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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPrefiero mantenerme fuera de la euforia eleccionaria y quedar expectante no solo de los resultados finales, que nos afectarán. Me separo también de la terminología de llamar hermanos a los vecinos, porque hermanos son los hermanos, los vecinos son vecinos con quienes nos unen y separan intereses en estado puro, porque esos son los lazos vinculares que deben mantener los países.
Cuando en alguna oportunidad me da por bajar la guardia, me llega a la memoria el enorme Artigas, que luego de la gesta de Las Piedras, las “piedras” comenzaron a venir de Buenos Aires, donde veían como enemigo al preclaro hombre de pensamiento federal como fue nuestro líder, cuyo paso lo llevó a Purificación. En epocas más cercanas no puedo obviar al gran héroe artiguista, el Gral. Leandro Gómez, que con Paysandú sucumbe ante la traición de malos vecinos y traidores orientales. En época más recientes, en gobierno de signo diferente al mío, no olvidar los años de puentes cerrados, cosa que en otro país hubiese sido guerra.
Todo eso me enciende un timbre de alerta sin distraerme de las cosas que vienen de un territorio donde todo, absolutamente todo, es posible desde hace muchas décadas.
Mi cautela no me impidió festejar el enterramiento por torrente de votos de la doctrina y oprobiosa metodología de bandidaje que dirigió la política de Argentina desde mediado del siglo pasado.
Ignacio de Posadas escribió este mes un notable artículo en el que discurrió sobre la tan triste como aparentemente inexorable crisis de Occidente, donde corren peligro la democracia y las libertades, conceptos que amplía en su libro de lectura imprescindible Al rescate de una democracia incomprendida.
Entonces, sin caer en el encandilamiento de expectativas exageradas y sin bajar precauciones o albergar más esperanzas que las aconsejables, se impone una juiciosa observación.
Nada entonces nos impide festejar aplaudiendo de pie el aparente fin de una época, donde primaron la corrupción, malas prácticas, engaños, fraudes y el estímulo interesado a la cultura del no trabajo, signos que fueron notorios en el ejercicio de gobiernos basados en mentiras que fueron tan grandes que parecían mentira.
Los aires de libertad y orden parece que conquistaron votos dando elocuentes muestras del hastío y necesidades que reinan en ese pueblo.
No podemos llamar “suerte” a la realidad de Uruguay, donde las políticas del gobierno actual y de los anteriores privilegiaron las causas generales, lo cual nos ha convertido en envidia de comentaristas y ciudadanos de ese país, a quienes vemos en los medios y redes con elogios, así como a la gente que se ha venido a afincar en nuestro país en busca de paz, certezas y seguridad, pero no ha sido “suerte” ni resultado de conjunciones estelares, ha sido por la labor de gobiernos que se han alternado con seriedad en la mayoría de los temas capitales (no en todos, porque acá van quedando pendientes muy serios que no se han abordado).
Acá solo debemos lamentar que se ha desarrollado una oposición furibunda, animada en fines electorales a cualquier costo, y como fiel imitación del gremialismo argentino de la peor especie.
Merecemos sentirnos orgullosos de lo que tenemos de este lado del ancho río, donde hay condiciones y tradiciones que fueron creadas y mantenidas con seriedad.
Esperamos que la sabiduría final de los electores argentinos instalen al grupo que asegure la mayor libertad, seriedad y competencia, aboliendo dádivas y negociados, y permitiendo que comercio y mercados se desarrollen sin las ataduras que venían imponiendo gobiernos del mismo origen y con reminiscencias tipo monárquicas o dictatoriales.
“La dictadura del relativismo ha dejado como última medida al propio yo y sus antojos. Nosotros en cambio, tenemos otra medida: el hijo de Dios, el hombre verdadero” (Ratzinger 18.4.05).
Edgardo Viola Bouyssounade