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    Festejen uruguayos

    Columnista de Búsqueda

    Nº 2167 - 24 al 30 de Marzo de 2022

    Luego del fin de la dictadura (1973-1985), gobernaron los partidos tradicionales, posteriormente, el Frente Amplio, y ahora otra vez, blancos y colorados, pero con una coalición amplia en la que Cabildo Abierto casi le roba el segundo lugar al coloradismo.

    Y a pesar de la alternancia en el poder, la educación pública sigue siendo un desastre: tenemos el egreso de secundaria más bajo del continente; 5.000 deserciones por año; centros que expulsan analfabetos funcionales a los que promueven en el marco de estrategias aisladas sin un rumbo claro; muchachos que egresan sin comprender un texto; falta de adecuación a las nuevas realidades del mercado de trabajo; un gremio docente que ha frenado algunos cambios y que encima exhibe niveles de corrupción internos que no son cuestionados por sus autoridades.

    Y los políticos, en su mayoría, siguen mandando a sus hijos a la enseñanza privada. Es el gerente general de Pepsi pidiendo una Coca-Cola en público. No tienen vergüenza cuando dicen que estamos mejorando.

    Uno de los subproductos de esta situación es una mano de obra cada vez menos calificada que va mutando de desempleada a inempleable. ¿Por qué vía esa gente va a moverse de la pobreza?

    Ya hoy mismo podemos apostar sin posibilidad de equivocarnos que la próxima generación de muchachos que nazcan en el cantegril vivirán en el cantegril y morirán en el cantegril. Y podemos asegurar que sus hijos seguirán el mismo camino. Una muerte anunciada a la que asistimos impávidos, sin marchas ni manifestaciones en defensa de ese derecho humano que, con el tiempo, vamos a pagar todos.

    Si van a vivir y a morir en el rancho helado y ardiente, sucio y sin comida, ¿por qué no entregarse al narco del barrio, que les da una changa, los cuida con violencia de la violencia que los rodea y se hacen un dinero, ya que allí no les piden el currículum que no tienen y que si tuvieran iría al tacho de basura cuando el contratante sepa dónde vive?

    ¿Un cuerpo con 54 balazos? Y sí, riesgo siempre hay, pero quién diría que no es un buen padre pasando merca al que la quiera comprar porque nadie lo obligó. En vez de estar robando y sacarle a otro lo suyo, vende y le da al otro lo que el otro está buscando. De alguna manera están integrados a las leyes del mercado, implacable. El consumo en su máxima expresión. No entiendo por qué no lo comprendemos. No le saca nada a nadie y su hijo come más dignamente. Y sí, luego puede pasar lo de los 54 balazos, pero esos son tipos que le quieren sacar lo que él tiene, y así no.

    De ahí, del trabajo con el narco, buena parte, hombres, jóvenes y pobres, van a la cárcel. En el barrio, la pobreza se concentra entonces en mujeres jóvenes. En la cárcel, un infierno para todos. A la mujer de un preso, una víctima, una mujer sola, con hijos, que se quedó sin el sustento, el sistema la trata como una compinche. Largas horas de espera al sol o al frío para ver a su pareja. Destrato. El hombre, que entró por pasar droga, debe tener dos cuidados básicos: que no lo maten y, al defenderse, no matar, porque se queda adentro muchos años. ¿Cómo y dónde se aprende esa técnica de supervivencia para no entrar siendo un narco y salir siendo un homicida? La mayoría sale peor. Afuera ni se enteran. Como si nada. Es más, la cantidad de presos no solo los pone felices, votan leyes para eso. Hay algunos que creen mirar el fenómeno desde la óptica de la seguridad pero lo miran desde la óptica del narco.

    Afuera, producto de esta mezcla de violencia y miseria, la pobreza infantil en el país aumentó. El Estado, el protector de los débiles, no puede proteger ni a los más débiles entre los débiles. De ahí para arriba, ni hablar.

    La institucionalidad tiene una espada de Damócles sobre su cabeza, aunque ya mismo hoy sufre de unos males cuasi terminales: ciudadanos juzgados sin asistencia de un abogado por falta de recursos, ciudadanos que van presos sin que la Justicia cuente con todas las pruebas suficientes porque los ADN se acumulan en la Policía Científica y los fiscales están desbordados a un punto insostenible, al igual que los defensores de oficio.

    La dimensión del drama nacional es tan enorme que marxistas y liberales bien podrían fijar una política de Estado que tenga un par de objetivos: evitemos que más generaciones nazcan en el cantegril y que el narco las capte, que, en cambio, vayan a estudiar, que el estudio esté acorde con lo que requiere el mercado de trabajo y que quienes se caigan del sistema sean rehabilitados antes de que se conviertan en bestias.

    Marxistas, liberales, derechistas e izquierdistas, ¿no están de acuerdo con esto? ¿La cuestión son los caminos? Ok, pero hoy no está delineado ni siquiera el destino.

    Por momentos da la sensación de que la clase dirigente trabaja por el poder y para mantener el poder a cualquier costa, incluso con la falta de respeto.

    Un ejemplo fue el destrato que le dispensó el oficialismo al ex número uno de la Policía Mario Layera solo porque salió a dar su punto de vista en favor del Sí. La foja de servicio de Layera es impecable. No hay ningún policía en el país que haya trabajado en tantas investigaciones complejas como él. Es creador del primer sistema nacional de seguimiento de llamadas telefónicas. Ha participado en más operativos antidrogas que legisladores en sesiones del Parlamento. En otro país sería un hombre condecorado. Acá se le faltó el respeto y no solo eso, se dejó la idea de que los policías que hoy trabajan bajo la orden del gobierno, si hoy o mañana discrepan, serán defenestrados, como lo fue un hombre que dedicó su vida al servicio público.

    Hasta el presidente de la República, en una actitud muy poco positiva, salió a señalarlo como uno de los mariscales de la derrota. Insólito plantear el tema de la seguridad en términos de victoria y derrota. ¿Cuándo se ganará? ¡Cuando no haya más delitos! ¿Cuándo es una derrota? ¡Cuando crecen! Entonces él está rodeado de fracasados que no pudieron con las cifras en el pasado. Además, ¿atribuirle esa derrota a un solo policía? ¿Es que si su gobierno fracasa le va a endilgar la derrota al policía que esté al mando y no la va a asumir él? Raro.

    Y todo esto porque el domingo se vota un referéndum que lejos de solucionar algunos de los problemas aquí mencionados nos revela la pasión que ponen los hombres públicos en asuntos que no son el corazón de nuestro fracaso como país.

    Al otro día del referéndum, la educación se seguirá cayendo a pedazos; los políticos de uno y otro bando enviarán a sus hijos a colegios; los niños seguirán engrosando las cifras de pobreza; el narco seguirá facturando; y ese mismo día saldrán en libertad unos 30 delincuentes, más violentos que cuando entraron.

    ¿Y cuál será el espectáculo que veremos esa noche de tanta enjundia institucional y democrática? Gane quien gane el domingo, seguro saldrán a festejar. Al menos yo, me habré de preguntar: ¿qué cuernos festejan?