Nº 2160 - 3 al 9 de Febrero de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNos contó Plutarco (cuyas fuentes fueron tan numerosas como toda la biblioteca de Alejandría) que Pisístrato tenía un discurso amable y siempre se mostró servicial con los pobres y templado incluso con sus enemigos. Dijo que a contrario sensu de la sombra que acompañaba a su nombre, distaba mucho de ser un tirano vulgar sino un hombre de consumada habilidad y prudencia con grandes cualidades y, según el historiador, sin vanagloria afectó sobre todo un profundo respeto por la gente más afligida. En su estudio Constitución de los atenienses (libro XVI), Aristóteles afirma que bajo Pisístrato los atenienses vivieron como en la gloriosa época de Cronos. La elección de Aristóteles de asociar al gobernante ateniense con la edad de oro se explica acaso por el afán del filósofo de utilizar el retrato del estadista autoritario y eficaz como un espejo ideal destinado a guiar las acciones de Alejandro o de convencer a los atenienses de los beneficios que se derivarían de su destino bajo la ya por entonces irresistible supervisión del autoritarismo macedónico.
Por más que se buscó menoscabar su memoria, nadie pudo negar la influencia de su fecunda transformación de la identidad ateniense. La mayoría de las ciudades griegas de entonces cultivaban mitos fundacionales en los que basaban su cultura y sus principios. Atenas también los tuvo: la genialidad de Pisístrato consistió en hacerlos codificar en versiones purgadas, adaptadas a la realidad geopolítica, militar y económica de entonces y conferirles carácter oficial, y de ese modo pudo establecer, manipular y sellar para siempre la orgullosa visión de Atenas sobre sí misma. El punto más alto de este proceso se encuentra en la canonización escrita de la Ilíada y la Odisea, textos que venían siendo transmitidos de manera oral y que corrían el seguro riesgo de deformarse o de dispersarse sin consuelo, como ocurrió con tanta obra de la que tenemos noticia de su existencia pero que despareció del mundo. Esta oportuna fijación y reproducción masiva de los poemas homéricos consolidó a Atenas como vanguardia y reserva de la honda identidad griega, de sus valores y de los factores fundantes y legitimadores de su conciencia histórica. Esto consolidó la posición relativa de la ciudad. Tales aciertos los expandió en influencia e intensidad al instruir los famosos Juegos Panatenaicos en 556 a. C. con el objeto de rivalizar con los juegos de Nemea, Corintio y Delfos recientemente establecidos, que a su vez se habían configurado para contender con los Juegos Olímpicos.
En la cresta de este tipo de operaciones se encuentra la que quizá sea junto con la fijación de los textos homéricos su obra magna, como lo es, fuera de toda duda, la consagración de las Dionisíacas, aquellos concursos de tragedia que todos los años se realizaban en homenaje al dios de la vid y que concitaban la admiración de todo el mundo conocido. En esas instancias se presentaban obras que celebraban los principios heroicos y morales del alma griega conforme a la combinación de las nociones humanistas de Homero y el espíritu abierto y libertario del sistema ateniense. Dos o tres generaciones después los nombres de Esquilo, Sófocles y Eurípides empezaron a reinar en esas competencias que la ciudad estimulaba con cuantiosos premios, como forma de completar y elevar la educación moral y cívica de la sociedad ateniense. No hay registro en ninguna otra época de un fenómeno cultural tan eficiente en orden a los valores y a la belleza, en orden a la profundidad de los conceptos y de la universalidad de los temas tratados y a la vez tan populares como estas ceremonias hondamente enraizadas en el inmortal genio griego.
Hombre de negocios en su vida diaria, estadista de visión dilatada en lo estratégico, Pisístrato fue también un militar de nota, un general inteligente, calculador y con marcado coraje que propagó considerablemente el dominio de Atenas en el Egeo, donde estableció una serie de tiranías amistosas a las que supo sacarles partido en varios aspectos, como por ejemplo en Naxos y especialmente la Delos del templo apolíneo y Eleusis, no una ciudad particularmente rica o estratégicamente importante, pero de vital importancia para el prestigio de Atenas, ya que los famosos misterios eleusinos eran una de las fiestas religiosas más relevantes de toda Grecia.
Recomiendo la lectura específica de Plutarco.