Sr. Director:
, regenerado3Sr. Director:
, regenerado3Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáParece indudable que ayer el país haya vivido una jornada histórica. No porque nunca se haya vivido algo parecido. Todo lo contrario; justamente porque el Uruguay ha conocido ya jornadas de la índole, aunque en condiciones muy diferentes. Y siempre, algo despiertan.
Yo, y muchos otros como yo, hubiésemos disfrutado estar ahí. No porque me aten lazos económicos con el campo, aunque indirectamente en esta pequeña aldea todos dependemos de todos, sino porque mi agradecimiento hacia el campo es harto difícil de describir. Hubiera estado ahí porque un sentir personal y colectivo me habría cinchado hasta Santa Bernardina. Porque la pureza del campo no miente. Siente.
Me tocó vivirlo desde lejos (hace ya casi ocho meses dejé Uruguay), con la intensidad de las fotos, audio y videos que no dejaban de llegar por grupos de WhatsApp de familiares y amigos. Se sintió grande, verdaderamente grande. No vi fotos de políticos, ni consignas o banderas partidarias, no vi ómnibus acarreando militantes, ni chorizos de regalo. Vi gente. No había sesenta mil terratenientes, ni sesenta mil peones rurales, ni sesenta mil granjeros, ni sesenta mil capataces. Había sesenta mil personas sin otra distinción que la bandera de Uruguay entonando el Himno Nacional. Había kilómetros de cola de autos que nunca pudieron llegar al lugar del encuentro. Había cientos de miles de uruguayos atentos a la distancia, dentro y fuera del país, a cada foto, a cada video, a cada discurso.
Nadie fue ajeno. Simpatizantes y detractores. Porque siempre hay detractores. Hubo legisladores y otros gobernantes larga e increíblemente pendientes de burlarse del hecho, en vez de hacer una pausa y pensar por qué una manifestación a 200 km de Montevideo habría convocado a tanta gente, dejando de manifiesto que el mensaje que les importa es solo aquel que quieren escuchar. Nada más decadente para las instituciones políticas que la soberbia de un gobernante para con sus gobernados. Nada más lastimoso que un gobernante que toma deliberadamente la decisión de no escuchar a sus gobernados. De seleccionarlos y calificarlos, de elegir ser indiferente, arrogante y despectivo.
No fue un piquete, no fue un bloqueo de rutas. Todo se avisó con mucho tiempo de anticipación. Todo se tramitó dentro de la ley. No era contra un Partido Político ni en favor de otro. No era de la oposición. Bien le gustaría a la oposición armar un acto así en el interior. ¿Por qué les resulta a algunos tan difícil cerrar la boca y abrir los oídos? ¿Por qué es tan difícil asumir con humildad que se trató de una convocatoria legítima, y vaya que masiva? ¿Qué importa si fueron treinta o sesenta mil? ¿Cuándo nos volvimos tan pedantes para que uno u otro número nos haga la diferencia? ¿Cuánta gente pueden convocar los diputados o diputadas de poquísima monta que en la distancia del Twitter se burlaron durante días de este llamado? No hay oportunidades mejor aprovechadas, que las oportunidades para callarse la boca. De estos se ocupará la historia.
En lo que a mí respecta, la convocatoria trascendió el ámbito rural. Se volvió de interés y sentir nacional. El campo fue el despertar de un país hastiado. “El que tenga oídos que oiga.”
Alejandro Sciarra Marguery
CI 4.281.691-6