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    Juan Zorrilla de San Martín

    Sr. Director:

    Cruz sobre la boca. Persignarse, para los cristianos y por sincretismo para los prosélitos de muchas creencias, consiste en dibujarse con la mano una cruz imaginaria sobre el cuerpo —señalando la frente, el pecho y ambos hombros— para invocar a Dios con distintos propósitos.

    Una forma llamada “larga” de ese signo es dibujarse tres cruces pequeñas: una en la frente, otra sobre la boca como cerrándola o cancelándola y otra sobre el pecho, mientras se recita la fórmula: “Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos Señor”.

    Este gesto, tal como lo expresa la fórmula ritual, aleja a los peores enemigos que no son otros que nuestros pensamientos, por eso la cruz sobre la frente; nuestras palabras, por eso la segunda cruz sobre la boca; y nuestros malos sentimientos, por eso la cruz sobre el corazón.

    La segunda cruz, la que implora por la supresión de las palabras insensatas, procaces, malintencionadas, falaces, torpes o disparatadas, debiera ser el talismán perpetuo de nuestro presidente José “Pepe” Mujica.

    Es difícil imaginar y casi imposible encontrar alguna otra personalidad tan afecta al micrófono, a los medios de difusión en general y a la emisión gratuita y torrencial de barbaridades y aseveraciones sin ton ni son.

    Solo por recordar una cuenta de ese larguísimo collar que el presidente ha ido enhebrando en estos últimos años, mencionemos una muy reciente.

    La mayoría frenteamplista de la Cámara Alta acababa de aprobar la desastrosa (y casi seguramente inconstitucional) ley del consumo de marihuana, cuando los cronistas de varios canales de TV, sabedores de que obtener el testimonio del presidente es como pescar con mediomundo en el centro del cardumen, lo consultaron al respecto. Uno de los entrevistadores, para azuzarlo, mencionó algunos de los argumentos que había esgrimido la oposición en el debate parlamentario.

    En ese punto, por supuesto, abrió el presidente su disparatado antifonario.

    “Conservadores siempre hay”, dijo Mujica como para descalificar a la oposición y agregó: “si no, piense en Zorrilla, el poeta de la patria”. Después, para justificar su inopinada mención, agregó alguna zoncera vinculada con el lugar social de la mujer en épocas del poeta, como si fuese responsabilidad de Zorrilla.

    Poeta, ensayista, periodista, juez, catedrático de la Universidad de la República, fundador de un diario y un partido político, diputado por Montevideo, exiliado, secretario de la revolución del Quebracho, ministro plenipotenciario ante España y Portugal, representante del Uruguay ante el Vaticano, miembro de la Academia de la Lengua y de la Academia de la Historia españolas, distinguido por reyes y gobernantes de varios países con las más honrosas condecoraciones, fue Juan Zorrilla de San Martín uno de los hijos más esclarecidos del país.

    Pero acaso el aporte fundamental de Zorrilla haya sido la creación consolidación y difusión de la simbología nacional y la veneración de sus héroes y gestas, con su Leyenda Patria, su célebre poema épico. Y sobre todo, más adelante, la reivindicación de Artigas, en su Epopeya, a quien terminó de sacar de su “leyenda negra” para colocarlo para siempre en el altar de la patria.

    Más allá de los injustos vaivenes de la crítica, de las modas intelectuales y de los vientos de la historia, nuestra memoria agradecida debe ser el lugar de Zorrilla para siempre jamás.

    Juan de Valera dijo de Zorrilla: “es el mejor poeta de habla hispana”.

    Miguel de Unamuno dijo: “El poeta oriental es uno de los espíritus más afines al mío”.

    Es esta brevísima semblanza, por supuesto, un mínimo resumen de lo que podría decirse de Zorrilla. Pero basta, suponemos, para descalificar la torpeza de recordarlo meramente como un “conservador”, asignándole además a ese término una carga despectiva totalmente injusta por anacrónica.

    Presidente, acepte este humilde consejo. Hágase la señal de la Cruz sobre la boca a ver si el Altísimo lo libra de su peor enemigo: sus propias palabras.

    Aldo Lamorte Álvaro Secondo

    Presidente Secretario General

    Partido Unión Cívica