N° 1864 - 28 de Abril al 04 de Mayo de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl ministro del Interior, Eduardo Bonomi, perdió el monopolio de la culpa. Continuarán los robos, se cometerá un homicidio diario, encapuchados coparán empresas y a los jubilados les arrebatarán lo poco que tienen. Tiene ampliamente el mayor porcentaje de responsabilidad, pero no el monopolio.
Una sentencia judicial de fines de marzo dice que la culpa es mía, es tuya y de aquel. De la sociedad que impide que los integrantes de la clase social más desfavorecida no estudien y no consigan trabajo al salir de la cárcel. Parece ser que la única salida es robar y que debemos asumirlo. La teoría sobre la realidad.
En una sentencia del Tribunal de Apelaciones Penal de 2º Turno, a cuyo razonamiento podrían plegarse otros jueces, los ministros Daniel Tapié, José Balcaldi y Williams Corujo le bajaron una pena de penitenciaría de dos años y dos meses a un delincuente que había sido fijada por el juez Gabriel Ohanian y el fiscal Enrique Rodríguez. La penitenciaría es para quien supera los dos años de reclusión. Los ministros dejaron la sanción en pena de prisión que va hasta dos años. Ya cumplió y puede salir en libertad.
El fallo argumenta que el delincuente no terminó Primaria. Hasta hace poco, 22.000 personas cobraban asignaciones familiares sin mandar a sus hijos a estudiar, una obligación que establece la ley. Si la falta de educación es causa del delito, habrá que comprarse armadura para la que se viene.
El delincuente, de 23 años, no terminó Primaria pero tiene posgrados: ocho antecedentes en los últimos cinco años. Salvo que estudie “contrarreloj”, se invente un título de licenciado, le den un empleo público o saque “la grande”, volverá a delinquir. Es así. Las víctimas seremos nuevamente nosotros. ¡Pero atención! También seremos los responsables sociales de que robe. Y como la captura de delincuentes es deficiente, probablemente seguirá en libertad. Robando.
Para bajar la pena, el Tribunal argumentó que el robo fue de “escasa magnitud” (abrió un auto en la Ciudad Vieja y se llevó una campera, un botiquín de primeros auxilios, balizas y una pinza) y pese a que —como dice la sentencia— el ladrón ha demostrado en su vida delictiva “persistencia” (duración de una cosa por largo tiempo y firmeza y constancia en la manera de obrar, según el diccionario), el Tribunal entendió que se debe considerar la “co-culpabilidad” de la sociedad y que “pertenece a la escala social más desfavorecida”.
Mientras leía el fallo recordé a mi abuelo, un tano “zapatero remendón” que no había terminado Primaria y comía fideos baratos. Desde los 15 años, mi padre trabajó a su lado cuatro horas por día y cuatro en otro lado. Iba a la Facultad de Veterinaria con un refuerzo de mortadela. Dormía cinco horas y se recibió. Muchos que también nacieron en hogares “desfavorecidos” y no culminaron sus estudios nunca delinquieron. Conozco varios jueces y fiscales que empezaron de “menos cero” y con pujanza y estudios gratuitos hicieron una carrera en la Justicia.
En ningún Estado moderno y democrático que se respete y respete a los ciudadanos honestos y trabajadores se puede argumentar que delinquir es una consecuencia de la pobreza, de la falta de estudios y de no tener trabajo. Puede ser un añadido. Lo otro es subestimar a los ciudadanos, descalificarlos como víctimas para considerarlos coautores. Responsables sociales.
En cada rincón de la República existen personas huérfanas, que desde niños pasaron hambre y pelearon contra las adversidades. Como dice con elocuencia una jueza amiga: “se rompieron el lomo y salieron adelante sin robar y tampoco hicieron la revolución que pretendió Daniel Viglietti con el ‘Chueco’ Maciel”.
Maciel no fue a la escuela y se crió en un cantegril: “Asalta el banco y comparte con el cantegril. Como antes el hambre, comparte el botín”, dice la sensiblera apología musical. Alentaba a delinquir para lograr cambios políticos: “Los chuecos se junten bien juntos, bien juntos los pies, y luego caminen buscando la patria, la patria de todos, la patria Maciel…”. Fue abatido en 1971 a los 20 años al enfrentarse a la policía “represora”. En esa época Bonomi pensaba como Viglietti. Y como Maciel.
La teoría de la responsabilidad social fue impulsada, entre otros, por el ex ministro de la Corte Suprema de Justicia de Argentina, Eugenio Zaffaroni, a quien la sentencia cita. Con el transcurso del tiempo el penalista fue copado por el virus político. Se pegó al extinto presidente Néstor Kirchner y accedió a la Corte. Luego se convirtió en asesor de Cristina, la viuda y presidenta. Los favores se pagan.
La teoría nació en Alemania e hizo furor en otros países, como Bélgica, Suecia o Suiza. Tenía sentido. En esos países el Estado proporciona a los ciudadanos educación amplia y accesible, asistencia sanitaria de calidad y la posibilidad de estudios y acceso al mercado laboral.
Observado con mi óptica lega, distante del discurso académico, si por esas carencias o responsabilidad social alguien está inevitablemente destinado a delinquir, la sociedad tiene la obligación de defenderse y el Estado de proteger a sus habitantes de las acciones lesivas. ¿Castigo? El mayor. De lo contrario, el Estado será co-responsable de contribuir al caos y a la inseguridad.