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    Gauche caviar

    Sr. Director:

    Que la expresión sea francesa, no es solo porque suena bien. Francia, y sobre todo París, han sido consuetudinariamente cobijo e inspiración de fervientes izquierdistas que contribuyeron a darle ese aire intelectual, avant garde, que tanto gusta a los franceses, (cuando el país al que pretenden prender fuego los fulanos, no sea Francia). Ahí acamparon, desde Chou en Lai hasta el Ayathollah Khomeini. No Marx: a Carlos le gustaba más la seriedad y la rutina de los ingleses. Mejor la biblioteca del British Museum que el Café de Flore.

    El más reciente especimen de la gauche caviar es un economista de apelativo Thomas Piketty, que se hizo famoso (y rico) con un libro titulado Le Capital au XXième Siècle, cuya tesis central es que el mundo (el que a él le importa) ha sido económicamente desigual desde que tiene nariz, con algunos interludios niveladores, como las guerras mundiales, que la explicación última del fenómeno está en que las rentas del capital sistemáticamente superan a las del trabajo y que la solución está en gravar a los ricos.

    Como no le fue nada mal con el libro, lo ha sometido a versiones de repackaging, como dicen los gringos, y ahora, para promocionar el lanzamiento de una versión “pocket”, Piketty se hizo entrevistar por el New York Times. En esa entrevista, reveló que le ha añadido un atractivo especial a su historia: al cuento de la igualdad y al llamado a “Tax the rich!”, el buen francés añade que “toda propiedad es colectiva”. Así nomás. Sin anestesia.

    Carlos hizo ingentes esfuerzos, escribiendo cientos de páginas llenas de elucubraciones y argumentos, que terminaron en aquel Das Kapital (inconcluso él), que solo Engels y algunos pocos más lograron digerir, (a mí, me pudo).

    Piketty, en cambio, da la solución en una frase: todo es colectivo, porque es natural que así sea. La producción de cualquier cosa implica la contribución de muchas personas, ergo es de todos ellos. Reíte de la plusvalía.

    Piketty no desarrolla esa premisa (que lo llevaría a conclusiones muy impactantes). En vez, concentra su atención en sus tesis sobre los males de la desigualdad y su solución: gravar a los ricos. Nunca explica por qué la desigualdad es algo malo. ¿Cuál desigualdad? ¿Toda?

    Veamos:

    ¿La desigualdad es negativa para la producción? Nadie lo sostiene, (ni Olesker).

    ¿Es mala para la democracia? Aristóteles sostenía que la democracia requería de una fuerte presencia de clase media y Tocqueville apreciaba la igualdad de trato que constató en su viaje a los EE.UU., pero no hay una correlación directa y probada entre desigualdad económica y mal funcionamiento de la democracia.

    Hay que tener en cuenta —y es una omisión en la mayoría de las mediciones— que marcar solo las puntas (cuánto tiene Bill Gates y cuánto un Massai), no aclara mucho: si hubiera uno de cada uno, no importa y si fuera mitad y mitad, el problema sería otro.

    A propósito, cabe preguntarse si es válida la presunción que subyace en Picketty, de que Bill Gates es la explicación de la pobreza del África (de donde se sigue que esta cesará cuando se le haya sacado toda la plata a aquel).

    Porque el verdadero problema (más allá del plano moral personal) no es la desigualdad sino la pobreza y si nos encachilamos, con aquella, podremos satisfacer nuestras envidias, pero no ayudaremos a los pobres. La solución no es igualar porque como se sabe, eso solo puede hacerse hacia abajo.

    Ni la riqueza mundial es de suma cero (“yo soy pobre porque él es rico”), ni las causas de la pobreza se eliminan por el mero hecho de redistribuir.

    Más aún, si fuera cierto que la humanidad en su conjunto es más desigual —cosa que Picketty no prueba—, eso no quita que los niveles de pobreza se han reducido (lo que sí está probado).

    Por último, “tax the rich”, tampoco produce igualdad. No solo tiene incidencias económicas, afectando niveles de ahorros y opciones de inversión, sino que está probado que la desigualdad (y la pobreza) no se atacan por el lado de los tributos, sino del gasto.

    En suma, la doctrina que no consigue sacar los ojos de los ricos para enfocar la pobreza, genera fricciones y odios, sin dar frutos.

    Ignacio De Posadas