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    La importancia de ganar así

    N° 2007 - 07 al 13 de Febrero de 2019

    , regenerado3

    En estos últimos días dos partidos acapararon la atención de los amantes del fútbol uruguayo. El pasado domingo se disputó una nueva edición de la Supercopa y, contra todo pronóstico, Nacional se quedó con la victoria clásica y el título en disputa. Un día después el foco de los aficionados estuvo puesto en Chile, donde la Selección Sub-20 derrotó a Brasil y llegó a la punta del hexagonal final, a falta de dos fechas, y ya está casi clasificado para el Mundial de esa categoría, a disputarse en Polonia, el próximo mes de mayo.

    En ese orden, Nacional logró una victoria que en lo previo no parecía factible. Tras la derrota sin levante ante Peñarol, pocos días antes, desnudando las carencias propias de un equipo aún en formación, debió encarar esta revancha en condiciones muy similares. Cierto es que se incorporaron al plantel algunas figuras nuevas (entre ellas el experiente Palito Pereira y el retornado Bergessio) pero no todas llegaron en su mejor nivel físico, ni con la debida antelación para que el técnico Domínguez pudiera ensamblarlas adecuadamente. Entre tanto, su adversario contaba con su habitual potencial (al que se le sumó Viatri), su libreto bien aceitado y la lógica confianza emanada de su rotunda victoria anterior. Todo, pues, hacía presumir —y así lo dijimos— que estaban dadas las condiciones para que el equipo aurinegro pudiera repetir su victoria anterior. Sin embargo, ello no aconteció y fue finalmente Nacional el que se adueñó del festejo clásico.

    Lo curioso del caso es que esa inesperada victoria tricolor no fue el fiel reflejo de lo ocurrido durante los 120 minutos de juego —en los que su rival impuso una clara superioridad— sino de su superior acierto en la oscilante tanda de penales, y del esfuerzo y clarividencia, a cierta altura del partido, para apostar todos los boletos a esa singular y niveladora forma de definición.

    Es probable que el técnico argentino, debido al trámite netamente desfavorable del clásico anterior, haya hecho previamente un fuerte trabajo en lo anímico (al que seguramente debe haber contribuido ese singular “banderazo”, con varios miles de hinchas en el Parque Central, alentando a los futbolistas en la última práctica antes del partido). Paralelamente diseñó una táctica ultradefensiva, sumando hombres delante de su arco y dejando solo a Sebastián Fernández como delantero neto. Aun así, Peñarol logró imponer un ostensible predominio desde el comienzo mismo del partido, proyectándose repetidamente contra el arco de Conde, aunque sin poder llegar al gol. Y fue sorpresivamente Nacional el que, en el final del primer tiempo, se puso en ventaja en un ataque aislado del talentoso Santiago Rodríguez, bien culminado por el argentino Angeleri.

    Peñarol redobló su ofensiva en el arranque del segundo tiempo y a los pocos minutos Christian Rodríguez de penal (bien sancionado) logró el merecido empate. De allí en adelante, su dominio fue tan persistente como inefectivo, frente a un rival que solo atinaba a defenderse como podía; más aún cuando quedó con un hombre de menos, por la cuestionable expulsión de Santiago Rodríguez, en el final del tiempo reglamentario. En ventaja numérica, el equipo aurinegro redobló su ímpetu ofensivo en el alargue, y allí apareció la enorme figura de Conde en el arco tricolor, con un par de providenciales atajadas. Con el paso de los minutos Nacional fue abroquelándose cada vez más en su última zona defensiva para neutralizar el incesante e inoperante asedio rival, optando por jugarse todos los boletos a la siempre impredecible “lotería” de los penales (definición que siempre hemos rechazado, por cuanto suele no ser equitativa —y eso fue lo que ocurrió en este partido— con los méritos estrictamente futbolísticos, desplegados por ambos equipos en el tiempo reglamentario de juego).

    Lo cierto es que, aun dominado por su rival de punta a punta, y por esa vía, Nacional obtuvo una victoria largamente festejada, y que le llega en un momento muy oportuno. Se quedó con el primer torneo oficial del año, cortó la larga racha victoriosa de su tradicional rival, su técnico se ganó el respeto de los hinchas y el tiempo necesario para definir su mejor integración y darle un funcionamiento que hoy no tiene, y finalmente la novel dirigencia tricolor podrá mirar el horizonte con mayor optimismo. Por su parte Peñarol, aun perdidoso, tiene la tranquilidad de contar con un equipo sólido y debidamente conformado. Aunque habrá de lamentarse por un buen tiempo el no haberle asestado el golpe de gracia a un rival que tuvo a su merced durante 120 minutos de juego.

    En cuanto a nuestra selección juvenil, es altamente valorable su agónica victoria ante Brasil, tras una producción que ha sido sin duda la mejor en todo el torneo. En el primer tiempo la habilidad y velocidad de los norteños generaron ciertas complicaciones defensivas, y alguna situación de peligro para nuestra valla, al tiempo que faltó una adecuada generación de fútbol en la mitad del terreno y, como consecuencia, hubo pocas llegadas contra el arco rival. Pero seguramente el técnico Coito corrigió varias cosas en el entretiempo, porque fue evidente que Uruguay volvió a la cancha con una superior disposición ofensiva. Acevedo empezó a crecer en la zona de volantes, bien acompañado por Gómez y Sanabria, y Schiappacasse tuvo un mejor acompañamiento en la ofensiva. A los pocos minutos, tras un espléndido tiro libre suyo, Gómez tomó el rebote que dio el golero rival y logró la apertura. Y poco después, Schiappacasse encaró dentro del área con pelota dominada y le cometieron un claro penal, que él mismo tradujo en el segundo gol. Parecía que el partido ya tenía dueño, pero llegó la reacción brasileña, y dos goles en pocos minutos igualaron el tanteador.Todo indicaba que el empate era inamovible (lo que le servía más a nuestro equipo que a Brasil) pero el recién ingresado Pablo García, ya en los descuentos, fulminó con tremendo disparo el arco rival, decretando una victoria trabajosa pero altamente disfrutable.

    Tal como lo preveíamos, el técnico Coito ha ido metiendo mano en su amplio y parejo plantel hasta ir definiendo la mejor conformación del equipo. Y ya está logrando un nivel acorde con la real valía de nuestros futbolistas. Con dos partidos por delante (esta noche frente a Argentina y el próximo domingo ante Colombia) nuestro equipo tiene altas posibilidades de poder clasificar al próximo Mundial, y también de revalidar el actual título de campeón. El trecho por recorrer es corto pero muy duro, pero poco a poco este grupo se ha ido ganando la confianza de todos, superando las dudas emergentes de algunas presentaciones anteriores, poco convincentes. Han ido apareciendo algunas figuras muy promisorias y existe una conducción de probadas capacidad y experiencia, como para poder ser optimistas. ¡Ojalá los resultados sean los esperados!