Nº 2219 - 30 de Marzo al 12 de Abril de 2023
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAl pasear por Las metamorfosis de Ovidio se puede tener la impresión de un abigarramiento de estilos. Escrita en hexámetros y utilizando numerosos recursos épicos (epítetos, símiles, discursos) es ante todo una obra épica. La batalla de los lapitas y los centauros, la batalla de Perseo y Fineo pueden citarse como ejemplo del género épico. El lirismo no podía dejar de presentarse en Las metamorfosis en los términos más amplios, simplemente porque la mayoría de las historias se dan aquí sobre un tema de amor y no rehúyen cualquier intimidad. No menos dramático se presenta Medea, por supuesto, que hubiera resultado muy difícil de representar sin la riqueza de recursos dramáticos que van pautando las distintas incidencias de esa caída en el peor de los horrores.
A pesar de esta abundancia de géneros y de todas las muchas historias que se entretejen dentro de su variedad, Las metamorfosis está concebida como una obra única e integral, quiero decir: no es en absoluto una especie de antología de relatos que contenga historias separadas, desligadas unas de otras. Como la clásica obra de Apolodoro el Gramático, que sin duda es una fuente directa de esta pieza, todas las leyendas y mitos están anudadas por razones de linaje, de proximidad, de contenido dramático o ideológico, de coincidencia geográfica, de encuadre en historias mayores. Ovidio juega con las posibilidades expresivas y abre espacio para verter la erudición sirviendo a la funcionalidad lírica, más que meramente informativa: el impacto emotivo, la luz de ciertas sentencias van por delante de la escrupulosidad del cuento. Así, a veces se ponen en boca de algún héroe diferentes mitos o se opera una asociación por semejanza, por contraste, o incluso no por simple contigüidad en relación con el tiempo, lugar de acción y conexiones, o se traza una analogía de este héroe con otros.
Ovidio es un intelectual culto, un aficionado a los libros y a la antigüedad griega, y si bien no tiene ninguna creatividad mitológica propia, porque recoge el vasto legado conquistado en Grecia a través de toda su literatura, consigue darles vida propia a figuras y casos que, por más conocidos que sean, bajo su pluma cobran un relieve y una plasticidad que los remoza y ahonda psicológica, estética o filosóficamente. Es lo que podríamos llamar una recreación si no fuera que el término ha sido abominado por el romanticismo y su postulación arbitraria de la originalidad. Ninguno de los autores antiguos temió o tuvo remilgos de trabajar con los mismos materiales y moldes que sus antecesores; a diferencia de las imposturas del romanticismo, supieron con lucidez que crear siempre es combinar y atreverse en las infinitas posibilidades de la hipertextualidad.
El estilo artístico de Las metamorfosis es al mismo tiempo realista, porque toda su mitología está muy impregnada de rasgos de realismo, llegando a menudo a la cotidianidad e incluso en el espíritu romano moderno de Ovidio a lograr transmitir la psicología de dioses y héroes, dibujando todas sus debilidades e intimidades, todo su compromiso con las experiencias diarias, incluida incluso las de la cruda fisiología. Así encontramos a Júpiter que en ocasiones deja ver sus terribles atributos y se ocupa viciosamente de las jóvenes casi niñas. El padre de los dioses con la recatada Europa se convierte en toro para raptarla del modo más innoble; pero la gracia de que hace gala el toro, sus travesuras y sus fintas seductoras son fascinantes en el retrato psicológico, en el minucioso estudio de las motivaciones que hace Ovidio.
Con no menos habilidad para capturar esquemas de conductas en los pequeños gestos de los dioses con indomesticables fijaciones de orden carnal, presenta el caso del otro, que es Apolo, a quien inmortaliza enamorado de la hija del río Penea, Daphne. Lo recrea en el cortejo obsesivo con todo tipo de discursos conmovedores, los vemos suplicar reciprocidad en su pasión, aunque en vano. Le ruega a la bella inocente que peine sus cabellos, ella no lo escucha y con buenos motivos huye, y cuando el dios está a punto de alcanzarla se convierte en un árbol de laurel; su cuerpo se entumece, su pecho está rodeado de corteza, su cabello se convierte en hojas. Incluso así Apolo todavía intenta abrazarla, y debajo de la corteza de un árbol escucha los rápidos latidos de su corazón. Es curioso que Ovidio lo muestre queriendo atraerla con sus virtudes divinas, que enseguida enumera con detalle y que a ella nada le importan. Ahora que es laurel sabe que su pureza es invulnerable, que ningún dios puede más que el bien que uno elige.
Ovidio va del mito a sus ideas. Sugiere que el poder tiene como límite la dignidad del otro.