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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEste diciembre se cumplieron 80 años del estreno de La Puñalada, cuyo autor, mi abuelo, Pintín Castellanos, fue genuino exponente de un Montevideo y un Uruguay pujante, ávido de renovación y búsqueda de la excelencia en la cultura, como camino de superación y republicanismo.
El tango y la milonga son sellos indiscutibles de nosotros y nuestros hermanos porteños. Salvando los debates —certeros en cierta medida— respecto al aspecto machista de ciertas letras de tango, en tanto y cuanto tomemos en cuenta el contexto histórico, lo válido es rescatar su musicalidad y la invitación al abrazo amoroso que nos brinda su danza. Un mundo que fue demonizado, que junto con el candombe nos identifica en el mundo entero. Estoy segura de que cualquier uruguayo andando por el mundo se ha quedado tieso y sentido más cerca que lejos, al escuchar Por una cabeza o La Cumparsita, allende los mares.
En épocas que nos cuesta encontrarnos y dar con algo real que nos una, tengo la plena convicción de que el camino son las expresiones populares que salen de la mismísima entraña de todos y cada uno de nosotros.
El Uruguay, nuestro Uruguay es el país del “como si”.
Hacemos como si nos preocupáramos, como si nos ocupáramos, como si pensáramos, hacemos que somos solidarios, empáticos, hacemos como si legisláramos, hacemos como si administráramos en forma ecuánime. Hacemos como si nos importara la cultura, hacemos como si impartiéramos justicia, hacemos como si nos importara el otro. Nos pasamos una y otra vez la peli y el mito del uruguayo comprometido, republicano, respetuoso… en fín, el supuesto ciudadano modelo de la “Suiza de América”, que ya fue hace rato.
Nosotros, uruguayos, vivimos renegando de nuestra cultura, negando legados e historia. Parece que siempre tenemos que estar reinventándonos, ignorando jalones culturales, no sé si por pereza o simple ignorancia. Un amigo argentino creía, hasta que me conoció, que Pintín era argentino. Curioso, ¿no? En la vecina orilla, se hace tal culto del tango y la milonga que terminan apropiándose de figuras relevantes. ¿Los podemos culpar? No creo, la culpa es solo nuestra.
Vivimos en una especie de nube sin compromiso ni convicción alguna con lo que nos rodea. Pero esta apatía, porque es eso, apatía, no se reduce solo a lo cultural, es en todos los ámbitos, dándose el fenómeno del “como si”, brindándonos una sensación de tranquilidad, pero superficial, pasajera e intrascendente.
Por ello, en esta fecha recuerdo y me siento orgullosa de mi abuelo, Pintín Castellanos, un outsider del ambiente orillero, cuna del tango y la milonga, que, habiendo nacido en el seno de una familia patricia, supo trascender y pasar por encima de prejuicios, rescatando y respetando el sentir popular, en una sociedad que había descargado sobre el tango, la danza de los humildes, los descarriados, los inmigrantes, los “taitas” y la costurerita, todo el peso de los males del mundo. Pero, el tango, como la milonga, se impusieron, porque fueron y son una revolución en sí mismos. He aquí unos versos que Pintín dedicó a su Montevideo:
“ Soy de Montevideo, de Montevideo soy, y lo digo con orgullo a donde quiera que voy. Nací por el año 5, por el 5 yo nací en Andes y Canelones, Barrio Sur donde viví; la vida me fue pulsando para mi bien o mi mal; mal o bien yo fui guapeando, la cuestión es no aflojar; las barriadas me inspiraron, me inspiró la muchachada, yo les rendí mi homenaje, les brindé La Puñalada; he cumplido a mi manera, a mi manera cumplí, la inspiración que me dieran, en milongas devolví, y hay algo que me emociona, me emociona de verdad, el haber hecho en mi vida un culto de la amistad; medio siglo ya he cumplido, con la milonga y el tango, medio siglo he vivido. Salón, cayengue y fandango y nuevamente les digo, aquí y allá, donde estoy: yo nací en Montevideo y que orgulloso que estoy”
Yo hago votos para que volvamos a saber hacer revoluciones culturales, que dejemos el “como si”, para que nos comprometamos, nos involucremos, nos interesemos, trascendiendo diferencias para rescatar lo esencial de nuestra cultura, en la música, en las letras, en el teatro, en la política, en la justicia, en la búsqueda de aquello que nos hace ciudadanos de este paisito y del mundo.
Dra. María José Piñeyro Castellanos
CI 1.831.491-0