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    Invasión a Ucrania

    Nº 2164 - 3 al 9 de Marzo de 2022

    “Los conflictos son inevitables pero el combate es opcional”, sostiene el autor religioso y conservador norteamericano Max Lucado. Y es verdad. El mundo se ha llenado de razones para el enfrentamiento, siempre se pueden encontrar justificaciones para que un Estado reniegue de otro y lo acuse, pero se necesita un gobernante que haya perdido su sentido de la humanidad, como Vladimir Putin, para que la opción sea la guerra. Ese camino siempre implica matar sin control a militares pero también a niños, mujeres y hombres inocentes y destruir un país, sus hogares y su economía.

    La invasión rusa a Ucrania comenzó hace una semana y ya provocó centenares de muertos, incluso niños, y miles de heridos, solo tomando en cuenta civiles. Es la guerra: se sabe cuándo y cómo empieza pero no cuándo y cómo termina ni el daño humanitario que provocará. Es además una guerra en tiempo de bombas nucleares con poder infinitamente superior a las utilizadas en Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial. Como escuchamos decir a un asesor de la CIA en redes sociales: “Durante la Guerra Fría aprendimos que una vez que se tire la primera bomba nuclear, se desatarán miles más”.

    Joe Biden, presidente de Estados Unidos (EE.UU.), explicó que el día que se produzca un enfrentamiento directo entre su país y Rusia sería el principio del fin. Eso justifica hasta hoy la no intervención bélica directa de la OTAN. Pero el mundo entero rechaza la invasión y las muestras de solidaridad aparecen en todos los niveles posibles. Incluso el pueblo ruso salió a las calles a pedir que se termine esta agresión sin sentido, arriesgando su integridad física, ya que el estado policial de aquel país reprime violentamente cualquier forma de expresión contraria a las órdenes de Putin. Europa entera se está despertando y uniendo en repudio al gobierno ruso.

    La periodista Rachel Maddows de la cadena MSNBC —considerada de izquierda en EE.UU.— resume bien la razones de Putin: “Si tú fueras un dictador cleptocrático sentado sobre un país que mantienes pobre e infeliz sin planes más que hacer lo mismo por las próximas décadas, ¿cómo te sentirías con tener un país grande, culturalmente similar al tuyo, de vecino, donde las poblaciones están muy comunicadas, que recientemente echó al presidente títere que habías instalado tú y tomó pasos hacia una economía que los acerca más a Europa que a tu país? Eligieron de presidente por enorme margen a un joven popular —que habla ruso— y quiere acercarse a Occidente. Un hombre que dijo que todos los países ex-URSS deberían mirarlos y ver que todo es posible gracias a la democracia”. Maddows agregó que Putin “no puede dejar que ningún país vecino funcione, porque eso podría hacer que los ciudadanos rusos le exijan lo mismo a él”.

    Las diferencias entre la égida de un país y otro deben ser muy grandes, y los ucranianos parecen tenerlo claro. Eso los lleva a aceptar el reto de defender su territorio incluso arrojándose bajo tanques para evitar su paso. Hasta el presidente ucraniano Volodimir Zelenski se puso un uniforme militar para unirse a las tropas, al igual que algunas mujeres famosas de ese país. Las redes sociales y especialmente Tik Tok, con sus videos en vivo y en directo desde las casas de los ucranianos, nos dan una perspectiva de las vivencias más individuales. Nos ponen más cerca del drama de la gente, nos colocan en medio de las trincheras, nos hacen escuchar las sirenas y ver los misiles pasar por encima de las casas. El horror y la destrucción de la guerra desde el lugar más real, el de las personas afectadas.

    Las razones estratégicas, que para estos líderes mundiales de hoy son más importantes que miles de muertes innecesarias, son conocidas: la lucha por el control de los recursos energéticos naturales de sistemas sociales cada vez más dependientes y demandantes de ellos. Pero, como dijimos, los conflictos están como estuvieron siempre. El culpable de profundizarlos sigue siendo el que decide apretar el gatillo, el que recurre al recurso más destructivo: la guerra.

    En medio de todo esto, nuestro país, como ya casi es tradicional, queda aislado de las posturas más asertivas de las grandes potencias occidentales, no se sabe si por buscar una neutralidad mal entendida o por la torpeza de quienes manejan sus comunicaciones en el exterior. La invasión está desatada y Putin y su entorno son los criminales de guerra.