Nº 2108 - 28 de Enero al 3 de Febrero de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCuando las expresiones de un gobernante son dominadas por su iracundia y altas dosis de arrogancia puede quedar al desnudo su filosofía restrictiva a la libertad de prensa y de expresión. También su desprecio a que en una democracia los políticos están sometidos al escrutinio público a través de los periodistas. La elemental reflexión surge de los dichos del senador blanco y exintendente de Cerro Largo, Sergio Botana, quien sostuvo que el periodista Gabriel Pereyra es profesionalmente corrupto.
La cuestión estalló el martes 19 cuando el político fue entrevistado en el programa Informativo Sarandí sobre su proyecto de ley para restablecer una tolerancia de alcohol en sangre de 0,3 en el tránsito y arrumbar la tolerancia cero establecida en 2006 por la Ley Nº 19.360 que impulsó el expresidente Tabaré Vázquez. La iniciativa de Botana tiene el impulso de los empresarios del Instituto Nacional de Vitivinicultura, sector vinculado al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) cuyo ministro, Carlos María Uriarte, también respalda el cambio de legislación.
Un adelantado en este asunto fue, durante la pasada campaña electoral, Luis Lacalle Pou al expresar su intención de modificar la ley. Según su visión la tolerancia cero generó que “tomar una copa de vino” sea un “pecado” y convierta al bebedor en un “semidelincuente”. ¿Discurso de campaña? Habrá que ver con qué votos cuenta y si los ciudadanos, sin distinción de partidos, están de acuerdo en abrirle la puerta a esta droga, un imán para menores o adolescentes. Una encuesta de la Junta Nacional de Drogas de fines de enero de 2020 mostró que la edad promedio de inicio de consumo de alcohol es 12,8 años y que 59,8% (seis de cada 10 adolescentes) admitió haberse visto involucrado en un episodio de abuso de alcohol en los 15 días previos a la encuesta. Si a los menores les mostramos un camino equivocado para beneficiar a empresarios, estamos liquidados.
Según el MGAP el sector vitivinícola involucra directa e indirectamente a 30.000 trabajadores. Durante la pandemia, solos o en familia, las personas se quedaron más tiempo en el hogar, almorzaron y cenaron en sus casas. También condujeron menos sus vehículos y tal vez por esas razones consumieron en mayor cantidad bebidas alcohólicas. El vino sobresale como el gran ganador del aislamiento según lo muestran los números del primer semestre. En ese lapso el consumo de vino totalizó 32 millones de litros y aumentó 17,2% en la comparación interanual según los datos del Inavi que publicó El Observador. Para el consumo de vinos fue el mejor comienzo de año desde el 2013.
Durante la entrevista radial intervino telefónicamente Gabriel Pereyra y le señaló al senador que durante su gestión en la comuna arachana fue muy flexible con el uso de casco para los motociclistas, lo cual resultó perjudicial para la vida de algunos conductores y peatones. Dejó “dos accidentes espantosos (…) me parece que usted está, no digo inhabilitado, pero que usted proponga que la crisis de la vitivinicultura es por un vaso de vino… ¡qué quiere que le diga! Usted tiene malos antecedentes con el tema del tránsito”.
Botana replicó. Argumentó que en una ciudad como Melo, con sus calles en forma de damero, no se alcanzan grandes velocidades y el casco “no es el instrumento más importante”. Pereyra le recordó declaraciones del Sindicato Médico y de la anterior Unidad de Seguridad Vial, críticos con Botana y su política sobre el uso del casco. El senador las rechazó por considerarlas con intencionalidad política. Molesto incluyó a Pereyra en la intencionalidad de “su partido” y lo acusó de hacer “una absoluta camiseteada de los zurdos como usted. Asuma su condición política. Diga por cuál banderita festeja. Ahí hablemos con la verdad”. Un razonamiento con olor a naftalina.
De repente los viñateros y bodegueros deciden pagar una campaña publicitaria como la que llevaron a cabo hace varias décadas con una frase que hoy provocaría erupciones: “El vino es vida, bébalo usted y déselo a sus hijos”. No se ría ni llore que es en serio.
Debido a su extensa experiencia Botana debería saber que los periodistas profesionales no tienen partido, salvo cada cinco años cuando optan por uno en el momento de votar. Cuando alguno se sale de ese redil, sus propios colegas le hacen un vacío profesional y terminan en la cuneta o se unen a un partido como militantes sin ejercer el periodismo. Los conceptos de libertad e independencia están indisolublemente unidos y solo es posible la libertad profesional cuando no existen vínculos partidarios.
Eso permite desarrollar un periodismo honesto, riguroso y con responsabilidad, como debe ser. Si un periodista que se supone independiente viola esas conductas se transforma en un profesional corrupto al servicio de intereses personales o partidarios. Eso es lo que Botana, sin aportar ninguna prueba para su afirmación, le atribuye gratuitamente a Pereyra.
El senador podrá argumentar que en ningún momento utilizó el vocablo corrupto para referirse al periodista. Es verdad, no lo usó, pero hubiera sido innecesario porque la acusación surge del contexto de sus afirmaciones. Sucede que corrupción es sinónimo de pervertir, de dañar, de descomponerse, y corruptas son las personas que se benefician de su estatus de poder, quien, según el razonamiento de Botana, busca beneficiarse o beneficiar al partido político al que, según el legislador, pertenece el periodista. Todo porque Pereyra cometió la osadía de controvertir sus opiniones sobre la tolerancia cero y formular cuestionamientos a su gestión de la seguridad en el tránsito de Cerro Largo. Algunos políticos creen que los periodistas están a su servicio y tienen la obligación de levantarles centros para que cabeceen frente a un arco sin golero.
Hace varias décadas era inútil debatir sobre el periodismo o periodistas independientes. En todo caso para los defensores de la independencia —que siempre los hubo— ese debate se habría centrado en expresiones de deseos. Es así porque la amplia mayoría de los medios, por no decir todos, tenían clara filiación partidaria. Respondían a intereses blancos o colorados con algunas excepciones como El Popular (comunista) y Época (socialista). Trabajé en varios y nunca supe que se practicara discriminación partidaria a la hora de contratar periodistas. Tampoco nunca le pregunté a un colega por su simpatía partidaria.
Sobre este tema eran entonces frecuentes las bromas, los chascarrillos o las ironías de algunos políticos sobre la presunta intencionalidad partidaria de algunos periodistas, siempre con tono festivo y frente a frente. No recuerdo que alguna vez algún político, en medio de una entrevista o al cabo de la misma, le imputara a un periodista intencionalidad partidaria. Quizá se le acercó en 2003 el “¡No sea nabo, Néber!” del entonces diputado José Mujica a Néber Araujo como reacción a una pregunta del periodista durante una entrevista en Canal 12. Pero no pasó de allí. Ni cerca de la caza de brujas que ahora inició Botana.