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    Héroes y heroínas emergentes

    Sr. Director:

    Dinos a quién admiras y sabremos cuál es tu estatura moral. La pandemia nos ha dado a los uruguayos la oportunidad de conocer y apreciar a personas muy valiosas que normalmente hubieran quedado en el anonimato. En esta ocasión me interesa destacar a dos protagonistas cuyos desempeños y actitudes en esta encrucijada alcanzan niveles hazañosos y ejemplarizantes y que, por contraste, ponen a luz las miserias y mezquindades de otros personajes públicos que suelen desfilar ante los micrófonos y las cámaras. Me refiero a Gonzalo Moratorio y a Carlos Batthyany. Soy consciente de que por desconocimiento dejo de lado a otros protagonistas dignos de nuestra admiración. Me guío por sus apariciones en los medios públicos más accesibles a la población.

    Moratorio es un joven investigador recién llegado a nuestro país en setiembre del año pasado que trabaja en el marco del Instituto Pasteur. Debido a su contacto con sus colegas en la sede central de dicho instituto en Francia, ya en el mes de enero de este año advirtió lo que se venía y presentó la iniciativa de poner en marcha un grupo de trabajo dedicado a fabricar componentes necesarios para realizar los test reactivos a la presencia del virus que a esa altura ya estaba operando en el continente europeo. Gracias a su iniciativa precoz y a su dedicación, junto con otros colegas, cuando la pandemia llegó a nuestro medio las autoridades responsables de los servicios sanitarios locales disponían de un stock suficiente para encarar un plan ambicioso de test y seguimiento epidemiológico. Cuando fue entrevistado en los informativos de los canales de televisión, estuvo a gran altura: explicó con sencilleza y modestia, en un lenguaje accesible al público profano, cómo se había encarado y resuelto el problema de abastecimiento de los componentes reactivos. Por supuesto, mencionó a los colegas que habían participado en el equipo de trabajo y solo recuerdo el nombre de Pilar Moreno. También tuvo la sinceridad de reconocer que el actual ministro de Salud Pública se contactó con él en febrero, antes de asumir su cargo, le confesó su ignorancia con respecto al virus y le pidió que lo pusiera al día en esa materia (otro gesto noble de humildad a destacar).

    En cuanto a Batthyany, es el primer uruguayo que tuvo el coraje moral e intelectual de confesar, por su cuenta y sin que nadie ni nada lo obligara, que se había equivocado, que cuando Moratorio le presentó su iniciativa, si bien lo apoyó, consideró que en ese momento no era urgente acometer esa tarea precautoria. Debo reconocer que al escuchar esa confesión, por primera vez en muchos años me sentí orgulloso de ser uruguayo, compatriota de alguien capaz de un gesto tan noble, tan contrario a lo que estamos acostumbrados a esperar: en nuestro medio, y salvo que no tenga otra salida, nadie admite haberse equivocado. Su presencia en los medios también estuvo a la altura de esa hazaña: a diferencia de los trabalenguas en los que suelen quedar atrapados algunos de nuestros protagonistas políticos, Batthyany se expresó con claridad y precisión inmejorables. Y conste que no es un veterano acostumbrado a moverse en cualquier escenario. Por el contrario, es un hombre joven, que solo la pandemia le otorgó un protagonismo público.

    Es como para ponerse a soñar: ¿no serán los miembros de estas nuevas generaciones los Moratorio, los Batthyany, los Pilar Moreno, los que al final nos saquen del empantanamiento en que está sumida esta sociedad, repleta de chacras, privilegios e impunidades? ¡Ah! Y sería bueno que empezáramos a conocer a las muchas mujeres que trabajan en nuestros laboratorios y equipos de investigación científica, que las entrevistaran y pudiéramos convertirlas en destinatarias de nuestra admiración.

    Charly