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    La República se construye con gestas y gestos

    N° 2049 - 05 al 11 de Diciembre de 2019

    La República se construye con grandes gestas y también con pequeños gestos. Y en la elección de Luis Lacalle Pou como nuevo presidente, hubo de ambos.

    Fue una verdadera gesta desplazar a un gobierno que durante quince años acaparó todos los centros de poder en el Estado y en la sociedad: gobierno central y las más importantes intendencias; empresas públicas con posición dominante; contratación de miles de empleados públicos; otro tanto de personas recibiendo subsidios y beneficios; manejo total de los sindicatos obreros; control de la educación y de las manifestaciones culturales; cuasi monopolio de la salud y gran influencia sobre los medios de comunicación. Ganarle a todo este “aparato” cívico-cultural-sindical, fue una verdadera gesta.

    Pero lo que más quedará en la memoria de la gente serán los gestos del presiente electo, no sólo por su valor en sí mismos, sino también por el contraste con los gestos de sus contendientes.

    Para empezar, Lacalle Pou estuvo siempre sereno y firme. Lo estuvo durante la campaña, durante los debates televisivos y hasta cuando dio su discurso de celebración. No se dio el permiso de soltar sus emociones, porque él mismo entiende que no tiene tal derecho, al ocupar la posición que ocupa. En sus palabras nunca hubo agravios, ni hechos tergiversados, ni siembra de miedos o malas intenciones. La gente así lo notó y así lo votó.

    Lacalle Pou llegó al acto en Kibón en una camioneta común y corriente, acompañado de su esposa, sin custodios, ni chalecos antibalas. Un gesto de confianza en la civilidad ciudadana.

    En su primer acto público como presidente electo, hizo subir primero al estrado a sus colegas de la “coalición multicolor”. Se paró junto a ellos y ante el mundo, no como un monarca, sino como un “primus inter pares” (el primero entre sus iguales). Un gesto de humildad y trabajo en equipo.

    También nos recordó que él era solamente un empleado nuestro (tal vez el más importante), pero empleado al fin. Un gesto que nos hace recordar que “el funcionario existe para la función y no la función para el funcionario”. Ya casi nos habíamos olvidado de que existía este artículo 59 en la Constitución.

    El acto se inició con la entonación del himno nacional, ese canto a la libertad cuyas estrofas nos deberían unir a todos los demócratas. Y lo hizo cantándolo con la mano derecha sobre su corazón, en un gesto de respeto y amor a la patria.

    Suspendió su discurso para que los médicos atendieran a personas del público que se sintieron mal, probablemente por la combinación de calor, cansancio y emociones acumuladas. Puso primero a los ciudadanos que a su ego. Y no lo hizo en una, sino en dos ocasiones.

    Saludó a un frenteamplista que se paseaba con sus banderas y un cartel deseándole suerte al victorioso. Pidió a los medios internaciones que tomaran esa foto y que primara sobre la suya propia. Un gesto que pone en primera plana a nuestra mejor tradición republicana.

    Los padres del novel presidente también dejaron su gesto. El expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera y la exsenadora Julia Pou, se mantuvieron totalmente prescindentes durante toda la campaña electoral, dejando que tanto el hijo, tanto como el dirigente político, pudiera crecer sin sombras. Y durante el acto en Kibón escucharon el discurso de su hijo-presidente, confundidos entre la muchedumbre. Una genuina manifestación del “naides es más que naides”.

    Los espectadores también marcaron la jornada con sus gestos. No hubo altercados, ni vandalismo, ni insultos, ni cantos de odio, ni burlas… sino que se tendieron cabos para reconstruir los puentes que otros fueron dinamitando durante los últimos lustros.

    El presidente electo no sólo se sacó selfies con todos, sino que él mismo las tomaba. Estuvo rodeado de gente con rostros felices, en paz y en familia. ¡Si hasta se parecían a un pueblo civilizado, más que a un grupo de oligarcas privilegiados!

    Todos estos gestos (y los que vendrán), irán tejiendo un nuevo entramado político y –fundamentalmente– un nuevo entramado de relaciones sociales.

    Así se construye el espíritu republicano: con grandes gestas y con pequeños gestos. Estemos atentos y dispuestos a dar y recibir de ambos.