N° 2059 - 13 al 19 de Febrero de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCuando cumplió 100 años le dedicamos una nota, a él y a una de sus mejores películas: Cadenas de roca (Ace in the Hole, 1951), de Billy Wilder, sobre un periodista inescrupuloso que termina montando un circo lucrativo a partir del accidente de un hombre que queda atrapado en una cueva. Issur Danielovitch Demsky, nacido en 1916 en Nueva York y criado en una familia judía de pobres emigrantes bielorrusos, superó todas las barreras hasta convertirse en una gran porción de la historia del cine como Kirk Douglas, el actor estrella y también el productor capaz de mandar a paseo a cineastas de la talla y autoridad de Stanley Kubrick.
Hizo de todo: western, comedia, bélico, policial, aventuras, drama, y todo bien, sin pretender ir más allá de sus posibilidades. Ambicioso pero muy vivo. Luego de 103 años (habría que ver si es una bendición vivir tanto tiempo) deja, entre tantos papeles para enmarcar, a un mafioso infecto (Traidora y mortal, 1947), a un boxeador ambicioso (El triunfador, 1949), a un policía reaccionario (Antesala del infierno, 1951), a un esquivo productor de cine (Cautivos del mal, 1952), a un desesperado Van Gogh (Sed de vivir, 1956, un rol hecho a su medida), a un vikingo tuerto (Los vikings, 1958) y a un esclavo justiciero (Espartaco, 1960), tal vez el trabajo más iconográfico de su carrera. Tenía sello propio y carácter fuerte, representado por ese distinguido hoyuelo en la mandíbula. Estuvo tres veces nominado a los Oscar pero nunca lo ganó. En 1996 le otorgaron la estatuilla de la culpa por su “fuerza moral y creativa en la comunidad del cine”.
Para enganchar con esta última ceremonia de la Academia de Hollywood, donde cerró el emotivo homenaje a los caídos, fue el valiente coronel francés de La patrulla infernal (1957), de Kubrick, que intenta comprender y apiadarse de un grupo de desertores condenados a muerte en la I Guerra Mundial. En la escena final observa por la ventana desde el frío exterior, el jolgorio de los soldados que despiden la última noche con abundante alcohol en una posada, porque al día siguiente marcharán hacia el frente de batalla. Nada de balas ni explosiones para dar a entender el horror de una guerra. Solo una mirada profunda, piadosa, a lo Kirk Douglas.