Nº 2256 - 21 al 27 de Diciembre de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn esta época del año suelo limpiar y organizar cajones, estantes y otros lugares, llevando a cabo una limpieza, tanto en mi casa como en el trabajo. En una caja de las tantas que tengo en un armario de mi oficina encontré un sobre cerrado con mi nombre escrito con una letra bastante reconocible y desprolija. Reconocible porque la letra era mía.
Al principio, no tenía recuerdo de haber guardado nada para mí en un sobre. Lo abrí y comencé a leer lo que estaba escrito, también a mano, en un par de hojas de block. No recordaba tampoco haber escrito nada ni menos haberlo metido en un sobre. Era una carta que tenía fecha de setiembre de 2012, escrita del Alejandro de aquella época al Alejandro del futuro. Y entonces me acordé. En un curso intensivo de liderazgo que hice en el IEEM dirigido por dos profesores internacionales, los participantes debían escribirse una carta a sí mismos que abrirían años después. Cumpliendo con participar del ejercicio, lo hice.
Mi carta incluía evaluación, reflexión y nuevos compromisos. ¿Por qué estoy agradecido? ¿Dónde puedo mejorar? Mientras la leía, no pude evitar reírme. Todo sonaba tan familiar… No solo porque la había escrito yo mismo, sino porque la había escrito hace más de 10 años. En ese momento, me vino a la memoria que suelo hacer este ejercicio esporádicamente y caí en la cuenta de que todas las cosas que ponía en esa carta, en esencia, eran iguales a tantas otras que había escrito para mí a modo de oportunidad de mejora y anhelo de cambio una y otra vez.
Es cierto que está bien ser agradecido por cosas similares año tras año. Pero ¿qué pasa con mis nuevos compromisos? ¿Por qué no puedo obtener una mejora real en ellos? Estos días estuve en la costa de Rocha, en silencio, reflexionando sobre esta pregunta, y comencé a ver algo que me había eludido antes, una relación entre las cosas por las que estoy agradecido con aquellas que quiero cambiar, que muestran una salida a ese ciclo infructuoso de superación personal fallida.
Cuando me pregunto “¿dónde puedo mejorar?”, mi lista suele provenir de mis defectos, de las cosas que no me gustan de mí mismo. Por ejemplo, mi ansiedad, mi falta de foco, que conlleva a no finalizar cosas que empiezo, hablar demasiado rápido o querer estar en varios lugares a la vez. Entonces, cuando pienso en lo que puedo mejorar, tan solo invierto esa lista: debo controlar mi ansiedad, debo tener más foco, debo aprender a disfrutar de los lugares donde estoy, y así sucesivamente.
Tratar de arreglar mis defectos me es familiar. Y, con un esfuerzo concertado, suele funcionar, claro está, durante uno o dos días. Pero, con mucha rapidez, vuelvo a mis viejos comportamientos. Casi siempre volvemos a viejos comportamientos. Lo que me hizo pensar: ¿y si el objetivo es volver a los viejos comportamientos? Sé que puedo lograrlo, es lo que hago de todas maneras. La clave está en ser consciente de qué viejos comportamientos elegir de forma deliberada. Ahí es donde entra en juego la pregunta: “¿Por qué estoy agradecido?”.
Las cosas por las que estoy agradecido son, por definición, ya parte de mi vida. Estoy agradecido por el tiempo que paso sin distracciones con mis hijos. Por poder conversar más y mejor con mis padres. Por la sensación de presencia y concentración que siento cuando escribo. Aprecio los momentos en los que realmente me centro y me concentro para escuchar al otro, tan solo para que sienta empatía, sin ánimo de querer cambiar nada de la situación en la que se encuentra. Por la claridad a la que he llegado en este último año sobre lo que es importante para mí y para mi vida.
En otras palabras, las acciones que me llevan a los aspectos que quiero mejorar ya las estoy haciendo de una u otra forma. El tema está en cómo convertir esos viejos comportamientos positivos en hábitos recurrentes. Cuando me sumerjo de verdad a escuchar a otro, sin necesidad de arreglar la situación en la que se encuentra, estoy hablando menos y más despacio. Cuando estoy presente y concentrado mientras escribo, bajo mi nivel de ansiedad. Cuando experimento tiempo sin distracciones con mis hijos, estoy más presente. En este contexto, el camino hacia la mejora puede no ser fácil, pero debería ser familiar. Y el simple hecho de saberlo puede marcar la diferencia.
