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    Historia repetida

    N° 1949 - 21 al 27 de Diciembre de 2017

    Los datos del Producto Bruto Interno (PBI) correspondientes al tercer trimestre y del mercado laboral referidos a octubre conocidos en estos últimos días, confirmaron las tendencias que se vienen observando desde mediados del año pasado: una economía que crece a tasas moderadas para la historia reciente, pero que no es capaz de generar mayores niveles de empleo.

    En efecto, en julio-setiembre la economía uruguaya mostró un crecimiento de 2,2% respecto al mismo período del año pasado, y de 0,1% en términos desestacionalizados respecto a abril-junio anterior. A nivel sectorial, prácticamente la totalidad del crecimiento se explicó por la expansión de los sectores “Comercio, Reparaciones, Restaurantes y Hoteles” (8,8% de suba interanual, con una incidencia de 1,1% en el PBI global), y “Transporte, Almacenamiento y Comunicaciones” (crecimiento de 8,9% entre los terceros trimestres de este año y del pasado, con una incidencia positiva de 1,6% en el Producto total). Por el contrario, las “Actividades Primarias”, la “Industria Manufacturera” y la “Construcción” redujeron su nivel de actividad (2,4%, 7,7% y 4,1%, respectivamente, entre julio-setiembre de este año y del pasado).

    El crecimiento del PBI en el tercer trimestre estuvo impulsado por el consumo (con una expansión de 3,1% frente a julio-setiembre de 2016) y por las exportaciones de bienes y servicios (aumento de 9,3%). Al mismo tiempo, se constató una nueva caída de la formación bruta de capital, esta vez de 10,2%, frente a la caída de 20,3% interanual que se había producido en el segundo trimestre del año.

    Por su parte, los datos del mercado laboral mostraron que en octubre la tasa de empleo se ubicó en 58,2%, respecto al 59,1% del mismo mes del año pasado (lo que implica que aproximadamente se perdieron unos 14.000 puestos de trabajo en el último año). Por otro lado, la tasa de desempleo se ubicó en el 7,7%, frente al 7% de octubre de 2016. Más allá de las oscilaciones que mes a mes muestra la tasa de empleo, parece claro que todavía el repunte de la actividad que se observa desde mediados del 2016 no se ha visto reflejado en un fenómeno equivalente en el mercado de trabajo, donde a lo sumo por ahora hubo una disminución en el ritmo de deterioro de los indicadores de empleo y desempleo.

    Lo que está ocurriendo con el nivel de actividad, de empleo y de inversión es totalmente lógico. La excepcional cosecha de soja de este año, y sobre todo el seguir “colgados” del “atraso cambiario” de Argentina, explican el crecimiento del PBI por la vía de las exportaciones de bienes y servicios, así como del consumo (porque el “atraso cambiario” genera una suba del poder de compra doméstico mientras dura, particularmente en términos de bienes importados).

    Por otro lado, la constante pérdida de rentabilidad y de competitividad, el permanente aumento de la presión tributaria explícita e implícita, así como las rigideces y altos costos también explícitos e implícitos con los que hay que operar en el mercado de trabajo (a lo cual en muchos casos hay que agregar la falta de trabajadores calificados), desalientan tanto la inversión como la contratación de mano de obra, sobre todo teniendo en cuenta que parece claro que la “alegría” que está generando en estos momentos la región no va a durar para siempre. En este sentido, es altamente probable que finalmente el sector privado haya aprendido de los golpes pasados, y en lugar de asumir un comportamiento “procíclico” amplificando el transitorio shock positivo que estamos recibiendo de la región, ahora esté actuando con mucho más cautela, aumentando su ahorro neto como con claridad lo muestra el significativo cambio que se ha producido en el saldo de la cuenta corriente de la balanza de pagos: de un déficit equivalente a 2,8% del PBI en 2014 pasó a un superávit de 2,3% en los 12 meses cerrados en junio de 2017, en un contexto donde el desequilibrio fiscal se mantuvo básicamente incambiado en el eje de 3,5% a pesar de los sucesivos “miniajustes” que ha aplicado el gobierno desde comienzos de 2015 a la fecha.

    Dado que es claro que al menos en lo que resta de la actual administración no habrá ninguna contribución del sector público para preparar mejor a la economía para cuando inevitablemente cambie de sentido el actual viento favorable que estamos recibiendo de la región (ya que el gasto sigue creciendo en “piloto automático” devorándose todo el crecimiento de la recaudación impositiva y los sucesivos ajustes de tarifas públicas), la actitud de cautela en materia de inversión y empleo por parte del sector privado es más que justificada.

    Al fin de cuentas, estamos viviendo una historia repetida que nunca terminó bien, ni hay ningún fundamento o modelo teórico que permita tener esperanzas respecto a que la “alegría” que genera el “atraso cambiario” y el dólar barato puede ser permanente.