes y de las ligas. Porque lo que nunca falta es el interés del público femenino.

    Cuando en 2005 se creó el Departamento de Niñas, en Treinta y Tres había diez equipos femeninos. Hoy no hay ninguno. ¿Cómo se explica? Cambiaron los dirigentes responsables, señaló Burgell. “En cada lugar donde se haga un intento de crear una liga, o un equipo, y se tomen las medidas elementales, como fijar un lugar donde entrenar, horarios, y difusión, nunca faltan las niñas”, afirmó.

    El objetivo de ONFI es que las 62 ligas inscriptas del país organicen al menos un torneo de niñas. Hoy solo lo hacen la liga de Paysandú, que desde hace más de cinco años organiza competencias en la categoría sub 13, y la liga de Barros Blancos, en Canelones, donde juegan sub 13 y sub 11.

    “Es la zona donde ONFI puede crecer”, sostuvo Burgell. Hoy son 62 ligas, 600 clubes y 60.000 niños. “Donde tiene para crecer es con las niñas, y por eso tenemos que intentar llegar a los lugares donde no hay”.

    ONFI ofrece incentivos para que los clubes impulsen la actividad entre las niñas. Por ejemplo, cuando el equipo femenino viaja a competir, se les da una ayuda económica. Si viajan con las tres categorías, reciben $ 24 por kilómetro recorrido, si van dos categorías reciben $ 22 por kilómetro y $ 16 si viaja una sola.

    “No hubiéramos avanzado sin este aliento”, sostiene Burgell. “Sería una hipocresía, porque la mayoría de los clubes no pueden soportar ese tipo de viajes”. Es que como hay pocos equipos, en la mayoría de los casos tienen que viajar para poder competir. Además, en los torneos de niñas los gastos de arbitraje los paga ONFI.

    Yeraci informó que este apoyo económico es parte de la política del Ministerio de Turismo y Deporte de impulsar el fútbol entre las niñas. Mientras en 2013 el Ministerio destinó en el entorno de $1.300.000 a esta actividad, en 2014 el monto ronda $1.750.000. De ese presupuesto, 80% se gasta en el traslado de los equipos y el resto en costos de arbitraje y premios.

    Por otro lado, ONFI concede todos los años un premio a las ligas más destacadas, según cumplan varios ítems, y entre ellos se incorporó el fútbol para niñas. “Es una forma de discriminación positiva; les damos un punto si organizaron algún tipo de actividad en el año con niñas”, explicó Burgell.

    “Hay clubes que me piden que los exima de eso, me dicen que no tienen niñas”, contó. “Pero niñas hay, lo que no hay es el mínimo interés de organizar un torneo para ellas”.

    Yeraci señaló que el ámbito clave para popularizar el fútbol entre las niñas es la enseñanza. “Ahí se pueden dar muchos más pasos, paralelos al nuestro”, afirmó. ONFI ha intentado que las escuelas incorporen algunas actividades, y han presentado proyectos, pero no ha tenido éxito. “Lo primero que quisimos hacer fue meterlo en las escuelas, porque después surge solo, las niñas empiezan a jugar y eso es imparable. Sería ir a las raíces”.