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    Esperando la “lluvia” de inversiones

    N° 1884 - 15 al 21 de Setiembre de 2016

    , regenerado3

    Esta semana el gobierno argentino organizó un “Foro de Inversión y Negocios” que contó con la presencia de unos 1.500 empresarios locales y del exterior, con el objetivo de convencerlos de que inviertan en el vecino país, de forma tal que se pueda retomar la senda de un crecimiento sostenido y a tasas elevadas del nivel de actividad.

    El mensaje que tanto el presidente Mauricio Macri como el ministro de Hacienda y Finanzas, Adolfo Prat Gay, trataron de transmitir a los empresarios que asistieron a lo que también se denominó como “mini Davos”, fue que “están en el lugar adecuado y en el momento adecuado”.

    En un tono lógicamente optimista, Prat Gay proyectó un crecimiento de la economía argentina de 3,5% para el año 2017, y que la inflación se reducirá al 17% el año que viene, señalando además que “el entusiasmo de la comunidad internacional es palpable”.

    No cabe ninguna duda de que desde que asumió el nuevo gobierno, el presidente Macri y su equipo comenzaron un complejo proceso de “normalización” de la situación económica y financiera de Argentina que, entre los aspectos más salientes, incluyó el levantamiento del “cepo” cambiario y la total liberalización de la operativa en el mercado de divisas, el arreglo con los holdouts y la salida formal del default, el levantamiento de la mayoría de las restricciones a las importaciones, la reducción y/o eliminación de las detracciones a las exportaciones de productos agropecuarios, y el comienzo del “sinceramiento” en los precios de las tarifas de los servicios públicos.

    A corto plazo, el costo de estas medidas fue generar una significativa suba de la inflación (que en términos anualizados llegó a niveles de entre 40% y 45% hacia mediados de este año), así como una caída del nivel de actividad, sobre todo por la baja de la demanda interna ante la pérdida de poder adquisitivo por la fuerte suba de la inflación (las estimaciones apuntan a una caída del PBI en promedio del 1,5% en este año 2016, que podría llegar al 2% para los más pesimistas). Eso repercutió negativamente en el nivel de empleo (se estima que en este año 2016 se perderán unos 100.000 a 120.000 empleos formales).

    Estos costos, junto al revés que tuvo el gobierno argentino en el tema del ajuste de las tarifas públicas debido a los fallos de la Suprema Corte de Justicia, parecen haber hecho cambiar la estrategia oficial en materia de gestión de la economía. Seguramente también contribuyó a eso el hecho de que el 2017 será año de elecciones legislativas, donde el presidente Macri como mínimo deberá revalidar su apoyo e idealmente incrementarlo de manera importante.

    Así, se ha optado por un ritmo mucho más gradual de reducción del déficit fiscal (que en 7% del PBI, sigue siendo cuantioso), se programó un incremento significativo en la inversión pública, se anunció un “blanqueo” de capitales por el que se proyecta un ingreso de al menos U$S 20.000 millones que deberían ayudar a mejorar la recaudación impositiva (aunque ese ingreso adicional ya está comprometido en la “regularización histórica” que se hará a las jubilaciones) y a estimular la actividad. A su vez, el Banco Central (BCRA) comenzó a reducir gradualmente las tasas de interés, aunque se mantienen muy altas en términos reales (de ahí las “fricciones” que cada tanto se manifiestan entre el titular del BCRA, Federico Sturzenegger, y el ministro Prat Gay).

    En los hechos, el gobierno del presidente Macri, seguramente con un ojo —o los dos— puestos en las elecciones legislativas del año que viene, parece decidido a un ritmo mucho más gradual de ajuste de los problemas estructurales que aquejan a la economía argentina, y a utilizar el único elemento positivo que dejó la “herencia kirchnerista”, o sea, el muy bajo nivel de deuda pública, para financiar en el corto plazo el mantenimiento de los desequilibrios acumulados. Especialmente eso teniendo en cuenta que el contexto internacional brinda en la actualidad una enorme oferta de financiamiento para los países emergentes.

    El “mini Davos” de esta semana es un intento adicional de potenciar la recuperación del nivel de actividad que se espera para el año 2017.

    Lamentablemente, hay muchos factores que atentan contra el deseo del gobierno argentino de que se materialice la anhelada “lluvia de inversiones”. En primer lugar, y dada la historia del vecino país, una pregunta relevante es cuánto tiempo van a durar las actuales políticas, y qué pasa si Macri pierde las legislativas del año que viene o las elecciones nacionales del 2019. Otro tema relevante es cómo se va a corregir el actual “atraso cambiario”, o si se va a seguir profundizando. Otra preocupación que debería tener cualquiera que esté pensando en invertir en Argentina es de qué manera se va a cerrar el insostenible nivel de déficit fiscal actual, con qué combinación de recortes de gastos o con cuáles aumentos de impuestos.

    Parece difícil que al menos los empresarios argentinos, amplios conocedores de la realidad de su país, se “contagien” del “palpable” entusiasmo de la comunidad internacional que mencionó Prat Gay. Sostener el rebote que tendrá la economía argentina en el 2017 en los años siguientes será bastante más complicado.