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El gobierno de Cristina aumentó el recargo de compras con tarjetas de crédito en el exterior y lanzó la temporada de ausencia de turistas argentinos. El problema con los argentinos en general, y los gobiernos peronistas (valga la redundancia, decir gobierno peronista es casi como decir gobiernos del PRI en México más o menos) en particular, es que cuando quieren nos cagan, pero cuando su objetivo no es ese específicamente, nos cagan también. No es cuestión de buena o mala voluntad, es cuestión de que es así. Además, apelar a la buena voluntad de Cristina es como apelar al buen gusto de Paco Casal más o menos. En Argentina no se practica la buena voluntad, el ambiente es tan competitivo, tan opresivo, hostil, que no existe posibilidad alguna de trabajar ese músculo. No es que Cristina no aplique buena voluntad porque es mala, es que el ecosistema en el que sobrevive le anula ese costado de la personalidad a cualquier ser humano. La gente que aplica la buena voluntad en Argentina termina como Favaloro.
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Ahora es cuando empiezan los discursos esperanzados del Ministerio de Turismo de que el turista argentino viene igual por su fidelidad, y que como nos quiere y hablamos su idioma le damos un diferencial, ¡mentira! ¿Quieren darle un diferencial de verdad? Hagámoslo explícito y atractivo, apuntemos al nicho de anticristinistas, la consigna sería: “Vení a Uruguay y hacete robar por nosotros, somos más amables que Cristina”. En el fondo es lo mejor que les podemos ofrecer. A mí me da vergüenza saber los precios que cobran en el Este uruguayo durante el verano, pero más vergüenza me da la forma penosa en que les pedimos que vengan; el año pasado el eslogan fue “qué suerte que vinieron”, un bochorno propio de un abuelo desesperado por cariño, o el símil-cariño de sus nietos ¿Queremos seducir como destino turístico mediante la lástima? No quiero pensar lo que será este año. Propongo entonces sinceridad y pragmatismo, con un mensaje fuerte pero atractivo: “Verano, el momento ideal para descansar de los peronistas. Vení a Uruguay y putealos en voz alta“. De última los peronistas ya nos detestan, nos ven como un enclave colonial inventado por los ingleses, un paraíso fiscal que sobrevive de los capitales que se fugan de laaargentina (o sea los dólares que se les escapan a ellos). Y tan errados no están, nosotros sabemos que algo de eso hay, a lo mejor no tan así como lo pintan pero un poco sí.
Esta no deja de ser una idea-parche, algo para salir del paso. El plan maestro es la construcción de un “dólaructo” binacional y secreto, un túnel subterráneo por donde los argentinos puedan traer sus dólares. Cuando asumió Mujica de presidente me ilusioné, supuse que él mismo iba a diseñar una tatucera gigante para ese fin, con su experiencia en el tema. Si ellos de todas formas sacan sus dólares del país (y entiéndase “de todas formas” en su sentido más estricto, son capaces de adiestrar a sus dólares para que salgan caminando por la frontera seca), y para que se vayan a las Islas Sei Chele Calzados o cualquiera de esos paraísos fiscales, mejor que los traigan y dinamicen nuestra economía, que inviertan en cosas que tienen cerca, en el pacífico lugar donde viven sus hermanos del mundo. Es hora de dar ese golpe, la acusación de paraíso fiscal ya la tenemos; es como el acusado de infidelidad que no es infiel: nos la estamos comiendo gratis, o casi, por unos pocos miles de millones de dólares. Vamos a hacerla bien, a pegar fuerte, metemos el dólaructo y a reclamar a La Haya.