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    Fábrica de mentiras

    Columnista de Búsqueda

    N° 2062 - 05 al 11 de Marzo de 2020

    ¿Dónde leen, ustedes, las noticias que leen? ¿Despliegan un diario en papel, abren una página en Internet? ¿Entran en Twitter o en Facebook? ¿Sí, verdad? Es que ellas, las redes sociales, han provocado un cambio radical en la forma en que accedemos, consumimos y difundimos las noticias. El anterior paradigma en el que los medios de comunicación tenían el monopolio informativo ha cambiado, y los usuarios de plataformas sociales utilizamos esos soportes como medios de información.

    Sin embargo, confieso que a veces se me atraganta el desayuno cuando leo las redes, cuando veo la facilidad o ligereza con que se comparte una noticia que, a ojo de buen cubero, se ve tan falsa como una moneda de madera: que una mujer pasó por el quirófano y se puso tres prótesis mamarias, que la NASA descubrió un asteroide que hoy mismo va a destruir la Tierra, que un soldado brasileño salvó a un jaguar con el que se fotografió tiernamente abrazado. Y cuidado, esas son las inofensivas.

    Porque lo veamos o no, lo sospechemos o no, las redes sociales se han convertido en el escenario soterrado de una verdadera guerra de guerrillas, en una Sierra Maestra en la que bots, trolls y fake news confunden a los usuarios, entreveran la verdad con distorsiones polarizadas o simplemente mienten a cara de perro. Y disimuladas entre los pliegues de la confrontación bélica, hay empresas que levantan dinero con pala, confundiendo, intoxicando, envenenando el debate político.

    Una de las cuestiones claves a la hora de entender el fenómeno de las fake news es el papel que en este proceso juegan los bots, esos perfiles sociales falsos o programados.

    Según un estudio impulsado por el propio Twitter, en el que participó un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), las noticias falsas reciben un 70% más de retuits que los contenidos reales, en promedio. A las informaciones veraces analizadas les llevó seis veces más tiempo que a los bulos alcanzar a 1.500 personas y unas 20 veces más ser compartidas por 10 personas. Por alguna razón la mentira política se difunde entre el doble de personas y en una tercera parte del tiempo, o sea, consigue alcances más amplios y más rápidamente. Es escalofriante pensar en las consecuencias.

    Ilustremos con un ejemplo: ya sabíamos que la administración Trump había desmantelado las políticas públicas que pretendían recortar la emisión de gases de efecto invernadero, establecer parámetros en las emisiones de los vehículos a motor, e imponer límites a la capacidad y actividad de las centrales térmicas que se nutren de carbón. Pero lo que hasta hace unos días no sabíamos era la forma escandalosa en que se intenta alterar el relato del cambio climático a través de mensajes falsos difundidos en las redes sociales.

    Pues bien, una investigación de la Universidad de Brown aún no publicada a la que ha tenido acceso The Guardian, ha dejado al descubierto que, al menos una cuarta parte de los tuits sobre el tema del clima que se publican en un día, proceden de bots, o sea programas que tuitean automáticamente bajo la apariencia de cuentas reales.

    Thomas Marlow, doctorando de la Universidad de Brown que ha dirigido el estudio, dice haberse enfrentado a la interrogante de “por qué hay esos niveles constantes de negacionismo sobre algo en lo que la ciencia está más o menos de acuerdo”.

    Se examinaron 6,5 millones de tuits publicados en los días previos y el mes posterior a la decisión de sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París. Los tuits se clasificaron utilizando una aplicación llamada Botometer (Botómetro) que sirve para calcular la posibilidad de que tras un determinado tuit esté un bot y no una persona. Marlow cuenta que le sorprendió descubrir que los bots eran responsables de una cuarta parte de todos los tuits publicados un día cualquiera. “Las conclusiones a las que llegamos sugieren un impacto importante a la hora de amplificar mensajes negacionistas sobre el cambio climático, incluyendo el apoyo a la decisión tomada por Trump de retirar (a Estados Unidos) del Acuerdo de París”, dice el borrador del estudio. Un dato duro: los tuits que se sospecha salieron de bots fueron más de 25.000 el día del anuncio.

    El informe “sugiere que los bots no solo son predominantes, sino desproporcionados en los temas que implican apoyo a las posiciones y anuncios de Trump y el escepticismo relacionado con la ciencia y acción climática”. Sin lugar a dudas, esta actividad distorsionó y seguirá distorsionando la narrativa que circula por las redes e introduce de manera artificial un apoyo al negacionismo climático.

    Stephan Lewandowsky, investigador de la Universidad de Bristol que también firma el estudio, dice que no le sorprendió “para nada” lo descubierto debido a la relación que él mismo ha mantenido con los mensajes de Twitter relacionados con la crisis climática. “Muy a menudo, acaban dejando un rastro de bot. Cuantos más trolls negacionistas hay, más cree la gente que hay opiniones diferentes y eso debilitará su apoyo a la ciencia climática”, señala. “En cuanto a la influencia, estoy convencido de que cambian la situación, pero es difícil de cuantificar”.

    Pero no creamos que el de Trump y el cambio climático es un caso único o aislado: causó escándalo la noticia conocida a través de la Cadena SER de España de que el Barça tenía una empresa contratada para administrar páginas de Facebook que creaban contenido viral criticando a la oposición de la actual directiva. En este caso ya no hablamos de bots sino de fake news difundidas o viralizadas por una empresa que, dicho sea de paso, desde el 2017 a la fecha ha cobrado casi un millón de euros. También hay sospechas y denuncias, aunque no estudios que conozcamos, sobre la incidencia de esta forma de manipulación de la opinión pública con fines electorales. ¿Ilegal? No, o muy difícil de probar y de rastrear.

    Leo sobre el hallazgo en Polonia de un tren nazi de la II Guerra Mundial con 300 toneladas de oro en su interior, una historia falsa que se descontroló ya no solo en las redes sino en la llamada prensa seria. Leo la denuncia ante la ONU del presidente colombiano, Iván Duque, sobre la presencia de guerrilleros del ENL en Venezuela, basada en fotos descontextualizadas y tomadas en la propia Colombia, no en el país vecino como se aseguraba. Leo y me da miedo pensar en el futuro de la industria de la desinformación, en un futuro en el que los hechos se hundan en una marea de engaños, de interpretaciones, de opiniones.

    Difíciles de cuantificar, inquietantes, peligrosas falsedades que se producen en serie, engaños que tienen la potencialidad de ser difundidos de manera cada vez más rápida y masiva, mentiras que esconden el riesgo de ser manipuladas, transformadas en verdades para una cantidad cada vez más grande de gente.