Nº 2101 - 10 al 16 de Diciembre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSer pensador significa tener el coraje para un preguntar que pregunta para no saber qué responder. Si alguien nos pregunta qué es el hombre, se le puede responder indistintamente que es un bípedo sin plumas, o una chispa divina que no consiguió dar la talla, o un ser racional, o un enajenado zoon politikon, o un resignado fabricante de herramientas, o la versión degradada de algún dios desposeído o extraviado; puede haber muchas respuestas y me puedo afiliar sin esfuerzo o sin violencia a alguna de ellas. Esa simple adhesión, sin embargo, tiene la discutible virtud de evitar que yo piense, que siga preguntando, buscando; todo asentimiento, todo voto indica, en este sentido, una cierta fatiga, un renuncio al riesgo y al trabajo sagrado de abrirme al horizonte de lo desconocido.
Así como el demonio de las religiones son las herejías y el de la política la racionalidad o la decencia, el demonio que desde buena parte de la historia persigue a la filosofía es la muelle hospitalidad de las teorías. Y hay que entender definitivamente en estos años de ocaso y emergencia que la función del pensamiento no es proveer seguridades, sino hacernos probar y amar el riesgo; que preguntamos para vernos en la situación heroica de no saber qué responder; para empezar de nuevo cada vez desde el inmediato campo de la vida que habitamos, de la simple y pura existencia. Entiéndase: la filosofía no es la verdad, sino la búsqueda; y no la búsqueda en sí, sino el amor a la búsqueda; amor como intencionalidad y construcción de lo amado. Por eso Heidegger dice que se necesita coraje, pues es una salida sin apoyos hacia lo desconocido. Y me permito añadir: la filosofía no es conocer a Hegel, ni a Kant ni a Platón, sino que es un no saber. La filosofía no se sabe, es un acto de prepotente ignorancia, de despojamiento absoluto, de apertura, de libertad.
Heidegger va a decir que este no saber qué responder no significa un progreso hacia algo próximo y mejor. “Ser pensador —escribe en los Cuadernos negros— significa llevar hasta las palabras de la pregunta, la verdad de la diferencia del ser en cuanto a que origen de la historia, de la resolución final de la contra réplica de Dios y el hombre al encontrase en el combate entre tierra y mundo. Pertenecer fundamentando y preguntando a ese fondo inescrutable y abisal que sin que lo ente lo perturbe ni pueda perturbarlo le abre los espacios y los tiempos de su historia a eso ente manteniéndolo concentrado en la unicidad de una decisión.”
Lo que hace un pensador es salir a buscar la diferencia entre el ente y el ser, a no conformarse con la fijación que hacen las teorías que terminan, por su propia índole, operando únicamente en lo ente. Sigue explicando Heidegger: “El ámbito clareado de la diferencia del ser es lo primero y lo único que dispensa el alumbramiento, la luz, el ámbito clareado de la diferencia del ser es lo primero y lo único que dispensa el alumbramiento que permite la luz, a cuyo resplandor lo ente es capaz de aparecer, de aflorar, pues incluso en la oscuridad y la confusión necesitan el extravío, y este necesita el ámbito clareado que, como fondo abisal mantiene todo ente remitido a ello y suficiente, que primero hay que alcanzar”.
El hilo del razonamiento parece abstruso, pero finalmente resulta comprensible: el ámbito clareado es preguntar sin caer en el lugar común de la respuesta inmediata o en la mera imposibilidad, en la invisibilidad; clarear el ámbito clareado de la diferencia del ser es lo primero y lo único que da luz para ver al ente en cuanto ente, no en cuanto ser. El ente es lo primero que salta frente a nosotros cuando nos planteamos ir hacia la cosa; saber que eso es ente y solo ente es obra de la clarificación, del acto de hacer patente no la cosa, sino la distinción que nos permite llegar a ella. El ámbito clareado es el ámbito que hace aparecer el conjunto de condiciones sobre las que se desplegará la pregunta por el ser, una suerte de circunstancias propicias que nos permitirán avanzar hacia lo oculto en medio de lo inmediato. La pregunta por el ser clarea desde la condición única de la existencia porque, esto es lo importante, el ser de algo, el ser de lo que es, lo es en relación con nuestro acto de estar allí, de existir. El ser es posible y por lo tanto es inteligible solamente en la existencia.