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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPor encima de nuestro tablado local: de las declaraciones (constantes) del Sr. Fernando Pereira, del caso Penadés y del de Charles Carrera, de las interpelaciones (constantes) a Heber, del pequeño mundo de la CTM y de las patadas en las canillas (constantes) de Cabildo Abierto... para poner apenas algunos ejemplos.
Cierto es que de algo tienen que vivir los medios y que el gobierno, aunque quiera, no le puede sacar el ojo a la pelota.
Pero, al mismo tiempo, están ocurriendo cosas en el escenario mundial que son muy trascendentes y que tendrán (tienen), para el Uruguay consecuencias bien fuertes y más constantes que los episodios reseñados, tan manidos y tan repetitivos.
Las guerras en Ucrania y el Oriente Medio, sin ir más lejos, y el recrudecimiento de una suerte de Guerra Fría (algo más fría que la anterior), entre EE.UU. y UE con China, Rusia y asociados.
Más allá de quién ganará las guerras “calientes” (si es que pueda existir un ganador) y la pulseada, mayoritariamente económica (esperemos que no escale de ahí), de EE.UU., más la UE, vs. China, ya hay consecuencias para nosotros.
Comenzando por un endurecimiento de posiciones (si no estás conmigo, estás contra mí). Nunca es bueno, sobre todo para un país chico, que lo embreten. Máxime cuando China es uno de nuestros principales compradores (demasiado).
Por otro lado, esos enfrentamientos tienden a concentrar las energías y la atención de los protagonistas, dejando poco espacio para mirar hacia otros rincones del planeta. Me temo que las esperanzas de América Latina, de acercarse al centro del escenario, se verán nuevamente frustradas: seguiremos siendo el continente que “puede esperar”.
Paralelamente, y salvo que el fenómeno de la inteligencia artificial derive en ser uno de esos inventos/descubrimientos que revolucionan las economías, estamos —el mundo está— como medio quedado. Se refleja en las bajas tasas de crecimiento, sobre todo de los grandes jugadores. Eso no solo pega en el comercio internacional, entre otras cosas avivando pujos proteccionistas, sino que, además, genera estrés para el funcionamiento de la democracia.
Y, por último, el barrio: ¡qué complicado que está el Barrio!
Todo junto, suma un lastre enorme para el desarrollo de nuestro Uruguay que, por razones obvias, tiene que buscarlo afuera, en gran medida.
Difícil estructurar una política exterior fructífera en ese panorama.
Hay que intentarlo, por supuesto, buscando resquicios donde ir metiendo cuñas (el CPTPP, el Departamento del Tesoro en los EE.UU., el sector agroindustrial brasilero...), pero las dificultades en el frente externo también deben llevarnos a mirar el interno con otros ojos: las reformas que nos vendrían de afuera si pudiéramos abrirnos más deben ser suplidas por reformas internas. Sabemos de memoria cuáles son: las de siempre, las que destraben la educación, la producción, el trabajo y el funcionamiento de la democracia. Son obvias, pero no fáciles. Porque exigen ciertos sacrificios (tampoco tantos) que cuando la vista está fija en el ombligo, parecen demasiado grandes.
Ignacio De Posadas