N° 1964 - 12 al 18 de Abril de 2018
, regenerado3N° 1964 - 12 al 18 de Abril de 2018
, regenerado3Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa historia de Roma presenta algunas intrigantes curiosidades, y una de ellas es su propia conciencia de la materia histórica. Octavio Augusto nos indujo a creer (el argumento es nada menos que la Eneida) que provenía de una ilustre estirpe troyana; que sus antepasados combatieron valientemente contra los griegos, que lograron obtener la indulgencia de los dioses para salvarse de la destrucción en la noche terrible del caballo; que recalaron en Cartago obteniendo los favores y el amor de una reina hermosa y desventurada; que atravesaron mares y selvas y montañas; que entraron e increíblemente salieron de la mansión de Hades, donde todo furor, toda tristeza, todo remordimiento son eternos; que en las tierras del Lazio combatieron por el amor de una mujer y el trazado de una comarca; que fueron valientes, piadosos, sin límites para obedecer el mandato de los dioses y quebrar la voluntad de los soberbios. Claudio fue más lejos: pretendía ser un dios y reclamaba una adoración congruente con esa imposible dignidad.
El itinerario político e institucional también tiene largas intersecciones con la leyenda y con los mitos. Rómulo y Remo provienen de la loca pasión que al dios Marte se le aviva por la pura y sin embargo violentamente seductora Rhea Silvia, perseguida por su tío. La joven dio a luz unos gemelos que también recibieron la maldición de la familia y sobre los que Marte apenas pudo operar para ponerlos a salvo de azares y perversidades de parte del pariente ambicioso que había destronado al abuelo de los niños. Hubo carreras, acechanzas, traiciones, huidas bajo la cómplice oscuridad de las noches sin luna y sin estrellas, hubo una loba que fue refugio primero y fortaleza para siempre. El resto es más conocido. Los hermanos disputaron entre sí como habían hecho sus antepasados, y uno de ellos fijó el terreno, lo enmarcó (en la mañana del 21 de abril del 753 a.C.) y se hizo rey del lugar. Los relatos de su reinado y de sus descendientes, de las guerras y asaltos y expansiones florecieron a partir de este acto fundacional de la institución y del lugar y permitieron llegar, deslizándose cómodamente, hasta los tiempos históricos, es decir, hasta el momento cuando las noticias ya se pueden contrastar en distintas fuentes.
Lo que resulta interesante es la forma en la que lo histórico engarza con lo mítico y legendario. Hasta donde se pudo establecer de modo más o menos seguro, tenemos positivamente el reino efectivo del sabino Numa Pompilio en torno al 715 a.C. Sabemos de este rey porque se le atribuyen importantes reformas de orden institucional, léase religioso. Fue el creador de los pontífices, de los flamines (los misteriosos sacerdotes que entendían en el encendido de los fuegos sacros), de los jóvenes sacerdotes que vigilaban los templos y, más que todo eso —que sin duda fue importante por cuanto confirió organicidad oficial a las ceremonias, y por lo tanto regularidad a la vida social—, Numa Pompilio merece ser honrado porque, en el marco de los anteriores aportes de índole religiosa, fue el creador de un calendario de doce meses divididos en los días fastos y nefastos.
Sobre esto último me quiero detener porque es una verdadera obra maestra de la inteligente administración del tiempo. Según esa forma de asumir el año y sus partes, los días del romano tenían un complejo sistema de permisos y prohibiciones que derivaban en las rutinas y plazos de las distintas actividades públicas y aun privadas de los ciudadanos. Había días en los que funcionaban los tribunales, se reunían los comités, se realizaban procesiones o ceremonias; y había días que estaban consagrados a otras actividades no de gobierno o administración, sino puramente festivas, de homenaje; los había que eran luctuosos (de recordación de seres queridos o de episodios históricos); los había altamente expansivos en alegría. Nada del horizonte vital del romano estaba ausente en su calendario; más que la función que luego cumplirían la Constitución y los códigos, el calendario de Numia Pompilio era la base del orden, de la jerarquía, de la comunicación y del encuentro entre los romanos.
Es lógico que se lo considere el primero de los reyes históricos. Verdaderamente, fundó la continuidad espiritual, organizacional e instruccional de esa maravilla monumental que llamamos Roma.