En un mundo de riesgos, la seguridad tiene un costo

Con la suba de los precios de los granos y de la energía, también suben los costos de producción de todo aquello que importamos (desde fertilizantes hasta insecticidas y herbicidas, pasando por los fletes). Ese aumento de costos (y, por consiguiente, de los rendimientos de equilibrio) se busca trasladar fuera del sistema agrícola, principalmente hacia las compañías de seguros que enfrentan una enorme demanda por seguros que cubran un rendimiento mínimo de cultivos de verano. La presión viene esencialmente de los financiadores de cultivos que buscan “blindar” su inversión al agricultor. El año pasado, se sembraron en el entorno de los 1,3 millones de hectáreas de cultivos de verano, de las cuales unas 200.000 se aseguraron contra rindes mínimos y tuvieron un mal resultado para la industria aseguradora. La tendencia es a que año a año aumente la demanda de seguros de rendimiento, y eso tiene que ver con la cada vez mayor dependencia de los agricultores del financiamiento externo para mantenerse en la actividad.

Los fertilizantes y la energía son también activos que pueden protegerse con instrumentos financieros para “estabilizar” sus precios y de ese modo evitar que los costos se vayan de las manos. Lo que ocurre es que en Uruguay quienes venden insumos simplemente se conforman con trasladarlo al agricultor, quien no tiene más remedio que aceptar, tanto más cuando depende del financiamiento para seguir en carrera. El vivir en un Uruguay, donde las tarifas de la energía vienen dadas y la relación con el mercado internacional era más que vidriosa, hoy nos abre posibilidades de manejar un costo de producción. Hay que empezar con la gimnasia de inventar productos que cubran precios de insumos no atados solamente a los valores de los granos, sino que sean independientes. Esto es válido no solo para la energía, sino también para los fertilizantes. Sin embargo, hoy en día no existe esa propuesta de valor por parte de quienes financian insumos.