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    Las reformas clave que no se harán

    Nº 2156 - 6 al 12 de Enero de 2022

    Los años 2022 y 2023 serán fundamentales para hacer las reformas de fondo que hay que hacer. Pero como viene la mano, dudo que se hagan. Y me refiero a las siguientes:

    Reforma del Estado.

    La “madre de todas las reformas” prometida desde los gobiernos de Tabaré Vázquez, no ha sacudido ni media raíz de ningún árbol. La coalición multicolor es más estatista que liberal y hasta la propia ministra de Economía se considera keynesiana.

    Olvídense, no solo no cerrará jamás Ancap, sino que absolutamente nadie ha propuesto cerrar la más ignota e insignificante oficina pública; no lo hace el gobierno central y ninguna de las Intendencias blancas o coloradas y menos las frenteamplistas, donde en Canelones, acaban de anunciar un aumento brutal a las contribuciones inmobiliarias.

    Tampoco se ven muchas nueces desde la Oficina Nacional del Servicio Civil, cuando sí hubo bastante ruido con las declaraciones de su director Conrado Ramos, una persona muy preparada para la faena, pero se ve que o no le da el cuero o no le dan el cuchillo afilado para faenar nada.

    Y no sólo deberían eliminar oficinas y despedir miles de empleados públicos, sino a los que quedan evaluarlos por metas, objetivos y competencias, al igual que en Nueva Zelanda. Nada de esto se vislumbra en el horizonte.

    Por último, deberíamos mejorar nuestra ubicación en el Ranking Doing Business del Banco Mundial, donde muestra claramente que aquellos países donde hay menos obstáculos para hacer negocios, crear empresas o pagar impuestos, tienen mejor calidad de vida, menos corrupción y más seguridad. Lean el libro Simple de Gernómino Frigerio, que lo expresa de manera simple y con muchos ejemplos, en especial para facilitarle la vida al micro y pequeño empresario, que son el verdadero motor de la economía.

    Reforma educativa.

    Soy un gran defensor de la educación pública pero un gran enemigo de la educación estatal. Hay que terminar con el “programa único”, los colegios “habilitados” y un centralismo burocrático que para lo único que sirve es para alimentar al monstruo del sindicato de docentes Fenapes, uno de los peores cánceres que tiene nuestra sociedad.

    Hay que crear el Fonasa de la educación, donde cada niño reciba un “voucher” que lo pueda dar como forma de pago, tanto en colegios públicos como privados, donde éstos últimos se lo tomarán “a la par” o deberán pagar un complemento. Esto permitirá que haya más competencia (incluso entre instituciones públicas) y mejore la calidad del servicio. El poder lo pasa a tener el dueño del voucher (el ciudadano) y no el burócrata o el sindicalista.

    También habrá que fomentar el homeschooling, donde los chicos se pueden formar en sus casas, con el apoyo de sus padres y docentes, generando los espacios de socialización para los estudiantes en diversos ámbitos diferentes a la escuela o el liceo: clubes deportivos, academias de música o arte o similares.

    Reforma laboral.

    Si la palabra “flexibilidad laboral” les provoca urticaria a los sindicalistas, entonces vamos por la “libertad laboral”. Hay que terminar con el carácter de orden público de las leyes laborales, que te impiden llegar a acuerdos libres y voluntarios entre empleador y empleado, si se aparta del “ideal” de salario, licencias pagas, beneficios, etc. La única manera de terminar con el desempleo es permitiendo que el que quiera trabajar, trabaje. La calidad del empleo no la aseguran las leyes laborales sino un mercado pujante que compita por la mejor mano de obra y que cree nuevos puestos de trabajo para todos: calificados y no calificados.

    Reforma del comercio internacional.

    En este punto se están dando pasos, buscando acuerdos de libre comercio con China y amagando con salirnos del Mercosur. Pero hay que ir más a fondo. Y para poder competir con el mundo, sin miedos ni complejos, hay que hacer las reformas anteriores, porque con el Estado como lastre, la fuerza laboral burocratizada y la gente mal formada, no podemos competir con nadie.

    Todas estas reformas parecen claves, pero no veo mucho entusiasmo en llevarlas adelante. Espero estar equivocado.