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Los ojos del niño son como platos. Él es el narrador de esta fiesta perpetua, tan simpática como excesiva. O lo que es lo mismo, la alegría como crónico padecimiento. Sus padres tienen una vitalidad a prueba de límites. En esa casa se beben cócteles en abundancia con los invitados, se canta y sobre todo se baila. La mascota es una grulla que responde al nombre de Doña Superflua. El padre siempre llama a la madre de un modo distinto: Eugénie, Madeleine, Hortense… Y la adora y desea que ella sea feliz las 24 horas. Y la madre trata al padre de usted: “No me haga reír, George; usted es amoroso, George”. Ambos bailan siempre un tema: Mr. Bojangles, de Nina Simone. Si el niño se porta mal, lo amenazan con no mandarlo a la escuela o dejarlo frente al televisor. Esos son los castigos de estos progenitores que se han propuesto la felicidad a toda cosa, la alegría y la buena onda como destino absoluto, la sanata y la mentira como forma de divertimento. No trabajar y vivir de rentas en un castillo en España, de fiesta en fiesta. Que la música suene permanentemente, que las risas y los chistes no se apaguen jamás. Pero todos sabemos que debajo de semejante superficie no puede haber nada bueno. En palabras del niño: “Papá me llevaba al cine a menudo, así podía llorar en la oscuridad sin que yo lo viera. Lo que sí veía era que al acabar la película tenía los ojos rojos, aunque fingía no darme cuenta”.
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Hay algo del mundo extravagante, lúdico y ciertamente amargo del cineasta georgiano Otar Iosseliani en esta primera novela del francés Olivier Bourdeaut (Nantes, 1980), que rápidamente se transformó en un fenómeno de ventas y no sería de extrañar que en poco tiempo fuese adaptada a la pantalla. Sin acelerar demasiado y también sin necesidad de explicarlo todo, Bourdeaut consigue una comedia muy seria o un drama con buen sentido del humor, tocando temas como la locura, la paternidad, la responsabilidad, el desparpajo y la soledad del ser humano frente al mundo circundante.
La vida del propio Bourdeaut cambió con la gestación de la novela. Dijo el escritor en un reportaje al diario argentino La Nación: “Vivía en sofás ajenos. Me fui de París en pleno invierno, donde todo era gris, los edificios, las veredas y los rostros de los parisinos, y en dos horas de avión llegué a España: era primavera allí, hacía calor, había olor a flor de naranjo y a jazmín, y por primera vez en mucho tiempo estaba instalado en un lugar donde no molestaba a nadie”.
Esperando a míster Bojangles, de Olivier Bourdeaut. Salamandra 2017, 149 páginas, 490 pesos.