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    La guerra entre Israel y Hamás ?y los “judíos de izquierda” (I)

    Por Lector

    Sr. Director:

    Hago referencia al artículo de investigación periodística firmado por Leonel García en Búsqueda (N° 2.252) del 23 del corriente sobre las reacciones de “judíos de izquierda” ante el avance antisemita surgido, precisamente, desde “la izquierda”. Quisiera que las sensaciones de los “judíos de izquierda” sirvan de disparador para reflexiones vinculadas a la situación desencadenada el 7 de octubre pasado en Oriente Medio, en especial para los judíos que no nos autodenominamos “de izquierda”, o que por lo menos no asociamos nuestras posturas político-partidarias con nuestra condición de judíos, lo cual nos da más libertad de expresión pero no nos hace menos sensibles a la ola antisemita desatada por la guerra en Gaza.

    Confieso que estoy bastante sorprendido de la ingenuidad que se describe en su artículo, así como la reflejada en otros medios y redes sociales respecto al tema por parte de estos “judíos de izquierda” sorprendidos en su buena fe. Hace ya muchos muchos años que “la izquierda” condena al Estado de Israel por diferentes razones o excusas; para no ir demasiado atrás en el tiempo me remonto a los nuevos paradigmas surgidos como consecuencia de la Guerra de los Seis Días en 1967.

    Si algo demostraron las protestas civiles en Israel durante el año 2023, interrumpidas el 7 de octubre por la invasión de Hamás, es que más de la mitad de Israel no apoya a “la derecha” (cada vez más extrema) que habilita la permanencia en el poder de Netanyahu. Parte del drama es que ese 50% no consigue expresarse electoralmente con éxito dentro de un régimen parlamentario complejo. “La izquierda” global, sin embargo, nunca se tomó el trabajo de diferenciar entre el pueblo judío, el Estado de Israel y su gobierno de turno; para sus fines, todo es lo mismo. El antisionismo es el nuevo antisemitismo. La reacción judeofóbica a la masacre del 7 de octubre y la consecuente reacción militar de Israel lo demuestran.

    Hace 10 años, en 2014, durante la campaña Margen Protector, acotada y puntual en comparación con la actual, se desató una reacción antisemita global similar. Aquí, en Uruguay, también. Fueron momentos de mucha angustia e incertidumbre para todos los judíos uruguayos. Un año más tarde, en marzo de 2016, esta ola antisemita cobró una vida por su condición de judío. Hubo una reacción de miedo y estupor como la que se está manifestando ahora, pero fue general y sin afiliaciones.

    En esta oportunidad, como en la Shoá, precisamos que otros nos recuerden que por sobre todas las causas que elijamos abrazar u otras identidades que nos identifican (valga la redundancia) somos judíos. El antisemita no distingue. No le importa. El odio hacia la otredad es más fuerte que cualquier ideología, aun de aquellas que dicen celebrar la diversidad. El judío es el eterno otro, aunque quiera creer que es parte. De hecho, funciona bastante bien cuando se es parte de colectivos y organizaciones no antisemitas.

    En su famoso monólogo en El mercader de Venecia Shylock dice: “¿Si nos envenenáis no morimos? ¿Si nos hacéis daño, no nos vengaremos?”. Shylock hace referencia al judío frente a la sociedad que lo discrimina y humilla. La pregunta cabe para los judíos que no nos autodenominamos “de izquierda”. ¿Por qué cunde el estupor, la sorpresa, la ofensa, respecto a quienes creyeron en ideologías contradictorias y no respecto a quienes, ideologías aparte, somos simples judíos de a pie, en toda nuestra vasta diversidad?

    Me solidarizo con los “judíos de izquierda” y su coyuntura. Pero (sí, el famoso pero que lo relativiza todo) me pregunto quién se ocupa de expresar nuestro dolor cuando pasamos por nuestras vidas atendiendo nuestros asuntos, cumpliendo nuestros deberes cívicos y ciudadanos sin vergüenza ni relativización de nuestra identidad judía. Tal vez no abracemos demasiadas causas, tal vez estas sean anónimas, pero no abrazamos causas equívocas.

    Hoy, a ocho semanas del 7 de octubre, todos los judíos penamos por igual.

    Un valor muy abrazado por las corrientes progresistas judías es “mejorar el mundo”, el “tikún olam”. A tal punto que para muchos judíos progresistas o laicos ese valor es casi excluyente en su identidad como judíos. La triste realidad es que no hay “mejora” del mundo o “arreglo” suficiente: el mundo sigue quebrado en sus valores y los judíos somos víctimas. La diferencia es que hoy ya no somos víctimas pasivas. Ese es el mérito del sionismo, “una causa progre que tuvo la mala suerte de tener éxito” (Wilf). Su resultado es el Estado de Israel. Soberano, democrático, imperfecto y profundamente judío.

    Será un largo período de conflictos. Que todos tengamos la sabiduría de manejarlo con prudencia. Que podamos procesar nuestro dolor constructivamente. Todos y todas.

    Ianai Silberstein

    CI 1.412.860-4