Sr. Director:
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El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa lectura de la nota sobre el nuevo libro para liceales con un estudio “serio y técnico” del neoliberalismo, y el formidable (como todos los suyos) editorial de Claudio Paolillo sobre el mismo asunto, no hicieron más que exacerbar mi permanente estado de desesperación sobre el rumbo actual del mundo.
Hasta que me di cuenta de que no se trata de otra cosa que de un monumental error tipográfico de los que suelen causar los duendes de las imprentas.
Nos enteramos de que el neoliberalismo se caracteriza y configura por la presencia de los siguientes factores político-sociales-económicos:
– deja de lado los valores de libertad, justicia e igualdad
– solo le importa el orden
– no tiene problemas en aplastar los derechos individuales
– persigue a los homosexuales, a los sindicatos y a las organizaciones populares
– es nacionalista
– es xenófobo
– congela la desigualdad social (entiendo que eso significa que no permite la movilidad social)
Al leer esto, inmediatamente me deduje que se trata de un error.
Sin duda, los autores quisieron referirse al “socialismo real” y en la imprenta desafortunadamente se cambió “socialismo” por “neoliberalismo”. Quizá por obra de algún traductor automático de esos que utiliza Google al servicio del imperialismo (yanqui, por supuesto, el único que existe).
Si no lo tomamos con humor tenemos que cortarnos las venas. Estamos viviendo una pesadilla, en la que la estupidización masificante del populismo permite cualquier cosa.
Y no es por mala suerte o casualidad.
No me gusta afiliarme a ninguna teoría conspiratoria, pero una rápida lectura superficial de los lineamientos básicos de la “filosofía” posmoderna (Lyotard, Foucault, Derrida, Chomsky, Lacan, y también Rousseau, Kant y otra larga lista) nos muestra las razones por las que cualquier disparate vale.
Y no solo vale sino que puede —y suele— pasar por erudición y sabiduría.
Cuando se admite que la racionalidad es dañina, que la realidad no existe, que la verdad es siempre relativa y subjetiva y nunca un valor en sí misma, que la ciencia es “solo un relato más” comparable en cuanto generación de conocimiento con la religión o el arte, que la evidencia vale tanto como el dogma, que el argumento ad hominem no es una falacia sino una herramienta perfectamente válida de polémica, estamos fritos, o por lo menos, en el horno, como se dice ahora.
A la luz de estos razonamientos (perdón por la palabra) y estado del mundo, ¿nos vamos a preocupar porque se reinvente un pedacito de historia?
El daño cerebral masivo ya está hecho y es tremendo. El huevo de la serpiente está hoy en los departamentos de Estudios Sociales de las universidades norteamericanas, pero su génesis se encuentra en los filósofos germánicos de los siglos XVIII y XIX y —cuándo no— en la intelectualidad francesa.
Sr. Director, lo suyo son margaritas a los chanchos. Deje Búsqueda de lado y dedíquese a mirar los programas de chimentos de la farándula.
Es estéril todo esfuerzo. Vivimos entre rinocerontes.
Hugo Donner
CI 1.224.202-6