Nº 2085 - 20 al 26 de Agosto de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSegún los libros de historia, parecería que nuestro país lo construyeron exclusivamente los militares y los políticos. Son pocos los que se preguntan quiénes fabricaban los uniformes que vestían, las armas que empuñaban o los alimentos que comían, los ejércitos de Artigas, Rivera u Oribe. Tampoco quiénes arriesgaban dinero, prestigio y hasta sus propias vidas, al cruzar los mares para traernos maquinaria, libros, remedios y todo tipo de innovaciones que mejoraron nuestra calidad de vida. Estos fueron los empresarios.
También ha sido la actividad comercial (y los empresarios como sus impulsores) los que ayudaron a salir de la pobreza a miles de millones de habitantes, en especial, durante los últimos 200 años, gracias al auge de las ideas liberales, el capitalismo y el libre mercado.
Como bien dice Agustín Etchebarne en su libro La clave es la libertad, la pobreza ha sido el orden natural de la humanidad por millones de años, donde el casi único objetivo del ser humano era la supervivencia.
“En el primer milenio de la era cristiana la población apenas creció una sexta parte, mientras que la producción anual de bienes y servicios medida por cabeza (PBI per cápita) de hecho se redujo. En el segundo milenio, en cambio, la población se multiplicó por 24 veces, el PBI per cápita por 14 veces y la producción total por 338 veces. Pero, desde el año 1000 hasta 1820, la humanidad creció apenas un 0,06 % anual, un crecimiento de apenas un 50% acumulado de ocho siglos. Es decir que casi todo el crecimiento económico y demográfico de la humanidad que hoy conocemos, ocurrió en los últimos doscientos años”.
Este crecimiento exponencial de la población mundial, de la riqueza y de la disminución de la pobreza, surge fundamentalmente porque en el Reino Unido y el norte de Europa, empiezan a aplicar las ideas de John Locke, Adam Smith y otros pensadores, defendiendo la libertad individual, la propiedad privada y el comercio.
Fue gracias a la Revolución Industrial (y no por su culpa como nos quieren hacer creer) que las personas pudieron abrigarse mejor (gracias a que los telares fabricaban tejidos mucho más baratos que los hechos a mano), se alimentaron mejor (porque la productividad de la tierra, el uso de maquinaria agrícola y fertilizantes multiplicaron la producción por hectárea) y los avances en salud disminuyeron la mortandad infantil a niveles mínimos.
Estos progresos también redujeron enormemente la brecha entre ricos y pobres. Antes un miembro de la nobleza se moría de las mismas enfermedades que los miembros de la plebe: escorbuto, difteria, cólera o malaria, literalmente arrasaban con poblaciones enteras sin respetar clases sociales.
Hoy en día, cubiertas las necesidades básicas de la escala de Maslow (fisiológicas y de seguridad), no hay gran diferencia entre la vida que lleva un multimillonario y un ciudadano común y corriente.
El empresario ha sido el factótum de la mayoría de los productos y servicios que sirven a la humanidad, desde alimentos, vacunas, tecnología, equipamiento, educación, cultura y ocio.
Las historias detrás de cada uno de estos avances son historias que hacen a nuestras vidas y la vida de la humanidad. Son historias que inspiran. Y como tales, deben ser conocidas.