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    Hacerlo simple

    Nº 2102 - 17 al 23 de Diciembre de 2020

    “Plurimae leges, corruptissima re publica”, Cornelio Tácito, año 55 d. C. Esta frase tiene casi 2000 años y sigue tan vigente: “Cuantas más regulaciones existan, más corrupta será la República”.

    Y no solo se trata de la corrupción a partir de sobornos o tráfico de influencias, sino también cuando las malas regulaciones “echan a perder, depravar, dañar o pudrir algo”, como es el caso de las excesivas y complejas reglas que dificultan el hacer negocios, la creación de empleo y sacar a la gente de la pobreza.

    “Simple” es el título del libro recientemente publicado por Gerónimo Frigerio, abogado argentino con experiencia laboral en el BID, Banco Mundial y la OEA, sobre las innecesarias regulaciones y trabas burocráticas que ponen los diferentes gobiernos de América Latina a las iniciativas empresariales, en especial a las mipymes.1 ?

    Más del 90% de las empresas registradas en América Latina son mipymes, producen el 60% del trabajo formal de la región, pero solo representan el 25% del producto bruto interno (PBI), cuando podrían crecer bastante más con un marco normativo adecuado.

    Desde hace doscientos años, América Latina no logra salir de su pobreza congénita. En gran parte, porque en nuestro ADN originario está la herencia del sistema jurídico francés, basado en el Código Napoleónico, “que tiende a describir, exhaustivamente y con vocación al detalle, un esquema de medidas y excepciones que define qué es legal y qué no” y ?“con reglas complejas es difícil dejar de ser pobres”.

    La pandemia está haciendo destrozos en el mundo y más en América Latina, donde las soluciones sanitarias y económicas las quieren encontrar recurriendo al fracasado “Estado presente”, imponiendo más controles y restricciones a los que ya abundan. El “pensamiento mágico” les hace creer —una vez más— que lo que nunca funcionó en momentos de normalidad ahora sí va a funcionar en momentos de anormalidad.

    Es imperioso recorrer “el otro sendero”2: el de la libertad, el de las buenas regulaciones para hacer negocios, el de facilitarles la tarea a los emprendedores, el de bajar los impuestos, el de reducir el peso del Estado en la economía, en el de eliminar regulaciones laborales que no benefician ni al trabajador ni al empleador, el de informatizar todos los trámites y gestiones burocráticas con el uso de blockchain, robot process automation, apps de todo tipo y mandar a la “guillotina” miles de trabas burocráticas.

    El libro de Frigerio hace mucho hincapié en el ranking Doing Business, que analiza el impacto de la regulación económica en el desarrollo de los países a través de una metodología creada por Simeon Djankov y su equipo del Banco Mundial, llegando a la conclusión de que “una buena regulación que promueva la facilidad para hacer negocios sienta las bases para generar desarrollo sostenido”.

    La clave es hacerle “fácil” la tarea al sector privado, único y genuino creador de riqueza. El Estado debe ser como un buque rompehielos o un barreminas, despejando el camino a los buques mercantes, pero no siendo uno de ellos.

    La evidencia empírica es arrolladora: ?“Los países pobres son los que más regulan los negocios y sus empresas enfrentan hasta tres veces más de costos administrativos y cerca del doble de procesos burocráticos y demoras asociadas a estos”. Si a esto le sumamos la falta de confianza entre gobernantes y gobernados, sistemas judiciales ineficientes y cambios frecuentes a las reglas de juego, es entendible que sigamos chapoteando en la pobreza.

    Sin embargo, pocos quieren cambiar este nefasto statu quo. Los políticos se sirven de tal maraña de regulaciones para sentirse importantes y hacerle creer a la gente que no pueden vivir sin ellos, cuando en realidad, es al revés. Los empresarios prebendarios y muchas grandes empresas han sabido sortear el tupido bosque de la burocracia, con los mejores asesores, con el peso de su propia actividad o por caminos non sanctos. Y los sindicatos presionan para sacar alguna pingüe tajada de este enredo, con subsidios, “derechos adquiridos” y beneficios extraordinarios, que el día que se acaba la fiesta, no queda nada. Como siempre, el pato de la boda son “los nabos de siempre”.

    El camino a recorrer es “simple”. Lo que no parece tan simple es que se animen a recorrerlo.

    (1) Mipymes: micro, pequeñas y medianas empresas

    (2) Refiere al libro El otro sendero, de Hernando de Soto