N° 1864 - 28 de Abril al 04 de Mayo de 2016
, regenerado3N° 1864 - 28 de Abril al 04 de Mayo de 2016
, regenerado3Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa Cámara de Diputados brasileña acusó formalmente a la presidenta Dilma Rousseff y ahora el Senado debe decidir si el juicio político debe continuar. Si prosigue, la presidenta deberá dejar la Presidencia por hasta seis meses, mientras el Senado se pronuncia, para luego hacer lo que este resuelva.
Desde esta columna nos hemos ocupado de la crisis brasileña antes de que la Cámara de Diputados decidiera iniciar el juicio político a Rousseff, hace apenas dos semanas (Búsqueda, Nº 1.862). Desde entonces, la situación política de la presidenta parece haberse deteriorado considerablemente. ¿Qué está pasando en Brasil?
De lo que se ha publicado entre nosotros, creo que dos columnas recientes resumen concisa y correctamente lo esencial. Juan Martín Posadas (“La semilla del mal”, en “El País” del domingo 24) sostiene que el problema empezó en la primera Presidencia de Lula, cuando el presidente decidió comprar los votos legislativos que no tenía (el “mensalão”) para llevar adelante su programa. Ocho años después Dilma, su sucesora, “en actitud inédita en Brasil, no hizo nada por obstruir la justicia ni intervino para salvar ni a empresarios famosos ni a políticos encumbrados ni a funcionarios del gobierno”. Las investigaciones sobre la corrupción (“mensalão”, “lava jato”, “petrolão”) continuaron avanzando y, finalmente, un cambista clandestino “se acogió a la ley de delación premiada y toda la trama corrupta empezó a quedar a la vista”.
Luego, “todo cambió cuando la sospecha de corrupción empezó a rondar a Lula…Y Lula empezó a presionar para guarecerse y maniobró para que lo nombraran ministro a fin de obtener fueros especiales, ya que no puede explicar su enriquecimiento personal”. Lo cierto es que su estilo de vida ha cambiado notoriamente (aunque las propiedades más lujosas que usa parecen estar a nombre de terceros). Y “Dilma cedió (…). Por culpa de Lula y debilidad de Dilma… maduró el forúnculo del impeachment, con su discutible fundamento legal y su asombrosa votación-batucada (en Diputados) el domingo pasado”. Los elogios a Dilma son dos, claros y fuertes. El primero, explícito, es su actitud hacia la independencia de la Justicia hasta casi el final, cuando Lula entró finalmente en escena. El segundo, implícito, surge de la comparación con Lula: al menos hasta hoy no se ha sugerido que Dilma se haya enriquecido con estas historias.
¿Por qué, entonces, parece tan precaria la situación de la presidenta? Darwin Desbocatti responde a esta pregunta en una columna humorística (Búsqueda, Nº 1.863, del 21 de abril). Dilma “no ha sabido negociar nada en su vida, y para peor lo exhibe como una virtud”, juicio consistente con el de muchísimos observadores; “tampoco la despertaron a las 3 de la mañana y la sacaron en camisón de Planalto directo a unas vacaciones en Matto Grosso. Por lo tanto, el grito indignado de golpe de Estado es de dudosa validez (…); tiempo para torcer el derrotero de la causa y esquivar la banquina tuvo de sobra Dilma, lo que no tuvo es capacidad de negociación. Le llaman política”.
Las eventuales limitaciones de Rousseff no impiden que “la mayoría de los diputados que votaron el impeachment” puedan ser “unas bestias”. Pero cuidado, que el humor no oscurezca el punto central: “es la democracia representativa en su máxima expresión: la posibilidad de que cualquier ignorante como uno pueda llegar al Parlamento e incidir sobre las decisiones del país y dedicarle un voto de impeachment ‘a la familia que están mirando y son los que me acompañan en las malas’”.
En particular: “¿Temer y el resto de sus ex aliados… son impresentables? Pues ya lo eran antes (…). Ella eligió a Temer como vicepresidente, y teniéndolo a dos pasos y subordinado ni siquiera consiguió mantenerlo neutral. A De la Rúa al menos Chacho Álvarez le renunció, no lo volteó él mismo; De la Rúa bajo presión era Churchill al lado de Dilma”. Puede que a Temer lo haya elegido Lula, pero ella lo aceptó. Y la comparación con De la Rúa, aunque la terminología sea dura, es muy pertinente: Álvarez renunció y De la Rúa cayó, en primer y principal lugar por el equivalente argentino del “mensalão” (aunque finalmente, años después, la Justicia lo absolvió).
Los acontecimientos posteriores fortalecen estos argumentos. En Nueva York, hablando a los medios luego de su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, la presidenta dijo que “los conspiradores (brasileños) serían juzgados duramente por la historia (…). ‘Hoy todo lo que se necesita (para forzar un golpe) son manos dispuestas a violar la Constitución’”. (MercoPress, 26 de abril, “Rousseff’s bid for international support backfiring”). MercoPress señaló que los principales medios brasileños “criticaron su decisión de buscar apoyo internacional en su lucha contra el impeachment”.
No solo los medios. Según un juez del Supremo Tribunal Federal, José Antonio Dias Toffoli, antes abogado del partido de Lula y Dilma y designado por el propio Lula para integrar el STF, “la defensa de Dilma Rousseff debería respetar las instituciones brasileñas ‘y transmitir un mensaje positivo al mundo —que (Brasil) es una democracia sólida que funciona y que sus instituciones son responsables’”. En Nueva York, la presidenta hizo exactamente lo contrario, y más. “Rousseff también mencionó (a los periodistas en Nueva York) que si el proceso democrático se rompe, ella apelaría al Mercosur para que suspenda a Brasil… ‘una ruptura de lo que yo considero proceso democrático’” (énfasis agregado). No parece un argumento apropiado para convencer al periodismo internacional y menos aún a la veta nacionalista brasileña.
Todo sugiere que el proceso seguirá adelante en el Senado y que probablemente Rousseff deberá dejar la Presidencia (temporal o permanente) en las próximas semanas. Aunque fuera absuelta de los cargos que se presentaron en su contra y recuperara su mandato, las cosas no volverán a ser como antes ni para ella como presidenta ni para el PT como partido de gobierno ni (menos aún) para Lula.
Sin embargo, el proceso, más allá de su resultado final y de su impacto sobre las élites y los partidos, seguramente será positivo para Brasil. El país, en buena parte gracias a su presidenta, está combatiendo una corrupción profunda, omnipresente y muy arraigada.