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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl 11 de mayo, fecha que en el santoral católico es la festividad de los santos apóstoles Felipe y Santiago el Menor y la comunidad católica de Montevideo celebra la festividad de los santos patronos de la “Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo”, bajo cuyo patrocinio nació la hoy capital de la República, la Junta Departamental rechaza la autorización para colocar una imagen de la Virgen María en un espacio público de la ciudad. La autorización de la Junta es inobjetable, es legítima, tomada por el organismo competente dentro del límite de su competencia, pero los fundamentos de la resolución no son compartibles pues son consecuencia de la primacía del laicismo (que cada vez tiene un mayor sesgo anticatólico) sobre el principio de laicidad establecido en el art. 5 de la Constitución. Con la imagen de la Virgen o sin ella, el Estado uruguayo seguirá siendo laico como lo es desde la Constitución de 1917.
Como lo dijo su eminencia reverendísima el cardenal primado, “esto nos duele pero hay que mirar y seguir para adelante”. Y por supuesto que seguiremos para adelante, porque la resolución municipal no afecta para nada la devoción permanente de los católicos a la madre de Dios, devoción que se traduce en el rezo del santo rosario los cuartos sábados de enero en ese espacio, como se reza todos los días en capillas, parroquias, oratorios, centros religiosos y en las casas de familia, donde se reúnen familiares y amigos, en torno a la imagen peregrina de la santísima Virgen, que recorre las casas y visita a las familias de la jurisdicción de diversas parroquias. La devoción a la Virgen María se extiende en el tiempo, desde la primera advocación en el bíblico y místico Monte Carmelo donde el profeta Elías viera la nube que figuraba la fecundidad de la madre de Dios, hasta una de las últimas advocaciones, la de Cova de Iría, Fátima, Portugal, de la cual justamente en esto días se celebra el primer centenario; pero también se extiende en el espacio ya que en todas las ciudades y países, pueblos y regiones se reconoce como santa patrona nacional o local a alguna advocación especial de la madre de Dios. Esa devoción, a través de los últimos 2.000 años, salió fortalecida de todas las adversidades por las que atravesó la fe católica, como el cisma, la reforma, la crisis anglicana, la ilustración, la Revolución francesa, la Revolución bolchevique y en América Latina los gobiernos mejicanos del siglo XIX, el gobierno anticlerical de Elías Calles o las persecuciones religiosas de izquierda o de derecha, lo que hizo que las peregrinaciones a santuarios levantados en homenaje a la Virgen María en sus distintas advocaciones sean las más multitudinarias que se conocen. Esa devoción se explica por la fe, esa “predisposición psicológica que nos permite creer, aun sin comprender, las verdades que nos enseña la Iglesia”, o como decía San Pablo: “creer en lo que no se ve”, o aquel predicador norteamericano: “lo que nos explica lo que el sentido común no puede explicar”.
Lo que tendrían que tener las autoridades tan celosas del laicismo es coherencia, porque en nuestro país existen ciudades, villas y pueblos que hacen referencia a la madre de Dios y sus advocaciones: Rosario, Dolores, Carmelo, Mercedes, El Carmen y con referencia ya no específicamente a la devoción mariana sino a la fe católica en general: San José, San Carlos, Trinidad, Fray Bentos, Paysandú (Fray Sandú) y todo el santoral de Canelones y a nadie se le ocurrió, por ahora, pensar que afectan los principios del Estado laico (y que no se les ocurra a los paraguayos algo así, porque tendrían que cambiar el nombre a su histórica y colonial capital). Y sería coherente en base a esos principios, que la imagen de la santísima Virgen del Cerro del Verdún, uno de los lugares más importantes de peregrinación mariana de nuestro país sea sustituida tal vez por un obelisco de forma triangular.
Miguel Ángel Estévez