Nº 2122 - 13 al 19 de Mayo de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPara varios estudiosos en ciencias políticas, el modelo ideal para integrar una democracia representativa es que los políticos profesionales sean formados en los partidos mediante una activa y progresiva participación interna y externa. Son los políticos que tienen mayores posibilidades de llegar a conducir las cúpulas partidarias o de instalarse en la cima de los gobiernos.
Como en casi todo, en esto tampoco existen verdades absolutas. El tránsito por el mundo político es cambiante, vertiginoso y con puñales afilados. En Uruguay, los Batlle (José, Luis y Jorge), Herrera, Sanguinetti y los Lacalle (padre e hijo) se gestaron como líderes y gobernantes luego de un largo tránsito en sus partidos. José Mujica comenzó en el Partido Nacional, pasó a la Unión Popular y cuando fue liberado de la cárcel se integró al Frente Amplio. Tabaré Vázquez comenzó en el Partido Socialista en 1983 con 43 años. Antes como oncólogo y dirigente deportivo tuvo gran visibilidad pública. Pese a su corta militancia, seis años después fue intendente de Montevideo y luego presidente en dos ocasiones. Una excepción.
Parece razonable que para llegar a la cima sea necesario empezar por jugar en campitos sin pasto pateando terrones, pelear por el futuro sin pausa pero sin prisa, y no bajar los brazos sobreponiéndose a todas las derrotas.
Estas reflexiones vienen a cuento por lo que acaba de ocurrir en España con el vicepresidente Pablo Iglesias. Protagonizó un hecho patético que trasciende a ese país. Un ejemplo terminante de que quienes llegan a la cima por avatares extrapartidarios, sin luchar con esfuerzo y un concepto claro de la democracia, tienen una corta vida política. Como la de las libélulas. No hay vuelta que darle. Iglesias estalló como una refulgente bengala y se apagó rápidamente. Es un ejemplo de quienes no son lo que parecen sino que, contrariamente a lo que predican, se centran solo en apetencias personales. El ego los aplasta cuando les nubla la razón. También incidieron su populismo y una concepción totalitaria del poder.
Cuando comenzó en 2014 como secretario general del recién fundando partido Podemos lanzó un desafío guevariano: “El cielo no se toma por consenso; se toma por asalto”. Abonó el espíritu de los decepcionados. Esa agresividad populachera sonó como una dulce melodía para millones con el alma y los bolsillos en llamas por la crisis económica.
No es un improvisado. Es doctor en Ciencias Políticas, pero antepuso la codicia. Surgió a la vida pública el 15 de mayo de 2011 como líder de una gran concentración pública de organizaciones sociales y políticas en contra de las políticas gubernamentales. Capitalizó el descontento y lo canalizó hacia su partido con el objetivo de romper el binomio PSOE (Partido Socialista Obrero Español) - PP (Partido Popular). Muchos lo creyeron y le dieron apoyo pese a señalamientos documentales de que la fundación CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales) que integró recibió fondos del venezolano César Chávez por 7,1 millones de euros entre 2002 y 2012.
Casi de inmediato a poner en marcha Podemos fue electo eurodiputado y vicepresidente de la Delegación para las Relaciones con Mercosur del Parlamento Europeo. Como tal visitó Uruguay en octubre de 2014. Se entrevistó con Mujica, a quien destacó como representante de “la historia de la dignidad de un país en la lucha por la libertad”.
En las elecciones generales españolas de 2015 el partido de Iglesias dio el batacazo: obtuvo 12% de los votos y 24 diputados, entre ellos una banca para Iglesias, que además conformó coaliciones en Comunidades Autónomas. El vencedor fue el PP liderado por Mariano Rajoy. Obtuvo en Diputados una mayoría simple de 123 escaños y un 28,71% de los sufragios.
En las elecciones generales de 2019 Podemos se coaligó a Izquierda Unida con mayoría comunista y participó como Unidos Podemos. Obtuvo el respaldo de 13% de los votos y 31 diputados. Ya habían comenzado las pujas internas. Iglesias vio impotente cómo se alejaba el cofundador de Podemos, Íñigo Errejón, quien creó Más Madrid. El principio del fin.
Pese a las duras críticas políticas y personales previas entre el presidente Pedro Sánchez, electo por el PSOE, e Iglesias, este terminó integrando el gobierno como vicepresidente segundo y ministro de Asuntos Sociales y Agenda. Como en Dinamarca, algo comenzó a oler mal. Dejaron de lado sus principios para mantener el poder. Irene Montero, pareja de Iglesias y madre de dos de sus hijos ocupó un lugar destacado en todas las listas a diputado. En el gobierno de Sánchez es ministra de Igualdad. Poco después estalló un escándalo público. La pareja compró en una zona exclusiva de Madrid una vivienda por 540.000 euros mediante una hipoteca. No tuvo un precio superior al que han realizado otros políticos, muchos corruptos, pero la pareja proletaria abrió un camino a duros cuestionamientos y provocó la decepción de muchos de sus electores.
Ante la convocatoria a elecciones a la presidencia de Madrid el 4 de mayo, Iglesias renunció al gobierno y decidió postularse. Una vez más el ego y su apetencia por más poder le provocaron el mayor revolcón de su vida abstrusa: recibió el 7,21% de los votos. Lo dobló su antiguo camarada de armas Errejón con Más Madrid, que tuvo 16,85%, casi lo mismo que los socialistas que quedaron escorados para la reelección de Sánchez. Vox, una organización a la que se considera de ultraderecha, también superó a Iglesias con 9,13%. La victoria fue para para el PP, que arrasó con 44,73% de respaldo.
Al día siguiente de la elección, la libélula antisistema, el de “no nos moverán”, el de “si hay una guerra hay que pelear”, anunció que abandona la política. “Ya no sumo y me han convertido en chivo expiatorio”, lloriqueó. Alguien recordó que Heráclito sostuvo que el camino hacia arriba y hacia abajo es solo uno y el mismo.
Con su fuga de la vida política Iglesias dejó a sus votantes solos, hambrientos de victoria. Los abandonó porque no tuvo el coraje de superar la vergüenza de su derrota.