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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáUn sutil comentario del columnista Martín Aguirre, en su última columna de El País (Milei y Uruguay), me condujo de inmediato a leer la nota del economista Gabriel Oddone en la edición de Búsqueda del día 17 de agosto (Por qué no Milei).
Se puede discrepar con Javier Milei. Es legítimo que se le considere feo, malo, ordinario, mal educado o peligroso. O cualquier otra cosa similar. Pero lo que no se puede decir, al menos sin faltar a la verdad, es que “sea un defensor de ideas simples basadas en argumentos pseudocientíficos. O sea, un enfant terrible con un programa sin contenido ni fundamento”.
Semejante brulote me hace recordar el viejo adagio: “Lo que Juancito dice de Pedrito, dice mucho más de Juancito que de Pedrito”.
Y eso va porque una de las ideas base de Javier Milei es la de eliminar el Banco Central y, aún más —o igual— de sacrílego, abandonar el peso para pasar a utilizar el dólar. Y todavía tiene el desparpajo de decir que el funcionamiento de la banca central es un robo (es decir, un crimen).
Se podrían decir muchas cosas sobre esto. Empezando por la constatación de que al referido economista parece preocuparle mucho que Javier Milei sea el ganador de las elecciones y no tanto que puedan llegar a serlo quienes propugnan las políticas que, desde inicios del siglo pasado llevaron a Argentina a la decadencia en materia económica (a nuestro país le sucedió lo mismo).
Yo tengo algunas opiniones sobre el tema. Ignoro si el economista Oddone las considerará al menos dignas de atención. Porque no soy economista, ni pretendo serlo, y no quiero serlo. Aunque llevo muchos años estudiando economía (entre otras cosas).
“Los efectos de la adopción de esta propuesta son, obviamente, tratar de impedir a las autoridades financieras y monetarias que se conduzcan de una forma que les resulta políticamente imposible de evitar, en tanto dispongan del poder para hacerlo. Esas conductas son, sin excepción, no solo perjudiciales y contrarias al interés del país, a largo plazo, sino políticamente inevitables”.
“La idea de privar al gobierno de su antigua prerrogativa de monopolizar la emisión del dinero resulta todavía demasiado insólita y sorprendente para mucha gente. La finalidad de este esquema es imponer a las agencias monetarias y financieras existentes una disciplina, necesaria desde hace mucho, al objeto de impedir a cualquiera de ellas y durante no importa qué período de tiempo la emisión de un tipo de dinero sustancialmente poco seguro y útil”.
“Si el público comprendiera el precio que paga en inflación periódica e inestabilidad por la necesidad de utilizar un solo tipo de moneda en las transacciones normales y contemplara las ventajas de emplear varias, seguramente encontraría que ese precio es excesivo”.
“La prerrogativa de acuñación de dinero por el soberano se estableció firmemente con los emperadores romanos. Los gobiernos pronto se dieron cuenta de que este derecho exclusivo era, además de una importante fuente de poder, una tentadora fuente de ganancias. Y desde el inicio la facultad se organizó no para el bien común, sino como elemento esencial del poder gubernamental”.
“El monopolio estatal de emisión de moneda ya era bastante pernicioso mientras predominaba el dinero metálico. Pero se convirtió en una terrible calamidad cuando el papel moneda estuvo bajo control estatal. Gran parte de la política contemporánea se basa en la presunción de que los gobiernos tienen poder para crear, y hacer que la gente acepte, cualquier cantidad de dinero adicional. Por esta razón, los gobernantes defienden encarnizadamente sus derechos tradicionales, pero por la misma razón es importante privarlos de ellos”.
Seguramente, el economista Oddone (yo ni siquiera soy aprendiz de economista, sino un estudiante aficionado) no tomará muy en serio estas opiniones. Que son también las de Javier Milei. Y continuará diciendo que se trata de ideas sin base científica.
Pero puede ser que deje de decir algo tan desubicado cuando se entere de que todos los párrafos entrecomillados son de autoría de un premio Nobel en Economía. Y no cualquiera. Sino de Friedrich Hayek. El economista Oddone puede leerlas en el libro que Hayek escribió en el año 1976 y que él evidentemente no conoce. Si lo hubiera leído, no diría que Javier Milei carece de base científica. El libro se denomina La desnacionalización del dinero.
Sorprendentemente, para Oddone digo, Hayek coincide con Milei en eso de que la inflación y el banco central son un robo.
“Se trata de un crimen análogo al robo. Cuando un monopolio emisor, especialmente el gobierno, lo comete, no deja de ser un crimen lucrativo que generalmente se tolera, y permanece impune, porque no se comprenden bien sus consecuencias. Debido a una falta de comprensión general, el crimen de la sobreemisión por un monopolio no solamente se tolera, sino que se aplaude” (pág. 107, Planeta-Agostini).
Oddone podrá discrepar con Milei. Tal vez se anime a hacerlo con Hayek (al fin de cuentas, Oddone aún está a tiempo de llegar al Nobel de Economía, cosa que Hayek no puede repetir). Pero lo que no puede hacer es afirmar que las ideas de Milei son poco serias y que carecen de base científica.
Es cierto que la tesis de Hayek es aún más audaz que la de Milei: el austríaco propone privatizar íntegramente la emisión de dinero. Y lo hace con buenos y sólidos fundamentos. Y si Milei no llega tan lejos (aunque estoy seguro de que comparte la idea), es porque comprende su inviabilidad política actual.
Dolarizar, al igual que la propuesta de Hayek, significa eliminar la banca central y abandonar toda política monetaria, también toda política sobre la tasa de interés. “Es cierto, enseña Hayek, que con las medidas propuestas no podría existir una política monetaria tal cual ahora la concebimos. Pero ya deberíamos haber aprendido que la política monetaria, probablemente, es la causa y no el remedio de las depresiones económicas. Porque ceder a las presiones de demanda de dinero barato provoca los errores de la producción que luego hacen inevitables las posteriores reacciones. El corolario obvio de la abolición del monopolio gubernamental por emisión de moneda es la desaparición de los bancos centrales tal como los conocemos actualmente”.
Por lo visto, Milei ni está solo ni está nada mal acompañado. Conozco economistas muy importantes que tienen ideas similares. Pero yo las aprendí en el citado libro de Hayek hace ya más de 40 años.
Es cierto que la propuesta de Milei es más tímida que la de Hayek. Porque utilizar el dólar es no suprimir la política monetaria, sino de someternos a la de EE.UU. Pero cualquier persona pensante y más o menos realista tendrá que coincidir que semejante cambio es una gran ventaja. Optar por la política monetaria norteamericana en sustitución de una latinoamericana es como salir de la situación de Juana de Arco, en sus momentos más calurosos, para pasar a tomar sol en las playas de la Florida.
La oposición a esas ideas tiene su núcleo duro en dos tipos de personas. Obviamente, en primer lugar, los políticos. A quienes se privaría de su poder de regalar el dinero ajeno para conseguir votos.
Y, en segundo término, los economistas de agua salada. Porque si suprimimos los bancos centrales y eliminamos del mundo las políticas monetarias y sobre tasas de interés… la necesidad de contar con tantos economistas descenderá mucho. Con unos poquitos nos arreglaremos más que bien.
Lo que explica, no justifica, el brulote verbal de Oddone contra Milei. No tiene razón, y lo sabe.
Enrique Sayagués Areco
CI 910.722-5