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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl nudo gordiano de la política nacional. El “modelo país”, el “proyecto país” y la “agenda política nacional” brillan por su ausencia conceptual en nuestro imaginario cognitivo; adviértase que son tres instancias diferentes e interdependientes entre sí.
La última disquisición importa; según sea la secuencia entre ellos será la forma de abordar el tema: a) si lo focalizamos en el punto de partida, será con el método proyectivo innovación incremental, o b) si nos inspiramos en el punto de llegada, se aplicará la prospectiva innovación radical. Para nuestro caso, que exige un cambio integral, armónico y sistematizado, es mejor la prospectiva.
El punto que no se entiende, comprende, ni comparte —y menos se tolera— es que quinquenio tras quinquenio sigamos con el mismo tranco cansino —a los tropiezos, sin saber a dónde vamos— cual tortuga renga, desorientada y miope. Estamos resignándonos a transar con la mediocridad.
Nos falta —¡y vaya que nos hace falta!— el sentido de misión y el ejercicio de la acción.
Todos los partidos y sus políticos se consideran y autodefinen, natural y legítimamente, líderes para el progreso. Por lo tanto cabe preguntarse si la indefinición de un proyecto país y la consiguiente agenda nacional: ¿Se da por ignorancia, incapacidad, incompetencia, indolencia, irresponsabilidad, insensatez o es atribuible a hipocresía política? Cuesta decirlo, pero creemos que hay un poco de cada una de ellas.
Es lo que venimos sufriendo hace décadas, por lo que hoy así nos va, y mañana peor será.
La responsabilidad mayor de la omisión conceptual de un proyecto nacional y su concreción fáctica en base a una agenda nacional es de los políticos. Pero, como la hora y el ahora nos indica y recuerda, la primera responsabilidad es nuestra; los ciudadanos los delegamos y mandatamos. Somos corresponsables.
Resultado: Es hora de autoconvocarse.
No por lo mismo que los productores de enero en Durazno o de junio en San Luis y Salto por seguridad. Debemos reflexionar y responder cuatro puntos básicos del ser y el quehacer nacional: ¿Qué Uruguay queremos construir? ¿Cómo estamos hoy? ¿Qué hemos hecho y dejado de hacer en las últimas décadas? ¿De aquí en más, qué debemos hacer, y cómo lo lograremos? Tener claro esto es esencial: así nacen, viven, sobreviven y trascienden las naciones.
En clave prospectiva, 1) qué país queremos ser, hacer y tener en 2040-2050, 2) de dónde partimos, la bisagra actual, 2018-2019, 3) balance de qué hemos hecho —¡y no hecho!— a partir de 1985, 4) la agenda para las próximas tres décadas hasta 2050. En suma: fijarnos un horizonte, apuntar a la excelencia para lograr el óptimo, definir la forma de alcanzarlo.
Para ello convocar a la academia, la producción, los servicios, empresarios y trabajadores, jóvenes y veteranos, mujeres y familias, periodistas y la ciudadanía en general y, por supuesto, con —y no contra— los políticos. Todos aportando en función de dos principios y valores superiores: Bien común e interés general, sabiendo que todo tiene que ver con todo.
Es posible; solo falta voluntad y compromiso: El devenir nacional concebido de forma integral, coordinada, armónica y sistémica. Como lo hicieron nuestros antepasados hace un siglo: la utopía hecha realidad.
No hay un único sabelotodo —individuo, sector o partido— capaz de proponer el proyecto y hacer la agenda nacional en solitario. Quien lo pretenda, fracasará. Por definición y sentido común no es tarea para nadie en particular —fulano, mengano, zutano o perengano—, sino de todos, con todos, para todos.
Lo nacional trasciende lo político; se sabe pero no se practica.
Hace seis años, en 2012, escribimos un ensayo que mantiene total vigencia; transcribo dos párrafos:
“Si a esta altura alguien piensa que estamos contra los políticos o no entendió o no fuimos claros. Estamos a favor de ellos, o mejor dicho, de su función, y por ello es que queremos que la cumplan a cabalidad. Como a veces parece que están distraídos deseamos que asuman sus responsabilidades, y de no ser así es que pensamos que hay que ayudarlos. Desde la ciudadanía.
Estamos convencidos que todos los partidos políticos tienen una cuota importante para aportar a las soluciones requeridas, y que ninguno puede llevarlas a cabo en solitario. Esto no es cuestión para frenteamplistas, colorados, blancos o independientes, tampoco para Asamblea Popular u otros. Es de y para todos, trasciende los límites y las fronteras partidarias.
No son temas partidarios a resolver por un gobierno. Son temas nacionales a resolver con auténticas políticas de Estado; o sea, con la activa participación ciudadana”.
¿Será que esto mismo se tenga que repetir dentro de seis años, en el 2025? ¿Seremos capaces de honrar el mandato de ser “tan ilustrados (al pensar) como valientes (al hacer)”? Las respuestas están en nosotros.
Gonzalo Pou