Considerá las formas en las que querés mejorar. ¿Cómo se relacionan con las cosas por las que te sentís agradecido? Estoy dispuesto a apostar que, al menos en algunas áreas, las cosas por las que estás agradecido reflejan las cosas que querés mejorar. Esto significa que tu camino hacia la mejora está oculto en lo que te da placer, no en tu descontento.
Muchos lectores podrán argumentar que en el aspecto personal esto puede ser una tarea alcanzable pero que en el mundo empresarial esto no es tan trivial. Si bien hay varios puntos de distancia, hay otros tantos en que el camino del agradecimiento personal y corporativo convergen. Tendemos a focalizarnos en las cosas que queremos mejorar y no en fortalecer las que ya estamos haciendo bien y que indefectiblemente nos llevan a lugares de mejora. Crear cultura de gratitud en las empresas es una tarea que produce “palancas” de mejora. No quiero decir que solo con ser agradecidos mejorará el desempeño de las empresas. Lo que sí pienso es que generar hábitos de gratitud, centrados en los aspectos por los que debemos ser agradecidos en nuestras empresas, nos llevará a un camino de mejora en un clima de familiaridad y positivismo.
Además, los líderes debemos servir como modelos a seguir. Para algunos, la gratitud puede parecer aburrida o trillada. Si los líderes no aceptan la construcción de una cultura de gratitud, tampoco se puede esperar que los empleados lo hagan. Una forma en que los líderes podemos señalar compromiso en esta materia es tomarnos el tiempo para dar a cada colaborador un agradecimiento sincero y personalizado (y sostenible). Para que el cambio cultural se mantenga, los líderes deben predicar con el ejemplo.
Muchos colaboradores pueden sentirse tensionados a la hora de expresar gratitud o aprecio públicamente. Exponer a una persona a hacer algo sobre lo cual no se siente preparada puede ser contraproducente. ¿Qué tal por empezar creando espacios anónimos para la gratitud? Por ejemplo, se puede crear fácilmente un muro de agradecimiento, una cartelera en el comedor principal o un canal de Slack o Trello dedicado para que los colaboradores reconozcan a los demás y los feliciten.
En su libro Emotional first aid, el psicólogo israelí Guy Winch define la gratitud como “una emoción que nos conecta con la tierra y una excelente manera de equilibrar la mentalidad negativa que genera la incertidumbre”. Cuando expresamos gratitud, nuestro cerebro libera dopamina y serotonina, dos hormonas que nos hacen sentir más ligeros y felices por dentro, más motivados y dispuestos por fuera. Las reuniones de diciembre (¿por qué no de todo el año?) podrían comenzar con un check-in de gratitud durante el cual los participantes deben expresar una cosa por la que están agradecidos.
Estos últimos días del año son un buen momento para empezar a experimentar la gratitud como parte de nuestra vida profesional y personal. Te invito a que escribas tu carta a tu yo del futuro dando gracias por las cosas más importantes con las que cerrás este 2023. Es probable que quieras agregar algunas que desearías cambiar.
Lo más probable es que algunas cosas de tu vida ya las estés viviendo de la manera que aspirás. Quizá no todo el tiempo, pero sí gran parte del tiempo. No te estás moviendo de la nada a algo, te estás moviendo de algo a algo más elevado, intenso, satisfactorio. La brecha de mejora tiene que ver con la perseverancia más que con cualquier otra cosa. ¿Qué versión de ti mismo sos en los momentos en los que estás agradecido? ¿Cómo te sentís? ¿Qué cosas sos capaz de conseguir cuando estás en clave de agradecimiento? Es bueno visualizarnos en esos momentos de gratitud y traerlos a nuestro presente.
Cuando abras la carta en el tiempo que vos mismo te marques para hacerlo, te llevará a la versión del pasado y reflejará cómo estabas cuando te ponías en clave de gratitud. Recordarte a vos mismo lo que ya has hecho en el pasado es una forma mucho más confiable de cambiar tu comportamiento. Es más creíble, razonable, factible, repetible, sostenible que comenzar un comportamiento completamente nuevo en el futuro. Estás recordando, no inventando. Estoy seguro de que ya sos en un alto porcentaje la persona que aspirás a ser y por la cual estar siempre agradecido.
Cuentan que en un cumpleaños infantil un mago le dijo a una niña de tres años que soplara en su pañuelo blanco y dijera la palabra mágica para que saliera la paloma de adentro de su puño. Todos esperaban el famoso “abracadabra” pero la niña lo miró y le dijo esa olvidada palabra mágica en el mundo adulto: “Gracias”. Feliz 2024.